jueves, 30 de agosto de 2007

En directo.

Secuencia ya clásica.

lunes, 27 de agosto de 2007

Hincando el diente a mi bolsillo.



El pasado miércoles llegó: un fantástico dolor de muelas. No era muy intenso, pero sí lo suficientemente molesto como para impedirme dormir a gusto. Recurrí a mi megaguía del seguro y, después de buscar odontólogos y dentistas, terminé por buscar estomatólogos (terminologías...). Llamé a unos quince, y todos comunicaban, no respondían o habían dejado un contestador anunciando que en agosto seguro que iban a estar ahí para mí esperándome. Todo desesperado, viéndome ya en urgencias o soportando el dolor hasta septiembre, localicé por fin un dent... estomatólogo en mi antigua calle, Mariano Royo.



- Te atenderemos como pronto el martes... De todos modos, si mañana por casualidad alguien no acudiera te puedo avisar.



-¡Sí, por favor!



Y pasé el día con Ibuprofen, que no es un amigo mío sino un calmante que hizo su efecto. Esa misma tarde a las ocho me llamaron para decirme que al día siguiente a las nueve y media tenían un hueco en la consulta y allá que fui.



El señor estomatólogo/dentista+médico de la boca y del sistema digestivo u lo que fuese me sacó varias cosas más. En concreto me hizo este listado, en el cual posiblemente haya alguna falta ortográfica dado que no comprendo bien su letra:



- Restos radiculares con cirugía.



- Cinco obturaciones complejas.



-Una endodoncia birradicular.



- Reconstrucción muñones.



- Tres radiografías intrabucales.






Lo mejor sin duda es saber que me van a reconstruir los muñones. Los había disimulado bien hasta ahora, ¿eh, amigos?



El caso es que cada mes me descuentan del sueldo un huevo y medio por el seguro médico y resulta que los empastes (vaya, las obturaciones, según la receta señalada) no están cubiertos. Pues qué bien. En total, durante los próximos meses el señorito me sacará trescientos novena y cinco euros...



Pero no pasa nada. Todo sea por llegar a viejo con los dientes sanos, ya que a día de hoy ya me faltan dos o tres piezas.



Y en cuanto a las pelas... ¡¡pues habrá que pagarlas, al fin y al cabo este mes dejé de pagar el coche por fin, bieeeeen!!

jueves, 23 de agosto de 2007

¿Menú selecto o menú sorpresa?




Ésa es la elección a la que nos enfrentamos diariamente:



- Escogemos un menú selecto si abrimos un periódico, o mejor dos de distinto color, y vamos deteniéndonos en aquellas noticias que llaman nuestra atención por interés y relevancia. El proceso es todavía más rápido si el periódico es digital, en cuyo caso nos basta con hacer clic sobre los titulares en los que deseamos profundizar.



- Escogemos un menú sorpresa si vemos el telediario, donde, tras destacar aquellas noticias que parece imperdonable no divulgar, se introducen en nuestra boca sin permiso sucesos de todo tipo cuya mayor trascendencia suele radicar, casi siempre, en lo insólito o lo curioso de la imagen. Un acto cultural o un cambio económico quedarán ensombrecidos por el divertido campeonato anual de engullimiento de salchichas, que seguramente será hipnóticamente acogido con sonrisas y regocijo por el espectador. La hipnosis estará basada en meros juegos lingüísticos -Matías Prats es todo un paradigma, quizá por ello, lamentablemente, el más seguido de su franja horaria- que unen absurdamente noticias dispares con el fin de dar sensación de continuidad lógica al noticiero. Y el espectador queda embobado mientras acaba de ver una noticia sobre un terremoto que ha destruido miles de hogares en un país pobre y pasa a otra sobre la venta de un best-seller irrelevante mediante una oración como "Totalmente destruido ha quedado también el mundo editorial con la llegada del último éxito de...".






En fin, ya digo, menús distintos.



¿Qué tomarán hoy el señor y la señora?

lunes, 20 de agosto de 2007

Ellas también cantan.

Coreografías inolvidables para una canción peligrosamente pegadiza.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Ajos.


Quedé en conocernos en aquel bar al lado del teatro. Era un lugar que me gustaba. Cuando apareció, di mi última calada al cigarrillo y lo apagué de un pisotón.
La primera impresión fue mejor de lo que esperaba: masculino y bastante alto, de rasgos duros. Me sonrió, quizá porque también le había gustado, y ambos pedimos un zumo natural.
Parecía de conversacion fácil, de tendencia extrovertida y persona viajada. Aparentaba algo más de los treinta y dos años que decía tener y eso me gustaba.
Hábilmente se interesaba por mis circunstancias y permitía que yo investigara en las suyas. Tuve la sensanción de que habíamos congeniado, al menos para quedar otro día.
Sin embargo, sacó los ajos. Los llevaba en una caja roja, pequeña, parecida a la de las clásicas juanolas. Me ofreció, le dije que no me gustaban, y él cogió uno y, con un pequeño cuchillito que guardaba en el bolsillo de sus vaqueros, lo fue partiendo en trocitos con una habilidad y minuciosidad que demostraban experiencia de años. Cuando hubo terminado de trocearlo, cerró la caja, recogió la afilada hoja e introdujo varios trocitos en su boca.
- Entonces, ¿siempre has vivido aquí? -me preguntó mientras masticaba sin prisa.
Respondí con una pequeña parte de mi cerebro, mientras con la otra trataba de encontrar una explicación a esa costumbre.
Fueron los trocitos de ajo los que parecieron marcar el tiempo, más que los relojes de las paredes y de nuestras muñecas. Parecía que había dividido aquel ajo en trocitos suficientes como para que le durasen el tiempo justo para completar una charla productiva y suficiente.
Con los dos últimos pedacitos hizo lo más extraño: los colocó en mitad de las palmas de sus manos, los hizo rodar entre ellas a modo de plastilina y luego repitió aquel gesto por sus pantalones y su camiseta. No dejaba de sonreír y de mantenerme la mirada, sin preguntarse por un momento por qué le observaba algo confuso.
Propuso marcharnos. Dije que perfecto, nos levantamos, pagamos y salimos del bar. De nuevo admiré su porte sereno, varonil y su buena estatura. Sin duda quería volver a verlo, pero... ¿tendría que soportar aquel espectáculo tan peculiar de nuevo? ¿Cómo olerían sus ropas? ¿Y su lengua, si llegase a besarlo? ¡Incluso seguro que yo mismo estaba apestando!
- Mira, sé lo que estás pensando -me dijo-. Piensas dos cosas. A la primera te respondo que sí, que yo también quiero volver a verte. He pasado un rato agradable y tu cara es una monada.
Sonrió e hice lo propio.
- En cuanto a lo segundo... Al llegar he visto que fumas. Espero que el ejemplo haya sido ilustrativo. Sólo quería hacerte ver lo que me hace sentir el humo del tabaco...

sábado, 11 de agosto de 2007

back dorm boys - i want it that way

Me parto con las caras de los dos. Una interpretación muy vivida.

miércoles, 8 de agosto de 2007

¿Estoy embarazada?




Es una frase que, afortunadamente, nunca me tendré que formular. Creo que si fuese mujer me habría ligado las trompas con tres nudos hace ya unos años.





Pero en caso de que alguien se quede "preñá", la manera habitual de averiguarlo es utilizando el instrumento que se observa en la imagen. Depende del color del que se ponga tras poner en él orina, se sabrá si la mujer tiene un proyecto de bebé en su interior.





Puede que os preguntéis el por qué de que hable de esto. Pues muy sencillo: tengo el placer de daros la noticia de que Miguel y Carolina lo utilizaron hace poco y les ha salido positivo. Al principio se lo tomaron un poco mal, pero se han animado a tenerlo, a pesar de los problemas que conllevará.





Después de que hayais alucinado un poco con la trola que os acabo de soltar, explicaré que este tema viene a que, a pesar de no querer tener hijos y de no poder tenerlos -al menos propios- con una futura pareja, me he visto envuelto ya en dos casos de mujeres que, todas nerviosicas, me han llamado para acudir a una farmacia y averiguar de qué color se ponía el cacharrito. En ambos casos, menos mal, el resultado fue negativo.





Dicho de otro modo, en aquella casa vieja y enorme de la calle Royo que muchos echamos de menos, y que ya fue derruida, dos personas han comprobado su no estado de buena esperanza.





¿Alguno de vosotros se ha metido en algún lío así alguna vez? Si hay alguien, por favor, que levante el pubis.

sábado, 4 de agosto de 2007

La escapadita madrileña de Diabetes.

Temo la imagen que, quizá con razón, podáis haceros de mí tras la introducción que voy a proceder a hacer en este post...El modo en que tomé la inciativa para escaparme a Madrid unos días fue cuando menos insólito.
El pasado domingo estaba chateando con un tío de treinta y nueve años de físico peculiar: brazos supergrandotes de gimnasio pero con barriguita. En su "trono moral" madrileño, no hacía más que insistir para que fuese, y yo me negaba, harto de que quienes viven en las ciudades más grandes presupongan que los demás sentimos una atracción innata hacia esos sitios. Total, que conforme pasaba la tarde fui cogiéndole el gusto al ron bacardi de coco con sprite que tenía en la nevera, y me puse lingotazo tras lingotazo... Y pillé un pedo que te cagas. Así que ya me veis a las nueve de la noche diciéndole al tío que sí, que guay, que mañana me voy pa madrid, que me reserve hostal y que nos vemos al día siguiente. Claro, la felicidad que da el alcohol. Inmediatamente me puse en contacto con otro chaval de Madrid con el que solía hablar a menudo por el intelnés este y le dije que podíamos quedar.




El hostal era céntrico, justo al lado de la puerta del sol y del osito de la foto. Se encontraba exactamente en la calle Victoria, frente a este bar:



Bar que, como dice el cartel que cuelga a un lado -y que no podéis ver-, aparecía en la novela homónima de Galdós, que leí hace tiempo.


Éste es con quien hablaba el domingo mientras me liaba a lingotazos. Su cuerpo unga-unga me gustó por foto y allí que fui; muy majo, me reservó el hostal y me fue a buscar a la estación de Atocha. Una vez con él, me gustó en persona mucho menos de lo que esperaba, aunque a pesar de ello pasar la tarde con él y recibir su invitación para cenar fue agradable. Si esto fue un lunes, ni el martes ni el miércoles le volví a dar un toque, pero como él tampoco hizo lo propio, no he quedado mal.

Como en los hosteles siempre hay internet gratis, me conecté todas las noches. Me escribió durante una de ellas el siguiente chico italiano, del cual no recuerdo el nombre:


Aunque ahí le veis como mucho más buenorro de lo que en realidad estaba, era majete y también me llevó de aquí para allá durante toda una tarde. De paso me sirvió para practicar mi inglés, ya que hasta hace un mes vivía en Londres y se ha trasladado aquí medio por razones de trabajo, medio por olvidarse de un ex y sus malos rollos, y apenas hablaba español. Durante ese día, aparte de esto, me acerqué al Museo del Prado, que no conocía. Me sorprendí gratamente al encontrarme con Las Meninas, cuadro que a pesar de tenerlo muy visto me gustó mucho en vivo.

El miércoles traté de acercarme al Museo de Ciencias. Poseía un mapa muy malo, que era ante todo de carreteras pero con una pequeña parte dedicada a las calles de la ciudad (en varios grandes almacenes no había podido encontrar uno mejor). Combinando el mapa patatero con el del metro deduje el nombre de la parada de metro donde debía bajarme para visitar el museo, y allí que fui. Y no sé qué tal estuvo, porque no lo encontré y terminé en el Reina Sofía, viendo cuadros modernos del siglo XX. El Guernica es enorme, aunque no me impresiona en exceso. Supongo que me quedo con El Prado, ya que sin duda sus cuadros tienen mucho más mérito y están mucho más trabajados, aunque sinceramente es aburridísimo ver dos mil vírgenes y dos mil niños jesús y mi apreciación de los difuminatos, los claroscuros y las gaitas en vinagre es relativa; en el Reina Sofía hay mucha chorrada de mérito nulo pero al menos estilos originales, nada religiosos y con colores vivos.

Por la tarde quedé con Javier, profesor de Primaria como yo:


Como supe por una conversación posterior por messenger, la atracción fue mutua; pero en fin, tengo el... ¿defecto?... de que raramente, a pesar de ser un chico, ando por ahí salido de la vida, así que no me animé a ponerle las manos encima y él, que estuvo a punto, tampoco se lanzó. Le gustan los musicales, así que no descarto hacer alguna visita ocasional y ver teatro decente en buena compañía.
Pero, borrachera improvisada aparte (pues siempre supe lo que hacía al decidir irme a Madrid), hay un segundo motivo que me animó a ir -o volver a ir, ya que había estado ya una vez-: echarle un vistazo como ciudad en sí. Estoy a años luz de tomar una decisión, pero el hecho de que sea una ciudad grande hace que posea varias cosas que me llaman la atención lo suficiente como para que se me haya pasado por la cabeza trasladarme a vivir a esta ciudad: escuelas de idiomas donde estudiar lo que uno quiera, desde polaco a turco o japonés; teatros con una variedad de obras incomparable; cines en versión original; y por supuesto, gente y en concreto chicos gays a patadas (imposible casi encontrar dónde cenar en Chueca un martes por la noche).
¿Qué opináis de esta ciudad?

miércoles, 1 de agosto de 2007

¿Qué van a tomar?




Los camareros tienen toda mi admiración. En especial aquellos que trabajan en lugares concurridos, que -al menos antes de que aparecieran esas máquinas modernas- toman nota hasta de memoria de pedidos complicadísimos y que son capaces de llevar en una bandeja multitud de vasos sin derramar una sola gota.



Mi gen del Parkinson viene activado desde nacimiento.