domingo, 23 de noviembre de 2008
sábado, 15 de noviembre de 2008
domingo, 9 de noviembre de 2008
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Me dan ganas de callarme, porque por superstición parece que al decirlo se terminará; me dan ganas de contarlo, porque me siento alegre.
Lo cuento, va.
No sé si por haber sido capaz de concentrarme -quién sabe cómo o por qué, o por qué no antes-, o porque toca, o porque una mariposa ha hecho un looping en Johannesburgo; no lo sé. Pero en las últimas semanas mi estado mental es el propio de un libro de autoayuda, o de un email en cadena con afán de positivizar: disfruto cada día, me levanto con ganas y buen ánimo, estoy de buen humor con mis alumnos, venzo la pereza inevitable de la rutina de las clases de francés y del gimnasio.
¿Todo es perfecto? No. Hay un alumno horrible del que paso en cierto modo para evitar que me amargue; hay días en los que pagaría por no ir al gimnasio; hay veces en que recordar que mi abuela apenas puede andar y se ve limitada me entristece.
Pero sigo contento. Ha pasado un hada, aunque no la vi, y me ha cambiado las gafas por unas que muestran continuamente lo que brilla: el tener salud, el poder trabajar, el poder viajar, el ganar confianza en los idiomas, el haber conocido una persona estupenda (Brian), el morirme de risa viendo Friends y Las Chicas de Oro (¡con lo inusual que es que algo me haga reír)...
Ya lo siento, sé que resulto hoy empalagoso.
Pero tenía que contarlo.

Lo cuento, va.
No sé si por haber sido capaz de concentrarme -quién sabe cómo o por qué, o por qué no antes-, o porque toca, o porque una mariposa ha hecho un looping en Johannesburgo; no lo sé. Pero en las últimas semanas mi estado mental es el propio de un libro de autoayuda, o de un email en cadena con afán de positivizar: disfruto cada día, me levanto con ganas y buen ánimo, estoy de buen humor con mis alumnos, venzo la pereza inevitable de la rutina de las clases de francés y del gimnasio.
¿Todo es perfecto? No. Hay un alumno horrible del que paso en cierto modo para evitar que me amargue; hay días en los que pagaría por no ir al gimnasio; hay veces en que recordar que mi abuela apenas puede andar y se ve limitada me entristece.
Pero sigo contento. Ha pasado un hada, aunque no la vi, y me ha cambiado las gafas por unas que muestran continuamente lo que brilla: el tener salud, el poder trabajar, el poder viajar, el ganar confianza en los idiomas, el haber conocido una persona estupenda (Brian), el morirme de risa viendo Friends y Las Chicas de Oro (¡con lo inusual que es que algo me haga reír)...
Ya lo siento, sé que resulto hoy empalagoso.
Pero tenía que contarlo.
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