lunes, 30 de enero de 2006

San Valentín y la blancura

Indudablemente es una sensación extraña la de, por trabajar fuera de la localidad de Zaragoza, tener que madrugar el día 30 de Enero y comprobar -sin mucha sorpresa, claro- que las calles están desiertas, que la ciudad duerme y que aquí un servidor, aparentemente por amor al arte, camina por la acera camino al coche como si fuese domingo y desease ir al colegio por echarlo de menos.
En cualquier caso, no he sentido mayor pereza que la de cualquier lunes (que trato de aminorar permitiéndome comer de lata de pote gallego, es decir, sin cocinar a las siete de la mañana) y hasta cierto placer rarito en ser de los pocos que salían de casa tan pronto.

Claro que cuando, pasados diez minutos del comienzo de las clases, la nieve ha hecho su aparición, la cosa ha cambiado. Y cuando tres horas después la mañana terminaba y las madres de los pueblos cercanos se negaban a traer a sus hijos por la tarde por temor al estado de las carreteras comarcales, la cosa ha sido ya preocupante. Los propios padres nos han sugerido que nos marcháramos ya al mediodía, pero claro, investigando en sindicatos (de Huesca y Teruel, pues los de Zaragoza estaban chapados) hemos descubierto que de saberse en inspección que habíamos abandonado el puesto de trabajo a mitad de jornada, se nos podría descontar el día de sueldo -y la parte que descuentan no es precisamente el sueldo dividido entre 31 días, sino bastante más...-. Así que como el mundo es así de maravilloso y se daba la circunstancia legal de que si la carretera estaba pasable no había motivo para irse y si estaba mal tampoco pues ya era imposible usarla, hemos decidido quedarnos hasta las cinco en el colegio, como siempre, aunque con menos alumnos de los habituales.
En estos momentos todavía desconozco si el puerto de Paniza y el kilómetro comarcal escaso que me separa de la carretera principal estarán transitables a las cinco, aunque aparentemente el hecho de que Jesús, el profesor itinerante de educación física, haya llegado hasta el colegio parece indicar que sí.

De todos modos, mecagüen san valentín, su ámbito local y la blancura que irradia el mundo cuando me toca conducir a mí.

Huy, si además no debía quejarme, que tengo muchas vacaciones...

viernes, 27 de enero de 2006

Sí, SÍ, ¡SIIIIII!

Harry Potter and the Goblet of Fire ha ocupado dos meses de mi vida literaria; no había ganas de leer. El libro, además, no me ha parecido nada del otro jueves.
Y ahora, ¡por fin!, he encontrado un libro que me ha enganchado. Se podría denominar novela histórica, aunque no deja de ser la típica de misterio-aventura estilo elcódigodavinci; la nombro sin ánimo de recomendarla, pero se lee bien: El anillo, de Jorge Molist. Eso sí, describe Barcelona continuamente, y lo hace de tal modo que dan ganas de ir a verla.
¡Sí, SÍ, SIIIII, estoy leyendo! Cojones, que me cuesta últimamente...

jueves, 26 de enero de 2006

Tú de rosa y yo de azul.


Si el otro día hablé de la lerda a la que se le desmontaban los periódicos, hoy la tele me ofrece un tema algo menos frívolo. Y eso que...
Ha salido en El diario de Patricia. Unos hijos han acudido al programa para reclamar cariño por parte de su padre. El padre, de algo así como cincuenta y cinco años, creía haber hecho de padre ejemplar, y sin embargo ha descubierto que no era así: los retoños se quejaban por no recibir nunca llamadas suyas de hola qué tal, por no ser cercano... Después de un cierto desacuerdo, Patricia ha sembrado la paz pidiendo al padre que comenzara a ser más risueño en ese mismo instante. "¿Cómo lo hago?", ha preguntado el padre. Y enseguida ha visto que se trataba, por ejemplo, de darles dos besos y un abrazo a sus hijos, cosa que ha hecho y con la ha finalizado la historia.

Lamentablemente, si con alguien he de sentirme identificado es con el padre. Salvo con mi pareja, bien sea la pasada (Javier) o con la/s que venga/n, con la que creo ser bastante cercano y cariñoso, me considero algo frío con la gente. Así, por ejemplo, ahí tenemos a Sonia, la chica que descubrió lo singular de volar en avión, o a Carolina, musa titánica, esperando dos besos de mi parte cuando quedábamos y quedándose, valga la redundancia, con las ganas de recibirlos. Mi madre, hace unos dos meses, también se quejó de lo seco que soy, y desde entonces le doy dos besos cada vez que la veo, cosa que antes sólo hacía cuando ella los comenzaba (generalmente cuando se iba de vacaciones durante unas semanas). En cuanto a los chicos, a los que doy la mano –salvo en el ambiente, donde es costumbre dar también dos besos-, prácticamente nunca lo hago realmente; gente como Fabio, que supongo que es víctima de mi mismo virus, imagino que está encantada o cuando menos le resbala que no shakeemos hands, pero a lo mejor otras personas como Jb u Óscar (amistad de reciente adquisición con la que, por parecer normal, trato de mantener ese contacto físico inicial) puedan encontrarlo más raro.

¿A qué se debe este comportamiento poco cercano? ¿A cómo me han educado en mi familia? Quizá, aunque, si se permite una recomendación literaria, ésta sería una respuesta demasiado sencilla si leéis El mito de la educación, de Judith Rich Harris, que ningún padre o profesor debería ignorar. ¿A los diferentes roles comportamentales que comúnmente se adjudican a hombres y mujeres por separado? Puede ser otra parte de la respuesta, sí.

El caso es que desde aquí, igual que a veces hacen algunos ante Patricia, me comprometo a tratar de ser algo menos soso en ese aspecto. Ya llevo un tiempo procurando cambiar en ese aspecto, así que pido no un aplauso, pero sí vuestra comprensión y paciencia.

Dos besitos a todos. ;)

miércoles, 25 de enero de 2006

El descubrimiento: tonterida in the air


Hay malas ocasiones para descubrir cosas. Por ejemplo, cuando uno está inmerso en el propio suceso que está descubriendo y por tanto el mismo resulta ya inevitable.
Volviendo de Londres en avión, y compartiendo vuelo con Sonia, tuve la siguiente conversación con ella:
Jorge: Vaya ventanita más pequeña. Ni cabríamos por ella.
Sonia: Sí. Joer, cuánta nube.
Jorge: Lo del avión es genial. A chochomil metros de altura y hale, si te estrellas, te estrellas.
Sonia: Joer, qué gráfico.
Jorge: Pero es verdad. Porque estos cartelitos con las mascarillas ya me dirás para qué sirven.
Sonia: Pal oxígeno, ¿no?
Jorge: Supongo. Pero si se jode un motor o los dos y te caes pabajo, ¿qué? Te van a decir que agárrense fuerte y sonreirán.
Sonia: Chico, no sé (se quedó seria y algunas neuronas empezaron a rumiar).
Jorge: Que sí, maña. Si lo piensas es una pasada, porque no puedes hacer nada. Estás aquí subida y ni siquiera se puede salir por la ventana.
Sonia: Es verdad. (Sonríe, asiente). Lo cierto es que tienes razón. ¡Joder!
Y así se quedó la muchacha, toa estreñía, pensando en lo indefensa que se encontraba.
Seguro que nunca se olvidará de mí la próxima vez que ose volar.

jueves, 19 de enero de 2006

Para la posteridad

A veces tiene su recompensa perder un rato viendo la tele. En un programa de parejas, cuando un chico y una chica se estaban conociendo, él ha dicho que leía dos periódicos al día. La chica, con su seriedad y buena planta, ha comentado muy convencida que "a mí no me gustan los periódicos: huelen mal, ensucian y encima se desmontan". Para que luego digan que no hay profundidad en esta España nuestra. Ven a nosotros, María Moliner.

miércoles, 18 de enero de 2006

Hocus the Dinocroc y el resfriado


Estos días estoy pasando el típico resfriado. Se dice comúnmente que un resfriado dura una semana tomando la medicina adecuada y siete días si no la tomas; así que por ello estoy enfrentándome al proceso enfermil exclusivamente con mi salud jovenzana.
Podemos dividir un resfriado en tres fases:
a) De repente, percibimos que tenemos frío cuando el resto del mundo no lo tiene. Además, los estornudos ya no son pares, como cuando nos da el sol por primera vez por la mañana.
b) La mucosidad empieza a hacerse evidente, abundante y refocilante, a la par que nos obliga a respirar por la boca, lo cual se delata en invierno, cuando el aliento se ve.
c) Nos sentimos culpables por la cantidad de árboles que han tenido que construirse para fabricar todos los pañuelos desechables que estamos usando. Por si eso fuera poco, descubrimos la insospechada cantidad de situaciones en que es indecoroso deshacerse de una flema densa.
Yo acabo de pasar a la fase c (¿a que resulta fascinante? Si queréis puedo hacer fotos).

Me resulta imposible determinar si ha sido uno de los alumnos de mi colegio quien me ha contagiado; lo que sí que resulta palpable es la simpática manera en que puede que se lo esté pasando yo a ellos, en concreto a los alumnos del aula de Infantil. Cuando paso a esta clase, les enseño inglés utilizando las historias o formats de un personaje que se llama Hocus the Dinocroc. Contamos, gesticulamos y repetimos sus desventuras puestos en círculo, y eso de por sí permite que mis gérmenes se lancen con una facilidad cataléptica hacia las jetas de los muchachines; pero además, en la historia número tres con la que estamos estos días, Hocus y su amiga/pareja/rollete Lotus, a la que conoció en el format número 2 cogiendo fresas por el campo, deciden construir una casa y no hacemos más que dar vueltas en círculo para coger las piedras, las tejas, la cama, etc. Así que imaginen mis suciedades resfriadiles navegando por el aire y a los chicos girando en derredor como para asegurarse de que ninguno de ellos se queda sin su estupenda ración de futuras mucosidades.
Angelicos.

viernes, 13 de enero de 2006

Regresando a la realidad rural


Acabo de descubrir (sí, los cojones, diréis algunos) que volver de vacaciones de navidad es un gran tormento. (Yo no he tenido vacaciones de navidad, añadiréis otros; pero os ruego que no me volváis a interrumpir, que tanto paréntesis es antiestético). Han sido 16 días tranquilos de descanso, los cuatro últimos saliendo hasta las tantas, razón por la cual el lunes me pilló mal dormido, con cierta resaca, con cierto efecto tipo "Pero a ver, si yo hace unas horas estaba en un bar con la música a toda pastilla" y además, claro, con la pereza horrible de tener que recuperar el ritmo de trabajo de la jornada partida de los cojones o, como a mí me gusta llamarla, la jornada "prohibido tener ocio de lunes a viernes", apoyada por un grupo de padres lerdos, o bien obligados por sus horarios de trabajo, o bien víctimas de la dejadez pasiva mayor que se ha conocido desde que las lechugas ovíparas se manifestaron con saña.
El domingo por la noche y el lunes yendo en el coche, por cierto con varios grados bajo cero y bancos de niebla que convertían cada señal de tráfico en una sorpresa, mi estado somnoliento hacía vomitivo pensar que minutos después ocho niños iban a estar contándome, desde su alegría y su "como soy un niño, estoy vital aun habiendo dormido tres minutos esta noche", sus regalos de reyes. Yo hubiera preferido freírme los testículos a 200 grados, pero son efectos colaterales de ser maestro.
Y así, china chana, ha ido pasando la semana. El jueves y hoy viernes han sido ya mejores, con el ritmo más o menos recuperado; sin embargo, los despertares han sido horribles, y desde aquí lanzo un llamamiento ante el estupor que me provocan los pensamientos tan bestialmente negativos con que me levanto en días así. Afirmo en serio que si yo pronunciara ahora mismo, a lo cual me niego aunque me lancéis bises y trises, lo que se me pasa por la cabeza, creeríais que me faltan dos milímetros y medio para suicidarme o al menos para lanzarme al mundo del ceregumil en lonchas.
Pero, como digo, el ritmo está recuperado, a fuerza de realidad, claro: un niño de tres años que se te mea en el pantalón mientras tú tratas de esforzarte en tu representación de Hocus the Dinocroc en inglés, al día siguiente que se te caga en los pantalones, hoy viernes dos madres (las de siempre, ay, dios, yo es que las ahorcaría tan magistralmente) diciendo que prefiere que su hijo almuerce un sunny y un bollycao que una pieza de fruta; y yo, que propuse asociar un tipo de almuerzo diferente con cada día de la semana en favor de sus hijos y cuya idea cualquier pediatra y persona no subnormal apoyaría, miro la jeta de las señoras y pienso: pues vale, lo que queráis, a mí me pagan igual y llega el finde, así que sí, hínchalo a chocolate, y que te engorde todavía más la criatura, hija.

Creedme, lo peor de ser maestro no son los niños, sino los padres; y también, añado, los regresos de las vacaciones.
Que claro, como tenemos tantas, cualquiera va a quejarse salvo en un humilde blog...

domingo, 8 de enero de 2006

Voice, voice, voice.

- Sorprende descubrir, cuando ves Inspector Gadget ya de mayor, que la voz de este personaje la hacía Jordi Estadella.
- Sorprende descubrir la voz de vampiro del averno que tenemos al despertar por la mañana.
- Sorprende descubrir que esa persona que bajo las luces del bar te estaba enamorando en diez segundos, ha sido dotada con una voz que borra su encanto tan pronto como se lo habías encontrado.
- Sorprende descubrir que diez actores famosos extranjeros tienen la misma voz en las películas dobladas.
- Sorprende descubrir qué agudos son los niños pequeños, sobre todo cuando lloran y chillan.
- Sorprende descubrir que apenas escuchamos nuestra propia voz unos minutos en toda nuestra vida, cuando queda registrada en algún aparato grabador.
- Sorprende descubrir que haya tantas voces distintas.
- Sorprende descubrir que todos tenemos voz. Por ello os pregunto, ¿qué más sorprende descubrir?

miércoles, 4 de enero de 2006

Apetitos


Una vez que las personas homosexuales podemos casarnos en España, lo cual a veces me sigue pareciendo increíble sabiendo la de retrasados mentales que todavía lo ven aberrante, invito a una coñera reflexión acerca de qué pensarían los susodichos cerrados de mente si se encontraran con que existen páginas web para:
- Quienes se mueren por los chicos muy altos. (http://b2.boards2go.com/boards/board.cgi?user=Pugman/)
- Quienes adoran las personas muy gruesas o que están engordando por placer. (www.gainerweb.com)
- Quienes disfrutan viendo fotos morpheadas de chicos muy cachas, con dos penes, gigantes, transformados en piedra, paquetones inmensos, varias piernas... (www.metabods.com)
- Quienes se ponen viendo a chicos/as por web cam (véase uno de mis links).
Y otros muchos gustos perfectamente respetables pero indudablemente freakys.
¿Se imaginan ustedes al típico tío pepero short-minded, de 55 años y raya a un lado, vestido de corbata y con mocasines y Rolls Royce, descubriendo que su hijo se la machaca con fotos de tíos con penes agigantados por ordenador?
Yo es que me parto sólo de pensarlo. Ojalá todos tuvieran ocho hijos transexuales, pa que les diera un infarto y aprendieran de una puta vez.

lunes, 2 de enero de 2006

Tratemos de desatontarnos

Muchos dicen que utilizamos un 10% de nuestro cerebro en la vida diaria, y eso es falso porque a nada que uno se dañe una parte de él, enseguida no camina, no ve o reduce sus habilidades sociales (claro que a la gente le gusta crear mitos, como éste, que favorece la creencia en videncias y telequinesias); en todo caso, nos falta conocer bien una parte de él y sus interconexiones, pero no somos babosas con un cerebro pseudoinútil.

Bien es cierto que en ocasiones uno se replantea lo del diez por ciento (Maragall decía que era un tres). Por ejemplo, ¿qué provocó que hace un par de años, haciendo mi cama, de repente descubriera la conexión entre las tallas S, M, L y XL y las palabras inglesas Small, Medium, Large y eXtraLarge? ¿Por qué, además, no caí antes en ello?
¿Por qué esta misma tarde me he dispuesto a ver una película en versión original, una de Jacques Tati, y he desistido en el intento porque el cerebro de quien diseñó los subtítulos no comprobó que las letras blancas se leen de puto culo sobre una peli con continuas imágenes soleadas?
¿Por qué pasé siglos quejándome de que las sopas de sobre eran instantáneas en su preparación pero que exigían esperar luego mogollón hasta que el agua dejara de hervir y se enfriara y tuvo que ser mi ex quien me sugiriera verter los polvos de la sopa en menos agua y más tarde añadir fría el resto de la necesaria?
¿Por qué las personas enormemente cultas tienden a carecer de otras habilidades, como las sociales?
¿Por qué la gente no escribe con acentos?
¿Por qué la gente habla inglés tan mal (en España)?
¿Por qué me llegan e-mails de "Pásale esta mierda que he escrito en un momento horrible de aburrimiento a 124 personas o te saldrán granos en los ovarios"?

Y lo gordo, repito, es que utilizamos el 100% de nuestro cerebro; admítanlo, señores, aunque les cueste.

Animo desde aquí a la lectura de Hierro en las espinacas, libro barato y de lectura amena que por lo menos nos ayudará a cuidar nuestro cerebro haciéndonos coger un libro de una vez –que anda que no cuesta a veces-, nos aclarará el tema del uso del cerebro y nos quitará de la cabeza creencias erróneas, cien-por-cien irracionales, como la de que las espinacas es el alimento con más hierro, que las arañas son insectos o la de que sólo existen cinco sentidos.

Lean ustedes un poquíiiiin, haaaala, pooooorfa, que ha sío christmas.