jueves, 29 de noviembre de 2007

Horror.

-Hola, Diana, ¿cómo estás?
- Bien, aquí andamos, ¿y tú?
- Bien. Bueno, podría estar mejor. El otro día se murió mi abuelo.
- Oh, vaya, cuánto lo siento.
- Lo peor de todo es que se murió vivo. Es un horror cuando pasan esas cosas. Una se pregunta por qué Dios desea tanto sufrimiento.
- Si es que el mundo se ha vuelto loco.

lunes, 26 de noviembre de 2007

jueves, 22 de noviembre de 2007

Nueva adolescencia.

Este martes terminé, por fin, mis visitas al dentista. Para una lista detallada de lo que me han hecho en la boca les remito a ustedes a un post de agosto o septiembre. El hombre me regaló un cepillo y pasta de dientes. Qué menos, se va a poder ir de vacaciones una semanita a mi costa.

Pero todavía no ha acabado todo. Planeo regresar de mis vacaciones de navidad con una ortodoncia en la boca para intentar que los piños superiores no sobresalgan como hasta ahora. Así que próximamente visitaré a otro dentista -porque éste no lo hace- a ver si me coloca unos aparatos discretos que puedan hacer algo.

Mientras tanto, queda claro, aparte de en los ojos, en qué nos parecemos mi hermano y yo:



lunes, 19 de noviembre de 2007

Concurso de traslados.

Aquí podéis verme el pasado viernes, absolutamente dedicado a decidir a qué colegios deseo moverme el próximo curso.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Un día especial.

Salí a la calle, y el barrendero movía su escoba al ritmo.
Los coches habían puesto sus intermitentes, que se encendían y apagaban al unísono.
Yo, sin darme cuenta, había comenzado a andar haciendo una secuencia marcada por la melodía.
Además, los peatones sonreían mientras movían sus cabezas de izquierda a derecha blandiendo una sonrisa que no podía ser más extensa, y que se me contagió.
Y de tener ese rostro de alegría, ésta me vino de inmediato.

Así que decidí deshacerme del abrigo, que me molestaba, y de la maleta, que no hacía más que agudizarme un eterno dolor de espalda. Quedaron diseminados ambos objetos y su contenido por la calzada, pero no importaba, porque la música sonaba, definitiva y claramente, por toda la ciudad.

Se celebraba, y yo lo había olvidado, la festividad de la Música Imparable. Hasta que se pone el sol, es costumbre olvidar las obligaciones personales, excepción hecha de médicos y otros colectivos irrenunciables, y dejarse llevar por lo que uno siente dentro de sí. Aunque es el día del año en que más heridos y muertes se producen, pues dejar salir el impulso individual supone deshumanizarse casi del todo, la celebración, además de un proceso catártico, nos recuerda el origen animal del ser humano y el conjunto de reglas de que nos servimos el resto del año para convivir en armonía.


Desde aquí, recomiendo que el lector escuche la música con los ojos cerrados y baile y cante si así se lo pide el cuerpo. A buen seguro que unos minutos después se sentirá mejor y más dispuesto para volver a la rutina social.

lunes, 12 de noviembre de 2007

El niño malandrín.

Tras años de búsqueda, hace unas semanas encontré por fin la fruta que una vez había probado. que me había fascinado y cuyo nombre no recordaba: el kaki. Es dulce, no tiene hueso y se puede comer con piel. De los supermercados cercanos, sólo lo encuentro en el Alcampo, y allí que fui.

Mientras hacía la compra en la zona de frutas, un niño de unos cinco años con cara de pillo se me quedó mirando fijamente mientras metía unas peras en una bolsa. Su mirada era descaradamente directa y me hizo sentir incómodo, pues allá donde fuese, él seguía mirándome. Resistí la tentación de preguntarle si le parecía un bicho raro o algo. Entonces uno de sus familiares empezó a hablar; la hermana y la madre del niño me parecieron. Hablaban a voz en grito y con un acento tremendamente barriobajero. Entonces comprendí que al niño nadie le hubiese explicado que estaba mal ponerse a metro y medio de una persona y mirarla descaradamente.

La poca aptitud de esa familia para educar al niño quedó patente del todo cuando una de las mujeres aquellas dijo a voz en grito:

-¡Mira, ahí están las malandrinas, pues bien baratas que están!


Al pobre niño malandrín le pitarán los oídos a lo largo de su vida, pues a partir de ahora esta breve historia será lo que cuente ante muestras de desgana y desmotivación de algunos alumnos.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Huit femmes (Ocho mujeres).

Éste es el título de una película que me sorprendió gratamente debido a su peculiar mezcla: sólo mujeres en escena, un asesinato en una casa del cual todos son sospechosas y, lo más sorprendente, ¡números musicales entre medias! Y tremendamente pegadizos, como podéis ver.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Pausas o calmantes.

Por aquello de ser de la especialidad de inglés, toca dar clases de dicho idioma a los alumnos de infantil. Francamente estos alumnos no me resultan nada atractivos; eso de que su capacidad de atención se agote con tanta facilidad y de que todo tenga que tener la forma de un juego atractivo requiere demasiada energía.
Aunque en este pueblecito los alumnos a los que englisheo son poquitos, hay días en que están insoportables, como cualquier neighbour´s son. Y hay dos modos chorras que utilizo para centrarlos en la tarea:
1) No sé quién me lo contó, pero es realmente eficaz: consiste en alternar dos palmadas con dos "chssst, chssst" con el dedo delante de la boca y repetir varias veces la secuencia rítmicamente. Los encantadores niños se ponen a imitarte automáticamente.
2) Este segundo modo es de cosecha propia. Consiste en decirles que vas a contarles un cuento. Eso les encanta, y enseguida guardan silencio una vez se han colocado en semicírculo para escucharte. Cojo un libro cualquiera y anuncio que voy a contarles el cuento más corto del mundo. Dejo unos segundos de intriga y, mirando la primera página, digo: "Érase una vez... que comieron perdices".
Y dejándoles apenas dos segundos para reaccionar, y por supuesto en voz bajita, empiezo por fin mi clase en inglés.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Deformaciones.