He regresado de Argentina. Una experiencia magnífica que relataré como de costumbre en cuanto se me pase del todo el jet lag. Mientras, os dejo con la siguiente opinión.
Hace unos días descubrí que la librería zaragozana arriba mencionada me gusta mucho menos que antes.
Tengo dos razones para ello.
La primera es que, al poco de entrar, los dependientes se acercan enseguida a preguntar si pueden ayudarte. Considerable como educación o atención, si algo me gusta de una librería es poder echar un vistazo a los libros como si fuese invisible, y dado este cambio de actitud en los trabajadores, me obligan a decirles que no, que estoy guay solo y que me olviden.
En segundo lugar, tengo un motivo surrealista: al menos los libros del fondo de la planta calle huelen a limpiamuebles. Cuando yo entré estaban echando fusfús y limpiando con un trapo algunas de las estanterías de esta parte de la librería. Estuve un rato curioseando y me llevé tres títulos. Dos días más tarde comencé a leer uno de ellos y al principio creí que, quizá por contraste con lo que suelo leer -que pasa en casa muchos meses hasta que lo empiezo-, simplemente olía a nuevo. Luego me di cuenta de que no, de que ese olor penetrante pertenecía al fusfús que había visto usar y que su aroma embriagador me iba a acompañar a lo largo de todas las páginas de ese, menos mal, corto libro.
Pues eso. Que, en General, me pasaré menos por allí.
Hace unos días descubrí que la librería zaragozana arriba mencionada me gusta mucho menos que antes.
Tengo dos razones para ello.
La primera es que, al poco de entrar, los dependientes se acercan enseguida a preguntar si pueden ayudarte. Considerable como educación o atención, si algo me gusta de una librería es poder echar un vistazo a los libros como si fuese invisible, y dado este cambio de actitud en los trabajadores, me obligan a decirles que no, que estoy guay solo y que me olviden.
En segundo lugar, tengo un motivo surrealista: al menos los libros del fondo de la planta calle huelen a limpiamuebles. Cuando yo entré estaban echando fusfús y limpiando con un trapo algunas de las estanterías de esta parte de la librería. Estuve un rato curioseando y me llevé tres títulos. Dos días más tarde comencé a leer uno de ellos y al principio creí que, quizá por contraste con lo que suelo leer -que pasa en casa muchos meses hasta que lo empiezo-, simplemente olía a nuevo. Luego me di cuenta de que no, de que ese olor penetrante pertenecía al fusfús que había visto usar y que su aroma embriagador me iba a acompañar a lo largo de todas las páginas de ese, menos mal, corto libro.
Pues eso. Que, en General, me pasaré menos por allí.