sábado, 29 de abril de 2006

Docentes varios


Existen muchos tipos de profesores. Los alumnos los odian a menudo, posiblemente porque son quienes conviven con ellos día tras día en el aula y quienes toman las decisiones de aprobarlos o suspenderlos.
No sé si ustedes mostrarán su acuerdo con la siguiente clasificación; en cualquier caso tampoco me importa lo más mínimo.
1) Profesor falomáster.
Su virilidad física, cuya base consiste en la envergadura corporal de su cuerpo, los rasgos faciales agresivos de su cara y su tono vocal grave de su voz, consiguen imponer respeto tan pronto como pisa la primera baldosa del aula. Los niños obedecen sus mandatos sin rechistar y si se ríen de él no lo hacen a viva voz sino mediante papelitos, enuresis neurótica, espasmos vesiculares y elaboración de cortometrajes sarcásticos. Cuando se trata de alumnos mayores de edad, suele provocar risa y, a alumnos huérfanos de madre y biberón, admiración. El falomáster, descendiente directo del homo sapiens lodel ciclopens, descarga en el aula la energía negativa que le provoca su escasa capacidad para lograr una alteridad comunicativa con su esposa e hijos. Es por eso que la jubilación de esta especie tiende a ser una de las más celebradas.
2) Profesor entre la basca.
Cuando los alumnos descubren que la persona que va a darles clase no es un carcamal senil sino alguien relativamente joven, e incluso recién salido del horno de las oposiciones, lo reciben con alegría por dos motivos: el primero, que pertenece a los estudiosos, porque les inspira confianza para expresarse y cercanía para hacerse su amigo; y el segundo, abanderado por los vagos de la clase, porque ven en este energúmeno un toro sencillo de lidiar, sobre todo si es una fémina tímida de voz dulce. El profesor entre la basca desciende del homo aprobis justis, pero no se le debe considerar como una manera de ser sino como una mera etapa: normalmente, a los dos o tres años de experiencia, hace capullo y se regenera en cualquiera de los otros tipos existentes. Una de las razones que provocan esa transformación es el estrés proveniente de los alumnos, que por su frágil experiencia y/o timidez abusan de él y le provocan operaciones de cuerdas vocales en cuanto se despista.
3) Profesor dialectal.
Hasta el momento se le conoce como el único tipo de profesor cuya fama le precede; así, los alumnos saben de sobra qué se van a encontrar en sus clases mucho antes de que éstas sucedan. Incluso llegan a crear leyenda. Su característica fundamental, que queda medianamente dibujada en el adjetivo que le hemos asignado, es la de ser incomprensible: los chavales, niños, adolescentes o universitarios procuran por todos sus medios comprender lo que ese individuo parlotea desde detrás de su mesa, pero el idioma que utiliza es distinto y nadie lo logra. Sucede por fin que los dos o tres alumnos más constantes, una tarde de ésas, hallan en sus ratos libres las claves de su dialecto particular, lo cual se recibe con alegría en el aula y, con el tiempo justo, buena parte de los chicos terminan aprobando en junio o la repesca, aunque con notas bajísimas que en ningún caso motivarán al dialectal a modificar su manera de expresarse sino a reiterar su pésima opinión de las nuevas generaciones de estudiantes. Los profesores dialectales, que descienden del homo ojonis tesentiendi, llegan a sus tumbas en el mismo estado en que inauguran su carrera educativa pero algo desmejorados por la edad: cansancio, deformación de manías, crisis de los cuarenta, cincuenta y sesenta, culto al fútbol, grasa abdominal, pérdida de amistades y añoranza del priapismo.
4) Profesora de falda para agarrar.
Prototipo que está quedándose anticuado dado el gran número de mujeres que buscan la igualdad entre sexos llevando pantalón, se dedica casi siempre a la educación infantil, que actualmente abarca desde los cero a los seis años; desciende del homo queeris plumis. Lleva falda porque así los niños, a esas edades enormemente egoístas, pueden tirarle de ella cuando su compañero de mesa ha cogido su juguete favorito o le ha metido la tijera en el ojo. Lamentablemente no suele llevar falda para alumnos mayores de catorce años y si lo hace suele ser poco agraciada.
5) Profesor graduado.
Desciende del homo japis chupis. Cuenta a menudo con el beneplácito de su alumnado –si es que éste posee la edad suficiente para ello- en cuanto a su actitud habitual en clase, porque su actitud habitual en clase es que no tiene actitud habitual en clase. Tiene actitud habitual en el bar, donde se surte con vasitos de coñac y cerveza, y el aula se convierte en el lugar donde va a parar de vez en cuando, generalmente después de la hora del almuerzo. Aprobar su asignatura se convierte en tarea fácil para cualquier alumno excepto para los empollones, que se niegan a perder el tiempo en su clase, lo denuncian a dirección y, cuando se entera de quiénes le han delatado, se sirve de la libertad de cátedra para suspenderlos.
6) Profesor imán.
No importa las clases que imparte ni las notas que pone, sino su sonrisa, su cuerpo y su paquete. Descendiente del homo perfectis concanis, provoca miradas apasionadas de sus alumnas, que adorarán sus canas (,) de poseerlas (,) así como sacará del armario a algún heterosexual indefinido. Suele ser hombre y casi nunca gay, por lo que sus féminas se dejarán sobar tímidamente si tienen entre trece y dieciocho años.
7) Profesor breve.
No desciende de nada porque apenas tiene tiempo para hacerlo. Tampoco le da para dar clase, pues se dedica eternamente a cubrir puestos de otros profesores que están en sus casas fingiendo resfriados o revolcándose con la parienta. Los alumnos aprenden un setenta por ciento menos que con su profesor habitual, así que el centro escolar guarda un mal recuerdo de él y jamás se plantea volver a contratarlo. Suele suicidarse pronto, no como los demás.
8) Profesor pantalla.
De edad variable, siente una pasión clarísima por las nuevas tecnologías. Apenas utiliza la pizarra porque siempre que le es posible se sirve del vídeo, de internet y de las transparencias. Como buen profesor escoge de estas novedades la más aburrida, es decir, las transparencias, que los alumnos tienen que copiar a velocidad de galgo mientras él las lee en voz alta con, eso sí, un marcado acento de profesor por el que le pagan. Desciende del homo prosnobis gertrudis.
9) Profesor pasión.
La variabilidad de sus entonaciones es similar a la de las señales de los sismógrafos aéreos. Sus clases son tremendamente aburridas porque apenas le quedan ganas de emocionarse tras años y años de contar exactamente lo mismo. No siente interés por hacer cursillos de reciclaje, de manera que nunca descubre que existen maneras distintas de explicar las mismas cosas. Descendiente del homo tediosis terribilis, cuando llega a los cincuenta pasa a la universidad o, si ya estaba en ella, consigue un puesto de decano o vicerrector. En su mayoría los universitarios acuden a sus clases los tres primeros días, más tarde emplean ese tiempo en catar cafeína y después se presentan al examen, que aprobarán a la primera para envidia de quienes lo han soportado durante todo el curso.
10)Profesor útil.
Utiliza un lenguaje comprensible, sabe resumir aquello que quiere transmitir y comprende los problemas de los alumnos. Muestra verdadera pasión por la materia que imparte y la contagia a su alumnado, que a veces estudia carreras relacionadas con la materia que el profesor útil imparte. Desciende del homo profesoris verdaderis y, como se imaginan ustedes, resulta difícil encontrarlo en el aula. Tanto es así que apenas unos pocos estudiantes terminan conociendo más de cinco ejemplares en toda su vida como alumno.

viernes, 28 de abril de 2006

Qué monada de cría.


Salía en el periódico el otro día:
"Una niña de 12 años fue arrestada el lunes acusada de asesinar a su padre, a su madre y a su hermano pequeño. Los cuerpos fueron hallados en el hogar de la familia en Medicine Hat, Alberta (Canadá), por un compañero de juegos de la chica, que espió la casa por la ventana el domingo por la tarde y corrió a contárselo a su madre. La niña fue arrestada en la provincia vecina de Saskatchewan junto a un hombre de 23 años que se supone fue su cómplice."
Tres cosas a destacar. La primera, fascinante que una criaja se cargue a toda su familia. Me recuerda a la Marta que salía en la segunda parte de mi saga Titanic (bote de tomate). La segunda, me encantaría haber visto al amigo de la asesina descubriendo los cadáveres y el descojone de su madre cuando el hijo le fuese contando lo que había visto. Y tercero, me ha dejado k.o. el hecho de que se refieran al cómplice de la niña como "un hombre de 23 años"; uf, ¿ya soy un hombre? Joer, no sé si la idea me gusta.
A ver quién tiene cojones ahora de encargarse de la adopción de la muchacha. "Es un encanto de niña, mírenla, aunque tiene la mala costumbre de ir asesinandito a sus familiares. Cosicas que tiene ella."

miércoles, 26 de abril de 2006

Primavera postmoderna


Qué bien. Ha llegado la primavera. Mil días tarde, pero ha llegado. Y cómo se disfruta de ella: de repente, las erecciones son más frecuentes (¿verdad, chicas?), el chochomil por ciento de los hombres están buenos, el verano se acerca...
...pero chéeeeee! Digo, cooooooo! Esperáaaaa. Que antes está la astenia. La astenia, que no es un gusano que tenemos en el cuerpo sino una especie de depre que toca en primavera, nos invade. Por lo menos a mí (¿es una invasión o no, eh?). Juntamos la astenia con las semanas con puentes y la vagancia consustancial al ser humano, y hale, mezcla de mierda asegurada.
Y ni ejercicio moderado, ni horas de sueño justas ni gaitas en vinagre.
Ayer recuerdo la sensación abrumadora de que hasta darle al intermitente me daba pereza. Pero literal, ¿eh?
Asténianse de leer esto los asténicos.

martes, 25 de abril de 2006

¡¡Felicidades, Dorothy!!


Espero seguir acompañándote en tu camino de baldosas amarillas.

domingo, 23 de abril de 2006

La dueña del agua.


Aquella noche me acerqué por primera vez al lago.
Las aguas mansas y el cantar de los grillos me atrajeron. A unos metros, hacia el bosque, mi tienda de campaña, iluminada por la hoguera. Aunque la noche era fresca, no pude resistirme a darme un baño.
Dejé en la orilla la toalla. Mis pies tocaron la línea mansa del agua; la ondularon. El agua estaba fría. Seguiría entrando al lago. Nada como flotar como ligero, volar aunque mojado.
Estaba solo. Apenas unos grillos escuchaba. Pero estaba solo. Con el agua, con su paz, con su frescura; con mi cuerpo, con la hoguera, con la tienda de campaña. Contacto con la naturaleza, aislado, paraje destinado a hacer pensar al solitario.
O creí estarlo. La luna y su luz me despistaron, y el sinnúmero de estrellas. No me asustaron los ojos de la señora, sino el pensar en cuánto rato hacía que me estaban observando. Pero ella no se movió. Cual conejo iluminado, no ejecutó movimiento para uno u otro lado. Simplementé me miró. En su mano sostenía un brazo.
O eso quise pensar yo, lo del brazo. Pero que me miraba es seguro. Y que no se movía. El silencio se imponía, no me propuse romperlo. Aquella mujer no era nada, una figura en la noche, de ojos brillantes, de mirada de fantasma. Yo, estando quieto igualmente, creía no ser mirado. Mas sus ojos me explicaban que andaba yo equivocado. Pensaba que, de salir del agua, ella me perseguiría por haber roto el silencio, quebrantado la armonía, interrumpido el bautismo de su brazo consagrado.
No sabía si esperar a que actuara o ignorar sus ojos fijos.
Y me moví.
Ya no la vi. La sentí detrás, su aliento. Sé lo que piensa hacerme. Cortará uno de mis brazos y el cuerpo lo echará al lago.
Por fin noto su pelo mojado.
Me está mirando.

jueves, 20 de abril de 2006

Me iré asomando.

Hola de nuevo.
Tomando la frase prestada de rock lobster (escritor del siglo XXI que no procede presentar ahora), "No lo sabéis, pero he vuelto".
El lunes decidí que estaba harto de tanto internet. Los diez días que he tenido de vacaciones los he pasado en buena parte navegando en Internet. No puedo decir exactamente que me arrepienta de ello, pues me he entretenido muchísimo. Sin embargo, una vez acabadas las vacas, y los toros, observé -como suele pasar- que había leído muy poco (¡aún sigo con La montaña mágica!) y que no había comenzado a estudiar.
Y aprovechando que estaba algo quemado de tanto navegar por aquí, me dije: ¿y si recurro a la lamentable opción de coger el cable que me une a la red telefónica y me lo llevo al colegio?
Así lo hice. Línea telefónica tengo, claro, pues el cable que me he llevado es el del ordenador, más largo, que alcanza a lo largo de toda la habitación.
He estado sin usar internet tres días, de lunes a jueves. No es gran cosa, pero por el camino me habré zampado unas ochenta páginas de la citada novela y he comenzado a estudiar, después de tres meses planeándolo, Estadística aplicada a las ciencias sociales -estoy estudiando, a paso de tortuga, Antropología Social y Cultural por la Uned-.
Así que, queridos amigos, creo que la técnica que denominaré "Como no hay cable, me jodo y no me conecto" está funcionando, por lo que hoy me estoy despachando a gusto y de nuevo me suicidaré a nivel blog-emailítico durante los próximos días.
Echaré de menos, como he hecho desde el lunes, vuestros comentarios, blogs y sardinas en lata, y por cierto os ruego que recordéis que si quedáis para algo por aquí no lo leeré. Pero a cambio continuaré dedicado a labores algo más dignas de un ser con cerebro.
Sin ánimo de ofender.

sábado, 15 de abril de 2006

PRISMÁTICOS
Sí, claro.

Me engañas con el roce de tu cuerpo,
como siempre. Soy hombre y por eso
interpreto como nuevo lo que es viejo
y repito el mismo error.
Veo tus manos, tu cara y tus brazos.
Sobran las palabras porque hay tacto,
falsa no-distancia, yo engañado.

En verdad es ilusión material,
juego de sentidos, chistes cognitivos,
de esas falsas percepciones
que tientan la risa.

Pero esos dientes blancos
dibujan una luna opuesta
cuando entienden que eres falso,
que estás aquí de verbena,
de pasada, sin cadenas.

¿Qué quieres: que espere
a que estés de vuelta
para darme el mismo trato?
¿Qué quieres: que me lo crea?

Sí, claro.

miércoles, 12 de abril de 2006

Para vosotros, aquelarrianos

Soy consciente de que desde hace tiempo le debo un post a mi (ex) grupo de teatro. Tampoco será hoy, porque quiero reunir la inspiración adecuada. Por ahora me limitaré a decir que es curioso cómo lo que más me inspira a la hora de escribir es la gente que conozco. Suena lógico, claro, pero resulta que lo que más me gusta de lo que he escrito, o al menos lo escrito con más gracia e inspiración, ha estado basado tan directamente en gente real que ellos han salido a menudo con sus mismos nombres (véase la saga Titanic, con esos dos preciosos tochos de centenas de páginas). La palma se la lleva el personaje de Dorothy (Cárol) y varios de mi (ex) grupo de teatro. Os dejo a continuación con un inicio de obra de teatro que en alguna ocasión escribí, que se quedó en eso, en intentona, y en la que salen los citados actores. Imaginarme a sus protagonistas diciendo eso a su estilo y al público asistiendo a semejantes chorradas, me encanta. Probablememente a quienes les haga más gracia sea a quienes salen, desde luego... ;)
“HUBO UN AVIÓN QUE HIZO DIANA EN EL PILAR DE LAS TORRES GEMELAS”

(Se hace la luz poco a poco en el escenario. Se observa a un individuo en la parte delantera; sostiene en alto, muy concentrado, un teléfono móvil. Tras unos segundos de silencio, suena “Frosti”, de Björk, durante más de treinta segundos, y después se interrumpe bruscamente. El individuo desciende ligeramente el brazo que sostiene el móvil y se dirige al público tras un nuevo silencio.)

JORGE: Acabo de bajármela de Internet. Es una nueva melodía para mi teléfono móvil. Aplausos.

(El público aplaude).

JORGE: No quisiera comenzar esta pequeña representación sin presentarme, porque es obvio que representar sin presentar antes es por lógica imposible. Con todos ustedes (se echa a un lado), y sólo durante el día de hoy, el increíble, el inigualable, el impredecible... ¡Jorge!

(Jorge sale del escenario y vuelve a entrar contento y saludando a la audiencia sin importarle que ésta aplauda esta vez o no.)

JORGE: Disculpen que no deje de toser en ningún momento. Bien, el asunto del que me gustaría hablarles es el siguiente. Todos ustedes han sufrido conjuntivitis en algún momento de sus vidas. Unos a los ocho años, otros a los nueve, los que menos a los diez... Estaban tranquilamente en clase, lanzando avioncitos de papel, cuando en la hora de matemáticas el profesor de repente dijo: “Hoy explicaremos los conjuntos”. Y durante más de tres semanas no dejaron de oír hablar acerca de conjuntos unidos, de a unión b, de a intersección c, de a unión b unión c...

(Salen Laura, Fabio, Alonso y Sara. Miran a Jorge, que hace de profesor. Uno de ellos tira un avión de papel.)

JORGE: Hoy explicaremos los conjuntos.
SARA: Mierda.
(Se van los alumnos.)
JORGE: Sin que ustedes se diesen cuenta, acababan de dar un paso hacia la madurez. Nunca volverían a ser los mismos que eran antes de conocer esos conceptos matemáticos. Desde ese día, iban a ser incapaces de concebir la vida sin conjuntarlo todo. Mamá, ¿te has fijado en que en la nevera está el conjunto de los alimentos? Papá, ¿sabes que en el botiquín está el conjunto de las medicinas? Abuelito, ¿sabes que en el cementerio está el conjunto de los muertos? A veces te miraban raro o te pegaban dos hostias, pero es que era contagioso lo de conjuntar. Mi abuela, que era muy rácana, con juntar dos pesetas ya era feliz. ¡Y parecía que no tenía estudios! Bien, ésta va a ser la historia de un chico que, después de madurar, llegó al instituto y... vivió algunas experiencias. Esperamos que el conjunto de espectadores lo disfrute.

(Jorge se va. Al mismo tiempo aparece Fabio, que se coloca donde estaba aquél.)
FABIO: Yo seré el chico maduro. Es porque doy el tipo de hombre serio. Pero antes de empezar quiero saludar a mi madre, que me estará viendo, a todos mis amigos, a todos los espectadores que cumplirán años dentro de una hora y, en especial, por supuesto, a mi profesor de matemáticas. (Saca un papel del bolsillo). Sepan ustedes que está terminantemente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el expreso consentimiento del autor. Hala. (Tose y vuelve a toser). Cuando yo llegué al instituto era un joven diáfano. Diáfano. Nadie me veía, no hablaba con nadie, curioseaba por todos los rincones... Era feliz con mi vida autista. Pero hubo una chica que me hizo salir de mi cascarón.

(Se hace una luz y está Sara de pie, mirando al público, a ser posible sin reírse.)


FABIO: Su nombre era Sara, aunque por supuesto ella no tenía la culpa. No es que su nombre no me gustara; es que simplemente ella no tenía la culpa. La chica me cautivó; no por su físico, porque nunca me han gustado las chicas altas y rubias, ni tampoco por su personalidad, pues nunca me fijo en las mamas. En realidad no me cautivó por nada, salvo por una cosa: por su carácter despistado. Sara vivía siempre en las nubes, y si eso era así, no era muy distinto de mi carácter diáfano. Así que intuí que teníamos algo en común.

(Salen dos personas y dejan dos sillas, en las que se sientan Fabio y Sara)

SARA (leyendo una hoja de papel): Nos han jodido la vida, pero bien jodida. Encima de matar a nuestro hijo, no nos dicen dónde han dejado el cadáver.

FABIO: Un día, en la hora de ética, a Sara le tocó leer una noticia del periódico. Habían asesinado a Néstor, un chico de trece años, y sus padres pedían que los asesinos, que habían sido detenidos por otros crímenes y habían confesado, les informaran del paradero de su hijo.

SARA (que ha dejado de leer y ahora vuelve a hacerlo): Esas fueron las palabras de Domingo, padre de Néstor. Afortunadamente, y para alegría de los familiares, el sufrimiento se terminó cuando tres días más tarde un pastor encontraba el cadáver del muchacho detrás de unos arbustos.

FABIO: Me encandilé del modo en que leyó lo de que encontrar el cuerpo sin vida de tu hijo es igual que dejar de sufrir. Cualquier otra persona se habría detenido extrañada, pero Sara no. Sara leía.

SARA: Los padres acudieron al tanatorio para asegurarse de que se trataba de su hijo. A la salida del recinto pudieron confirmar a los periodistas la triste noticia. Se había acabado la esperanza para ellos. En el número de mañana de nuestro periódico les comunicaremos cuáles han sido los resultados obtenidos tras la autopista.

FABIO: En ese momento yo me partí de risa con todas mis ganas. Sólo ella, supersara, podría haber dicho autopista en un momento como aquel.

SARA: Sólo yo, súpersara, podría haberlo dicho.

FABIO: Sólo ella.

SARA: Pero es que además lo dije.

(Se apaga la luz de Sara, que puede optar entre irse de escena o hacerse un dedo mismamente).

FABIO: Después de esa tontería supe que la quería conocer. Siempre he tenido debilidad por la gente que parece despistada. Así que empecé a pensar en una manera de entrarle que no quedara muy artificial.

(Sale Laura devorando una piruleta. Fabio la mira.)

FABIO: Oye, ¿qué haces aquí?

LAURA: La fotosíntesis. (Silencio). Estoy chupando una piruleta.

FABIO: ¿Por qué?

LAURA: Porque tú estás chupando escena todo lo que quieres.

FABIO: Pero es que yo...

LAURA: Sí, ya lo sé: eres el protagonista.

FABIO: Largo de aquí.
LAURA: Zorra. Siempre igual.

martes, 11 de abril de 2006

Dos mil pollas.


A riesgo de sonar como el típico e-mail que nos llega comentando que mire usted, que tenga mucho cuidado porque en una calle de Segovia le cortaron a uno el dedo meñique y no salga nunca a la calle porque quizá le pase lo mismo, os contaré brevemente lo que me sucedió, porque os puede pasar cualquier día de éstos.
A la salida del Alcampo de Utrillas, un chico (por cierto algo tartamudo al hablar, con lo cual no entiendo cómo le habían dado ese trabajo) se me acercó preguntándome si tenía un minuto para hablarme de una nueva tarjeta.
-Es una tarjeta Visa totalmente gratuita con la que obtendrá descuentos en viajes, hoteles, etc.
Insistí en si nunca de los nuncas me costaría un euro y terminé haciéndomela.
Unos días después me llegó a casa. De esto hará dos meses o tres y ni siquiera la he activado porque quizá nunca la use, pero como era gratis...
Aún menos después de lo siguiente. Como dos semanas más tarde, me llamaron por teléfono:
- Le llamamos para informarle de que en cualquier momento puede activar su tarjeta.
- Muy bien, gracias.
- Le informamos de que con ella también podrá solicitar microcréditos de dos mil euros que luego podrá pagar en cómodos plazos. ¿Qué le parece?
- Muy bien.
- De acuerdo. Si es así lo tendrá disponible en cuarenta y ocho horas. Es una oferta que sólo le ofrece esta tarjeta.
Yo me quedé algo mosqueado con el posible doble sentido de la conversación: ¿me estaba describiendo las posibilidades de la tarjeta o yo, con mis ajá ajá ajá, estaba diciendo que sí a una petición de préstamo?
- Oiga, perdone, no sé si quizá me confundo, pero no estoy interesado en ningún préstamo. Por ahora no lo necesito.
- ¿No? Yo estaba tramitando ya la operación.
- No, no, por ahora no estoy interesado.
¡Uf! ¡Por los pelos!
Así que ya veis, queridos amigos. Todo lo que sea sacarse pelas se puede comenzar con un "Sí, muy bien" que uno no ha dicho como inicio de nada, sino como mero ajá. De manera que, como ya hemos oído todos muchas veces, los contratos por escrito y con firma y letra clara.

viernes, 7 de abril de 2006

AMOR
Te pasa por gilipollas.
¡Si es que eres subnormal!
Confundes la limonada
con un bote de aguarrás.
Te pones cuatro cubitos,
ginebra y, en plan relax,
te lo metes al gaznate
y hale, a la mierda esófago.
No rima, pero es verdad.
Urgencias se descojona
con tus despistes mortales.
Tus visitas son mensuales
y, claro, de gravedad.
Y mamá, que es enfermera,
reconoce tus quejidos
como un familiar sonido
que en el trabajo la espera.
Bueno... en el fondo yo sé
que no eres un despistado
sino un loco enamorado,
¡¡así que basta de farsas!!:
cuando el cura mencionó
que acompañarla debías
en enfermedad y salud,
no debiste confundirlo
con volverte pocho tú.
Ay, tus lecturas literales...
Papá, es que eres la ostia.

miércoles, 5 de abril de 2006

Hoy estoy alegre porque...


...he dado de comer pan a un burro.
...he estado cantando música en mi casa.
...se acercan diez días de vacaciones.
...de nuevo recupero la sonrisa.
...se avecinan cenas con amigos.
...sobre todo, sobre todo, ¡¡porque me sale de los huevos!!
...y porque vuelvo a poder.

lunes, 3 de abril de 2006

VENDRÁS
Si te acercas a mí con tu mirada de ángel,
¿no comprendes que no puedo resistirme?
Dentro de mi cuerpo una llama resurge,
cenizas olvidadas casi subterráneas.
Si te acercas a mí con tu mirada de ángel,
¿no comprendes que no puedo rechazarte?
Apuesto a que me tiendes un hilo alrededor,
una apuesta química que vence, siempre,
a lo que antes pensaba para borrarte.

Si te acercas a mí y me tocas,
sabes que vences, jaque mate.
Me quitas la ropa, me despojas de todo,
haces de mí un fan dislate.
Si se conjugan tus caricias y tus miradas
me asesinas durante unas horas.
Desaparecen los despertadores,
las ciudades, mi interior mismo.
Y anulado, descargado, ido,
me camelas todo lo que quieres.
¿Cómo lo consigues? ¿Dónde lo aprendiste?
¿Dónde está el maestro que te dio lecciones?

Vacío pero lleno, pillado pero feliz,
siento tu deseo. Sabes acercarte
y tenerme dentro, palpar mis resortes,
provocarme espasmos de felicidad.
Conoces mis vicios y los aprovechas,
eres un pillín, ¿lo sabes? Te quiero.

(Lo he dicho, te quiero.
O al menos ahora, en este momento,
eso es lo que pienso.
Aunque luego te irás.)

sábado, 1 de abril de 2006

El porqué del souvenir


El jueves nos fuimos de excursión a Teruel.
Exceptuando que tuve que madrugar a las seis de la mañana y regresé a las ocho de la tarde, fue un día estupendo.
Primero, asistimos a un concierto donde hicimos un rápido repaso a diversos estilos musicales. El saxofonista tocó un blues precioso.
Después, con guía y todo, nos plantamos en la plaza del Torico y vimos las torres de la ciudad, así como la imagen de los amantes que hay en la escalinata del Óvalo. La guía nos contó las historias tanto del torico como de los amantes.
Comimos en una escuela - hogar y por último tuvimos la oportunidad de entrar en una fábrica de cerámicas, donde presenciamos en directo la labor de unos alfareros y de unas mujeres que pintaban a mano, en silencio y con una paciencia abrumadora, platos ya pasados por el horno.
Al final, se podía comprar alguna cosa, y yo me hice con el búho. En el fondo es un poco horroroso, pero un souvenir lo coges porque te recuerda una emoción o un sentimiento. A mí me encantó poder tener la ocasión, y así el resto de mi vida laboral, de revivir oportunidades de aprendizaje por las que en su momento pasé con una motivación justa -la del estudiante obligado-. Fue una gozada. :-D
Próxima excursión: a la granja - escuela de Movera. ¿Qué haré: traerme un cerdo bajo el brazo?