Ayer viernes fue sin duda un día para olvidar. Anímicamente estuve bien, pero sin duda hubo varios hechos que me podrían haber invitado a quedarme en casa durmiendo y asqueado.
En primero lugar, había planificada para hoy una visita al museo minero de Escucha que ya lleva varios años en mente. Y justo ayer, cuando ya estaba todo preparado y había quedado a las diez en la puerta de mi casa para hoy, descubro que se me ha roto la patilla de mis gafas y que, al no poder conducir, la excursión es inviable (pues me niego a prestar mi coche a nadie, la verdad).
Por otra parte, me pongo a consultar mis mensajes de internet y me encuentro conectado en ese momento al chico de madrid al que quiero ir a visitar. Físicamente me encanta y yo a él también, pero parecemos gustarnos para algo más que para un encuentro breve. Hablando de cuándo vernos, surgen detalles que me empiezan a sonar mal. Me dice que vive con sus padres y que tendría que alojarme en un hostal; luego, al invitarle yo a venir, me dice que como trabaja, no puede; después, me dice que este lunes y martes tiene fiesta (contradicción primera), así que le digo que se venga y me dice que no puede, porque sus padres se marchan y le dejan al perro para que lo cuide; le digo que vale, que puedo ir yo, pero que entonces me puedo alojar en su casa; me dice que no, que su hermano viene y va a casa aunque vive con su esposa y que no le gustaría que viera que estoy yo (cosa que suena rara, nueva información sorprendente); le digo que bueno, pero que entonces por qué no le deja el perro a su hermano y se viene a zaragoza; me dice que no, que ya les ha dicho a sus padres que se va a quedar a cuidar al perro y que como es la primera vez que lo dejan solo, no quiere cambiar de planes; le digo si estaríamos todo el día por ahí por madrid viendo cosas y dice que sí y entonces le pregunto a idea que entonces qué sería del perro, y entonces dice que pasaríamos por su casa un par de veces al día para atenderlo y cambiarle el agua; le digo entonces que me corta un poco tener que dormir en hostal y estar pasando por su casa tanto (ocasiones en las que además, pienso, también nos podría ver el hermano, ¿no?), con lo que cuesta moverse en madrid; dice que bueno, que sería rápido, que tiene jardín y no hay que sacarlo de paseo (¿entonces por qué cojones no deja al perro en el jardín, le echa un vistazo tu hermano y, si te apetece conocerme tanto como dices, vienes a zaragoza y te dejas de memeces?); le digo que prefiero verlo mejor el día 22 en zaragoza, donde podré alojarle, y entonces me insiste en que vaya y que vaya y que vaya; le digo que no, que en zaragoza estaremos sin perro, sin hermano y con intimidad, de llegar el caso; me insiste y me insiste y me dice que si nos gustamos mucho me iré a vivir a madrid yo; le digo que sí, que voy a renunciar a mi plaza fija ahora mismo; me dice que él no tiene trabajo de lo suyo en zaragoza (es actor...)... Y así seguimos un buen rato, entre comentarios extraños y cuentos de la lechera... pero todo ese tiempo me dio la sensación de ser un chico mucho menos sincero y claro de lo que me había parecido. Lo cual encaja con la primera impresión que tuve al verle por foto: qué guapo que es y qué consciente que es de ello.
En tercer lugar, ayer estuve a punto de quedar con dos personas. Charlamos por internet, nos vimos por foto... y ambas, interesadas en mí, terminaron diciendo lo mismo: "huy, no, si hoy no puedo quedar, jeje, me refería a otro día". ¡¡Arrrrgh, con lo que me cuesta a mí animarme a quedar con alguien, que nunca nunca lo hago, y ahora me encuentro con dos monjas!! ¡¡Qué asco de vidaaaaaa!!
En cuarto lugar, después de que me informaran en la óptica de que la patilla de mis gafas tardará dos semanas en ser reparada, me fui de compras a grancasa. No compré nada, pero yendo de tiendas me crucé con un chico claramente gay -y si no lo es, pues pobrecico, porque va a tener encuentros indeseados a mansalva-, alto y guapete, con el que me crucé en varias ocasiones y hubo un obvio intercambio de miradas. A la tercera vez, me decidí a buscarlo, y volví a H&M, donde ya había estado; lo vi en una fila y me quedé por la entrada; y cuando el chico iba a salir y yo estaba firmemente decidido a ponerme a hablar con él (qué fuerte, ¿eh?), me encuentro con una tropa de seis personas compuesta por familiares de ésos que hace que no ves como quince años y a los que les tienes que contar tu vida en quince minutos: qué bien que estás trabajando, pues qué delgado que estás, qué tal tus padres, cuánto paquete marcas y todas esas cosas. Pasó el chico guapo a mi lado, me volvió a mirar, le sonreí con cara de circunstancias de la vida y para cuando conseguí desembarazarme de la tropa, me lo encontré ya subiendo al 23; y desde luego, si jamás he osado ponerme a hablar con un desconocido y ayer estuve a punto de hacerlo, sí que me niego a hacerlo en un autobús abarrotado donde los de alrededor se coscarían enseguida de lo anormal de nuestro diálogo.
Y por último, ya que hoy no había excursión, salí por ahí anoche y el polaco no estaba, lo cual al menos me habría alegrado un poco el rato. Me presentaron a un chico con el comentario previo de que yo le gustaba; plumífero, a primera vista superficial y muy diferente a mí, pero con ese toque óscar-simpático que me gusta en los chicos y que me animó a acompañar al chico y su grupo a otro bar tras el versus. A mitad de camino por la calle, el chico se retrasó hablando con otro y pasados quince minutos en los que ambos chicos ni siquiera se veían al final de la calle (¿qué cojones harían? Eran amigos y además dudo que se enrollasen en una zona céntrica a las 5 de la mañana), dije al grupo que tenía frío y que me iba a mi casa.
Afortunadamente, ayer era viernes y hoy es otro día...