miércoles, 22 de diciembre de 2010

Días de pequeños cambios.

Pues ya lo he dicho: pequeñas cosas que cambian.
Retomo la actividad física continuada, esta vez con un monitor personal que me controlará en todos los sentidos lo que haga en el gimnasio. Mi vuelta se debe a la influencia de un amigo italiano que me ha contagiado las ganas de volver al mundillo, pero esta vez quiero -aunque mi bolsillo lo note- tener la motivación y el seguimiento de otra persona a mi lado.
Por otra parte, no tenía planes para estas navidades y finalmente me iré de viaje a un sitio que no diré con la mencionada influencia italiana.
Y por último, han llegado las vacaciones de navidad. El día de hoy ha sido estupendo, dejando a los alumnos jugar toda la mañana (pobres, se la he amargado los dos últimos minutos con una ristra de deberes) y comiendo todos los profesores en el salón de actos y dándonos los regalos del amigo invisible, que en mi caso ha sido muy currado aunque hayan sido varias chorraditas en el fondo, y me ha encantado. Siempre me queda la misma sensación cuando acabo un trimestre con un encuentro grupal entre nosotros: qué buen rollo hay, qué contento estoy de trabajar con todos ellos y espero que se repita muchas veces.

Haciendo alusión a mis ganas de "desmonotonizarme" que comenté hace dos entradas de blog, me estoy planteando hacer alguna actividad nueva con la excusa de la nueva entrada del año. El gimnasio me ocupará un tiempo importante, y japonés también (y eso que mi motivación japonesa hace aguas a ratos, pues requiere más que nada memorización y no hay nada que me aburra más); pero tocar la guitarra o hacer alguna otra actividad creativa me vendría muy bien.
El otro día, yendo a un concierto de gospel que fue maravilloso y en el que llegué a llorar (¡yo!), vi que debo trabajar más mi lado creativo, y eso que en el colegio mis compañeros lo ven de continuo; pero hablo más a nivel interior, no sólo de cara a hacer gracias simpáticas de cara a los demás (¡que también!).

Bueno, que estoy contento de que el fin de año se acerque a la vez que vivo pequeños cambios en muchos sentidos que, tengan consecuencias a largo plazo o no, harán mi vida un poquito más rica sin duda. No he jugado a la lotería de mi colegio, que ha tocado, y sin embargo me siento la mar de afortunado.

Que paséis bien el fin de año.





jueves, 9 de diciembre de 2010

Facebook y los blogs.

Facebook sirve para contar algo y que la gente lo lea enseguida.
Pero tiene una limitación: uno agrega tanta gente que lo que va más allá de unas pocas oraciones o de una foto (¡aunque sean veinte fotos!) se descarta y se ignora.
Así que facebook se convierte en un símbolo de la cantidad frente a la calidad.
Defiendo, por tanto, la tranquilidad, la pausa, que ofrece un blog; no sólo al lector sino a su creador, que redacta relajadamente sus ideas.
Lo bueno es aquello que se cuenta con los dedos de una mano. ¡Gracias por estar ahí! ^^

lunes, 22 de noviembre de 2010

Autosorpresas.

Puedo explicarlo a raíz de esta imagen:



Somos Nico (el chico francés con el que viajé a Argentina) y yo haciéndonos una foto con nuestros compañeros de habitación brasileños en un estupendo hostal de una calle céntrica de Buenos Aires. La foto consigue reflejar una de esas pequeñas cosas que hacen que un viaje resulte especial: lo inesperado, por tonto que sea. No me imaginaba -por mucho que en el fondo yo viaje de hostal barato y compartiendo habitación para que sucedan cosas así- que esta pareja fuese a ser tan simpática, que podría medio entender el portugués hablado, que me lanzaría a proponerles hacernos una foto juntos y que terminaría teniendo al chico en mi facebook (con lo potencialmente ventajoso que eso puede resultar de cara a viajar a su país). La sensación de inesperado, de imprevisto, se puede también ejemplificar con una de esas tardes en que te cruzas con un conocido por la calle y terminas pasando un rato estupendo tomando algo con él/ella o simplemente se te hacen las tantas de la madrugada haciendo el canelo de bar en bar animado por algún cubata, o quizá incluso sin él.
He llegado a una conclusión inevitable: voy a darme autosorpresas. Voy a programar un gancho en modo random que me coja del cuello y me saque una o varias veces al mes de la caja de la rutina en la que tan agradablemente vivo. Y lo voy a hacer porque cuando uno consigue lo más difícil, que es precisamente darse cuenta de que está viviendo en esa caja, y se molesta en levantar la tapa y salir un poco de ella, le sienta muy bien.
No hablo de grandes cosas. No me refiero a irme un fin de semana a Madrid a quemar los bares, ni a los pirineos a hacer puenting, ni a apuntarme a clases de guitarra eléctrica. Que no estaría mal quizá. Hablo más de cosas sencillas que a lo mejor se olvidan hacer o se relegan a un segundo plano, o simplemente se hacen siempre en las mismas ocasiones. Así, me sienta bien irme un día al cine nada más salir del colegio; o irme a ver a mi familia un miércoles; o salir hasta un poco tarde un viernes y no el sábado; o no salir el viernes para estudiar un poco el sábado en lugar de hacerlo entre semana; o decidir que en lugar de quedar a tomar algo el sábado por la tarde, me voy a empapuzar a leer hasta que me lloren los ojos.
Probadlo. En la variedad está el gusto, pero no sólo en lo que se hace sino en cómo y cuándo.
Y por si a alguien no le ha quedado claro, una recomendación: la película "Dí que sí", o "The yes man", con Jim Carrey como protagonista. Vedla aunque el actor os caiga gordo; es simpática y os hará pensar un poco en lo que acabo de comentaros.
Ahora decidme: ¿qué vais a hacer hoy que no pensabais hacer...?

sábado, 6 de noviembre de 2010

Una descripción.

Un buen amigo es aquel que te llama de vez en cuando para ver qué tal estás.
Un buen amigo es aquel que te propone quedar con antelación, pues valora tu tiempo y lo respeta.
Un buen amigo es aquel que no deja pasar mucho tiempo sin verte o saber de ti.

¿Soy buen amigo tuyo?

Y, ¿eres buen amigo mío?

miércoles, 20 de octubre de 2010

La casa de tócame Roque: una guardería con extras.

No pretendo sorprender a nadie hablando de lo que voy a hablar. Siendo maestro es de esperar: de la escuela y de lo que la rodea en la actualidad en España, al menos en el caso de la pública. Sé que lo que sucede en mi centro se da también en la mayoría de los colegios de primaria españoles.
Actualmente un niño va a la escuela y disfruta, o puede disfrutar, de muchas cosas aparte de recibir clases, como es lógico. Eso en sí no es malo, pero, como pretendo demostrar, termina convirtiendo al centro en un quasi caos donde lo secundario termina entorpeciendo lo principal: la docencia y a los propios alumnos.
En primer lugar, el curso escolar comienza antes y termina igual o quizá algo más tarde que hace diez o quince años. Eso, aparentemente bueno, no tiene efectos más allá de favorecer el efecto guardería a nivel social-general, pues los días de septiembre que antes no eran lectivos y ahora sí sirven para poco más que para que alumnos y profesores suden juntos y esperen la llegada de octubre y unas temperaturas más templadas para poder empezar en serio. Los maestros no pretenden, o pretendemos, trabajar menos empezando más tarde, sino preparar nuestro trabajo con algo de tiempo: no se puede comenzar un curso teniendo sólo cuatro mañanas de trabajo antes de que los niños se incorporen a las aulas, pues en esos cuatro días hay que conocer a los compañeros con quienes trabajaremos, decidir quiénes serán coordinadores, qué aula llevará cada cuál, cómo se distribuirán los espacios y los tiempos y un largo etcétera que quienes no se dedican a la docencia probablemente desconocen. Por ello, desde fuera tener a los niños cuanto antes en clase da tranquilidad y la impresión de que más días de clase es mayor calidad, mientras que la realidad no es tal y siguen echándose de menos algunas cosas sin las que una verdadera buena docencia es muy difícil de alcanzar.
En segundo lugar, el efecto guardería se magnifica puesto que, previo pago, un niño puede entrar en el colegio a las 7:30 y salir a eso de las 17:00 si está apuntado a la guardería, el comedor y una actividad extraescolar. Las ampas, o asociaciones de madres y padres, organizan estos extras para facilitar la conciliación de la vida laboral y familiar. De nuevo, esto no es a priori malo, claro. Pero veamos mediante un ejemplo lo que supone para la labor docente, cuya importancia es máxima o superior respecto a cualquier otra actividad que se desarrolle en un colegio. Si un alumno llega al colegio casi dos horas antes de que empiecen las clases y está ese tiempo en compañía de otros niños, parece sensato pensar que a la hora de comenzar la actividad docente esté algo cansado por haber madrugado o algo nervioso tras haber pasado ese tiempo jugando rodeado de niños de otras edades. Al mediodía, como siempre se ha hecho, se puede quedar a comer en el colegio. Durante esas dos horas, bien en este orden o en el inverso, el alumno come con ciento y muchos alumnos más (imaginad el alboroto) y luego pasa el resto del tiempo en el recreo (imaginad el alboroto). Los alumnos, casi el cien por cien de los días, llegan a la sesión de la tarde alterados tras dos horas de desconexión del aula; efecto muy notable ya que en general el porcentaje de alumnos que se quedan a comer es, diría yo a ojo de buen cubero, del sesenta por ciento. En mi caso, pierdo un ratito por la tarde en ponerles algún corto en la pantalla o en contarles cualquier cosa a modo de historia o cuento con el simple objetivo de reducir su nerviosismo e intentar -en la medida de lo posible, poca cosa por las tardes- que el rato se emplee en algo provechoso. Y una vez finalizada la sesión vespertina, el alumno puede acudir a una actividad extraescolar. Para, como es lógico, no hacer venir a sus padres a la salida del aula con el simple objetivo de llevar a su hijo un piso más abajo o al gimnasio, somos los profesores quienes nos encargamos, listado mediante, de mirar cada día qué alumnos van a qué actividad extraescolar y cuáles se marchan a su casa; como si no fuese suficiente malabarismo ser capaz de sacar a veinticinco niños a la hora exacta sin dejar el aula como si hubiese pasado un tornado. Los alumnos que van a una extraescolar se quedaban durante el curso pasado en los halls de salida esperando a su monitor -de modo que el resto del colegio tenía que atravesar ese pelotón para llegar hasta la puerta de salida-; para evitar esto, este curso permanecen en los pasillos, pero de igual modo eso entorpece el paso de los demás alumnos. Sin ir más lejos, el otro día me vino la directora y una madre preguntándome dónde estaba su hijo, el cual, descubrimos, se habría marchado solo a su casa. ¿Acaso puedo yo ver a toda mi tropa cuando bajo rodeado de cuatrocientos alumnos más mezclados con los pequeños grupos de extraescolaradictos y sus monitores? Pues no, oiga. Ah, y este curso también hay extraescolares al mediodía, así que a esa hora al grupo de los que se quedan al comedor y el de niños que se van a casa se añade el de los que se quedan a extrescolares. ¡Bieeeeeen!
Llegamos a un tercer aspecto: las religiones. Cada cual tendrá su opinión, desde luego. La que reina entre el profesorado es que las religiones, siendo cuestión de fe y no de ciencia como el resto de las materias, carecen de sentido en los colegios públicos, al menos en un país como España. Que un porcentaje importante de las familias inscriban a sus hijos en el área de religión no me parece justificación suficiente para que la religión ocupe parte de la jornada lectiva semanal, pues la mayoría no tiene siempre la razón. Por ejemplo, la mayoría de las familias estarían seguramente de acuerdo en que los profesores tuviésemos que estar a su disposición en tutoría todos los días de la semana en lugar de sólo uno como está estipulado, pero eso sería agobiante para el docente. Bien, el caso es que la religión, hablemos de la católica por ser la que más tiempo ocupa (o al menos la que en más colegios españoles encontramos), forma parte de las sesiones de clase de la semana. ¿Qué hacen los alumnos que durante la hora y media de religión no están inscritos en esa área? Están en "atención educativa", tiempo durante el que está prohibido por ley hacer una actividad de peso lectivo, es decir, que toque materias de las impartidas en el aula para todos, como lengua o matemáticas, para que no haya un agravio comparativo entre alumnos inscritos en religión y no inscritos. Y me pregunto: ¿tiene sentido tener a un número de alumnos, no pocos, sin hacer nada realmente útil durante hora y media a la semana, cuando algunos de ellos necesitarían ayuda como el comer, para que los otros puedan escuchar hablar de jesús y compañía? Pero atención, que ahora viene una segunda parte. En el caso de mi colegio, de nuevo siempre en servicio a la sociedad, se ha atendido la demanda de la religión evangélica y ya se imparten clases. Como el número de alumnos interesados en total en el centro es muy bajo, apenas uno por aula, las horas de docencia que la profesora tiene en el colegio es de tres y media; es decir, acude una mañana a la semana. ¿Qué se hace para atender al alumnado interesado, que pertenece a todos los niveles y cursos habidos en el centro? Lo único posible: sacarlos durante hora y media del aula, perdiendo lo que en ese momento toque impartir. En el caso de una alumna mía, llega a primera hora, se va con esta profesora, pierde una sesión de matemáticas y media de inglés y aparece en clase a mitad de esta sesión, momento en que probablemente sea incapaz de incorporarse a lo ya explicado en la media sesión impartida. Peeeeero... claro, es que no vamos a negarle el derecho de la religión, ¿no?....
Y en último lugar, mencionaré algo inevitable, totalmente comprensible en comparación con todo lo dicho, pero que no hay que olvidar. En la actualidad, a diferencia de lo que ocurría en las aulas hace unos veinte años en nuestro país, se atienden las características individuales de los alumnos, en especial las de los que tienen mayores particularidades y problemas de aprendizaje. De modo que algunos de los apoyos que reciben corren a cargo de un profesor que los saca del aula algunas horas a la semana y trabaja con ellos en grupo pequeño o de modo individual. Como es lógico, si este alumno, como le sucede a mi alumna de religión evangélica, ha perdido clase de algo importante para él, cuando menos deberé indicarle qué debe hacer en casa para estar al día de lo visto en el aula con todos sus compañeros. Pero entonces, ¿debo acordarme de qué alumnos hacen estos apoyos fuera del aula más quiénes han tenido religión evangélica más quiénes no han venido en todo el día por estar enfermos y de qué sesiones se ha perdido cada uno? ¿Y todo eso mientras tengo a veintitantos alumnos en el aula a quienes atender, veinte sesiones de clase que preparar por semana y dos reuniones por semana en la hora de trabajo personal al mediodía? Sí, ¿y qué más?
De modo que, como indicaba al principio, el profesorado tiene la sensación cada vez más de que en el colegio hay un manto de actividades y circunstancias que complican hasta tal punto su labor que ésta parece ser cada vez más secundaria...







sábado, 9 de octubre de 2010

Efectividad.

En un pequeño bar de barrio, que había conseguido hacerse una clientela más allá de los jubilados y los parados, su dueño, Pascual, vio que por la puerta entraban dos de sus más habituales cuando daban las once en punto de la mañana: Ramón y Luis. De lejos se escuchaba el vozarrón grave del primero:
- ¡Me vas a contar a mí lo que es eso! -exclamó Ramón, inundando los oídos de todos los clientes-. ¡Si llevo tras una carretilla y una pala desde que era así!
"Así" venía a ser metro y medio de estatura, sin duda mucho menos de los dos metros que ahora alcanzaba.
- Bueno, vale -respondió Luis dando muestras de calmar el diálogo y conseguir la paz-. Es verdad.
- ¡Más que yo nadie se ha dado sudadas! ¿Tú sabes lo qués, a las tres de la tarde en julio, estar ahí a tope, cuando todos están en su sofacico? ¡Buah!
En el mostrador, de los cuatro taburetes, tres estaban ocupados por hombres y uno por una mujer joven. Ésta le miró de reojo para averiguar de dónde venían aquellos gritos y después continuó prestando atención a su café y su cruasán.
- Además, que una cosa te voy a decir: acuérdate hace años que todo el mundo decía que venían muchos negros a quitarnos los trabajos, pero quiá -dijo Ramón agitando una manaza-: yo ya sabía que se vendrían todos a la zanja conmigo. Si están haciendo lo que nadie quiere. ¡Moza!
Exclamación dirigida a la mujer del cruasán, que reaccionó sabiamente fingiendo no reaccionar.
- Hay que ver, maja, qué mona que eres. ¿Estás soltera?
El cruasán seguía siendo lo más importante. Pascual, el camarero, se mordía la lengua y observaba.
- No dices nada o sea que sí. Pues mira, yo si quieres te invito a cenar hoy y luego lo que surja. Porque eres muy guapa -inspiró una flema que tenía atravesada en algún sitio de su garganta- y las tienes muy bien puestas.
Los otros señores fingían no escuchar, y el vozarrón dejó paso al silencio y a la mirada no correspondida de Ramón, que se limitaba a respirar al lado de la señorita. Ésta, tras unos segundos, cogió con ambas manos su almuerzo y se sentó en una de las mesas que había junto a la máquina del tabaco.
- Buenooooo -dijo, o proclamó, Ramón-. Si soy feo se me diceee, ¿eh? Hay que ver... Ponme un cafecico, Pascual, majo -ordenó, tomando la butaca ya libre.
- Marchando -respondió éste, quien añadió en voz baja-. Nunca dejaré de aprender de ti.
- Si eso ya lo sé -le susurró Ramón, ya sin gritar ni el menor asomo de bruterío-. A las mujeres les quito el taburete así -dijo chasqueando los dedos y recibiendo las sonrisas de los conocidos de al lado.
Y eso pasó en el bar de barrio aquella mañana que, adivinen por qué, solía llenarse casi en exclusiva de varones.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Argentina (III): alrededores de Salta.

Fueron 24 horas en bus desde Iguazú hasta Salta. Y yo que pensé, yendo en ferry de Santorini a Tesalónica, en Grecia, que jamás iba a perder de nuevo un día entero viajando...
En Salta, ciudad de tamaño medio o algo pequeño y tremendamente turística -en el sentido de que buena parte de la ciudad, o al menos de la que sale en el mapa, está llena de tiendas-, los hostales organizan casi todos los días de la semana excursiones a los alrededores. Íbamos a pasar dos o tres días allí, así que me pareció buena idea hacer al menos un par de esas salidas. Nico, con unas ganas desmesuradas de descansar, prefirió pasearse por Salta sin más y salir de noche. Yo nunca he podido irme de juerga y estar presentable y con ganas al día siguiente, así que no me arriesgué a trasnochar ni una sola vez y preferí disfrutar cien por cien descansado de las excursiones. Una fue a Cafayate y la otra a varios sitios cuyo nombre podría encontrar en los folletos de mi viaje si alguien tiene particular interés. Básicamente lo que me sucedió durante estos días es que, siempre habiendo preferido el turismo urbano, terminé alucinando con los paisajes argentinos más que con todo lo demás: más que con las cataratas de Iguazú y por supuesto más que con Buenos Aires.
Creo que lo mejor es que las imágenes hablen por sí solas:




















Las fotos pertenecen a ambas excursiones y ésta última está tomada en una gran llanura de sal cerca de los Andes. Supongo que si llueve las salidas pierden mucho encanto. Ah, hay que prepararse para estar a las siete o siete y media en la recepción del hostal y para estar de vuelta, en el caso de las más largas, a eso de las siete de la tarde. Por la noche, sin duda, uno descansa divinamente.

La ciudad de Salta, además, tiene varios museos interesantes. El más llamativo es quizá el Museo de Alta Montaña, que ofrece momias de niños enterrados vivos. De origen incaico. Son consideradas como las mejor conservadas del mundo; fueron descubiertas en el volcán Llullaillaco a 6730 metros de altura y se exhiben de forma alternada en cápsulas especiales. Aparte de por todo esto, tengo buenos recuerdos de esta ciudad porque por las noches la cena, que estaba incluida en el precio del hostal, tenía lugar en una sala cerrada que estaba en una zona al aire libre -pues hacía fresco por la noche, no olvidemos que allí era invierno-. Por fuerza te sentabas con otros viajeros, tanto argentinos como estadounidenses, alemanes, franceses... y charlabas alegremente hasta que sonaba música y el ambiente mejoraba aún más con alguna bebida alcohólica. A pesar del tremendo cansancio de las excursiones, era incapaz de irme a dormir antes de la una de la madrugada. Guardo en facebook algunas personas de mi visita salteña.
Y bueno, el viaje llegaba a su fin. Para poder estar un día más en Salta decidimos regresar en avión a Buenos Aires, lo cual hicimos el domingo por la mañana, último día del viaje. El domingo consistió en pasearse por la capital argentina sin el mínimo interés por ver mejor la ciudad. Me despedí de Nico con sensaciones encontradas respecto a haber viajado con él, tomé el bus hasta el aeropuerto y, con algo de retraso, despegué casi a medianoche mentalizado de que me esperaban catorce horas en un avión. Por fortuna, a diferencia de a la ida, no me tocó tener asientos a ambos lados sino pasillo a mi izquierda, lo cual me permitió estirar las piernas literalmente. Mi compañera de asiento hablaba un buen español con su acento argentino, pero resultó ser una chica francesa que había aprendido el idioma en este país. Qué curioso.Cuando me cansé de dar vueltas en el asiento, saqué un somnífero amablemente cedido por Nico -que despegó varias horas más tarde hacia Nueva Caledonia- y, gracias a él, logré dormir cinco horas en ese incómodo asiento. Aterricé en Madrid a las tres de la tarde, perdí el ave en las narices, tomé el siguiente y a las siete entraba en mi casa... habiendo dormido mal y con un jet lag tremendo que me duró cuatro días y que conseguía que la hora que veía en los relojes y la que mi cuerpo sentía no encajase. Era cuando menos curioso estar a punto de acostarse mientras el estómago te demandaba comer...


F I N

sábado, 11 de septiembre de 2010

Argentina (II): cataratas de Iguazú.

Como ya comenté, de Buenos Aires a Iguazú hay dieciséis horas en bus. También aclaré que los asientos son más cómodos que en los buses europeos que estamos acostumbrados a ver:



Y reclinables, mucho más que en la foto, así que dormir es medianamente posible. En cualquier caso, Nico llevaba unos somníferos y quise probar uno; así que el trayecto nocturno lo hice bajo los efectos de la pastillita milagrosa que me llevó al mundo de Morfeo en menos de treinta minutos.







Acabas de verme a mí y a Nico en diferentes lugares de lo que puedes ver si te acercas al parque de Iguazú. En las fotos no se aprecia la espectacularidad de las cataratas, que tengo recogidas en varios vídeos en mi cámara. Se pueden adquirir varios tipos de entrada al parque, para hacer recorridos andando o en trenecito, para hacer recorridos en lancha más o menos largos... Una vez más, como los precios resultan asequibles para un español, es mejor comprar lo más caro.
Hay dos tipos de viaje por el agua. El primero es en una especie de balsa que te lleva por el río Iguazú tranquilamente y te permite hacer fotos y escuchar el silencio, o los animalillos que hay en la vegetación a tu alrededor: se va el caimán, se va el caimán...



Esta foto, por cierto, me la hizo una sevillana con la que coincidí en la barquichuela; lo típico que suele pasar cuando estás en Argentina.
El otro viaje acuático es en lancha y te acerca a las cataratas principales para que puedas verlas de cerca y fotografiarlas. Te pones chaleco y te dan una bolsa de plástico en la que, a la señal, debes meter todo aquello (cámara, documentos, dinero...) que no quieres que se moje, puesto que te meten debajo de alguna de las cataratas. Personalmente me pareció una gilipollez, pues todo el mundo sabe de sobra qué es meterse bajo un chorro de agua, aunque sólo sea porque se ducha en su casa, y de no tener ropa de recambio luego pasas una hora por lo menos calado de arriba abajo. Aunque era invierno, al encontrarse el parque al norte de Argentina la temperatura era buena, cálida sin ser muy alta, pero aun con todo la ropa tardó bastante en secarse.



Éstos son los coatíes, o coachíes, a los que no se les debe dar de comer y que pueden lanzarse a por la comida que uno lleve en la mano, sin ser en principio agresivos en absoluto.

Visitar el parque de Iguazú me gustó bastante, sin parecerme la octava maravilla del universo como a la mayoría de las personas que me habían hablado de él; pero es sin duda bonito. Lo que ocurre es que necesitas, como dije, casi un día en bus para ir allí desde la capital argentina, más el día que se pierde en Iguazú ciudad no haciendo nada porque haciéndose de noche a las seis y habiendo llegado allí al mediodía no daría tiempo a ver el parque; más el día que empleas en ver el parque, más el día de trayecto que después nos esperaba para ir hasta Salta, al oeste del país, que elegimos como siguiente destino porque la gente nos había comentado que tenía paisajes estupendos. De modo que para ver el parque al final empleas tres o cuatro días entre la estancia y el trayecto, y puede que no mereciese tanto la pena, aunque tampoco me habría querido ir sin haberlo visto, claro...

Cabe destacar que en casi todos los hostales argentinos no se puede pagar con tarjeta de crédito. Nuestro hostal en Iguazú estaba a varios kilómetros de Iguazú ciudad, y el día en que nos marchábamos tuve que ir y volver varias veces hasta la ciudad solo para sacar dinero del cajero y regresar para efectuar el pago de la habitación.

Y bueno, como dije, nos fuimos de camino a Salta. Esta vez, veinticuatro horas literalmente de trayecto en bus...


(CONTINUARÁ)

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Argentina: Buenos Aires.

Enhorabuena a Leszek por haber acertado que mi viaje tenía como destino Argentina.
La propuesta de ir allí surgió de Nico, amigo virtual (o internetiano) de ya hace años que propuso previamente otros destinos que o no me gustaban o ya conocía y cuya propuesta argentina acepté por aquello de cruzar por primera vez el charco y de paso disfrutar de unos días de invierno en mitad del terrible verano zaragozano.
Cometí un error de principiante al pensar, mirando la reserva de avión, que el vuelo duraba sólo siete horas; después me di cuenta de que en realidad la hora de llegada era la local argentina (cinco horas menos que aquí), de modo que en realidad eran catorce. De eso me percaté el día anterior al del despegue. Hice escala en Montevideo, Uruguay, en cuyo pequeño aeropuerto pagué en euros y me devolvieron en peso uruguayo, dinero que me resulta muy útil en la actualidad y con el que tengo numerosos proyectos en mente aquí en España...
Resultó raro en un principio encontrarme con Nico en persona, tras tanto tiempo siendo él poco más que un conjunto de fotos y charlando sólo en ocasiones contadas por webcam. Una gozada, por otra parte, charlar sin excepción en francés y desenvolverme sin problema, en parte gracias a su clara pronunciación.
Nuestro viaje tuvo una duración de dos semanas y decidimos enseguida que pasaríamos la primera en Buenos Aires, ya que llegamos un domingo por la tarde y ambos queríamos vivir la noche bonaerense -o sea, jueves, viernes y sábado- al máximo. Y digo "decidimos enseguida" porque si en mi viaje de Suiza improvisé los últimos días, en este caso improvisamos el viaje entero, dado el bajo precio de la mayoría de las cosas y pudiéndonos permitir, en consecuencia, alojarnos en un hotel bueno en caso de no encontrar otra cosa en el último momento.





Éstos son los billetes del peso argentino. Cuando escribo este texto un euro son algo más de cuatro de estos pesos, así que la comida y el alojamiento tenían precios más que asequibles. No así otras cosas, sobre todo las más caras, como ropa (más barata pero tampoco tanto) o aparatos como un televisor (de precio similar al español).
Buenos Aires tiene una población de tres millones de habitantes y el aglomerado urbano o Gran Buenos Aires en torno a trece. Se trata, por tanto, de una ciudad muy grande cuya primera impresión en mí fue la de haber viajado muchas horas para encontrarme con un Madrid o un Berlín, por decir algo. Es decir, tiene un aire europeo, aunque es muy gris en general, está repleta de excrementos de perro -a lo cual en España nos hemos ido desacostumbrando en la última década afortunadamente- y esperar que un conductor se detenga en un paso de cebra sin semáforos es un sueño que no se hará realidad. A favor mencionaré, en cambio, que en los locales públicos fumar está prohibido, cosa que en la actualidad aún se permite en España en este momento, septiembre de 2010, y que será prohibida si todo va bien a principios de 2011.
A pesar del tamaño de la ciudad, para un turista que pretenda ver lo más característico en principio bastarán con tres o cuatro días, salvo que pretenda probar mil variantes gastronómicas o vivir la noche como en nuestro caso -incompatible con estar presentable al día siguiente temprano, necesario para aprovechar el día dado que en invierno a las seis de la tarde se hace de noche-. No citaré todo lo que hay que ver, porque no pretendo emular a una guía turística de quinientas páginas, sino ilustrar al lector con algún pequeño ejemplo.





Esta foto está tomada en el barrio de Caminito, donde existen casas que fueron pintadas con la pintura que sobraba de pintar los barcos. Es un distrito con calles absolutamente turísticas, de un aire que contrasta con el gris antes mencionado, y en donde el turista es avasallado por captadores de clientes para que entre a su restaurante, que por supuesto es mejor que el de al lado. Aunque indiques que sólo vas a entrar a tomar un café, en cuanto te sientes te pondrán cubiertos, pan y todo lo demás para que te sientas obligado a comer algo. Quizá valga la pena, ya que los precios nunca son excesivos y, aunque es un tinglado montado para el turista, toca ver a los bailarines de tango hacer de las suyas en las puertas del establecimiento y en su interior. En este barrio se encuentra, por otra parte, el estadio del Boca Juniors.


Puerto Madero ofrece, a mi modo de ver, las fotos más bonitas. El Río de la Plata y los barcos contrastan con edificios absolutamente urbanos y modernos:




Tampoco hay que perderse la zona centro, por ejemplo la calle Florida, de longitud increíble y toda peatonal, con numerosos puestos ambulantes tipo manta en el suelo y tiendas, restaurantes y galerías a porrillo. Con suerte, y no sólo tan céntricos, encontraremos establecimientos singulares, como esta librería - cafetería:



Palermo ofrece los mejores sitios para salir. Si vuestro hostal u hotel se encuentra en otro lugar os tocará tomar (que no coger) un taxi, algo más baratos que los españoles aunque todavía caros, porque en mi caso por ejemplo debía caminar unas veinticinco cuadras (manzanas), y a las cuatro de la madrugada no suele apetecer.
Se puede viajar también en ómnibus, como allí le llaman, o en subte, o sea, metro. Pero el metro, que cuesta 1,20 pesos por billete, termina a eso de la medianoche, además de que abarca una zona limitada, aunque céntrica, de la ciudad, y el ómnibus es estupendo pero sólo si uno conoce las rutas que llevan; así que el taxi es lo más socorrido.
No me arrepiento en absoluto de haber estado la mitad del viaje en Buenos Aires, aunque es cierto que todo lo que vimos después valió mucho más la pena que la capital argentina. Y no me arrepiento porque me sirvió para ver la ciudad con tranquilidad, para conocer a Nico (con quien la relación fue y es cordial pero tuve notables diferencias de punto de vista a la hora de ser compañeros de viaje) y sobre todo, que es lo que más disfruto, para conocer chicos del lugar, que me hablasen del país y/o me mostrasen los bares más interesantes. Aquél con el que más a gusto estuve fue Daisuke, japonés ligeramente mayor que yo que estaba en el país de vacaciones y residente en Brasil, con quien pasé varias horas charlando en un bar descubriendo el delicioso sabor del cubalibre y mostrándonos abiertos a un encuentro en una futura ocasión. Le hice partícipe de mis deseos de aprender japonés, de cuyo idioma empezaré un curso en pocas semanas, así que si consigo avanzar en este complicado idioma tengo ya un voluntario para ayudarme a practicar por emails y webcam.

Pasada la primera semana, Nico y yo decidimos que el domingo por la noche nos íbamos a Iguazú para ver las cataratas. Resultó que el bus hasta allí tenía un trayecto de dieciocho horas de duración, y armándonos de paciencia allá que fuimos. Hay que decir que en este país hay escasísimas líneas de tren pero ello se ve compensado por una comunicación buena en bus, y que estos buses tienen asientos grandes y reclinables, hasta camas en ocasiones, donde uno se puede recostar cómodamente, ser servido comida cada varias horas, ver películas y por supuesto dormir con cierta comodidad. Yo pude soportarlo y las horas se pasaron relativamente bien.

Partimos de Buenos Aires a las seis de la tarde y llegaríamos a Iguazú a las doce del mediodía...



(CONTINUARÁ)








jueves, 19 de agosto de 2010

Librería General: ya no me no me.

He regresado de Argentina. Una experiencia magnífica que relataré como de costumbre en cuanto se me pase del todo el jet lag. Mientras, os dejo con la siguiente opinión.


Hace unos días descubrí que la librería zaragozana arriba mencionada me gusta mucho menos que antes.

Tengo dos razones para ello.
La primera es que, al poco de entrar, los dependientes se acercan enseguida a preguntar si pueden ayudarte. Considerable como educación o atención, si algo me gusta de una librería es poder echar un vistazo a los libros como si fuese invisible, y dado este cambio de actitud en los trabajadores, me obligan a decirles que no, que estoy guay solo y que me olviden.
En segundo lugar, tengo un motivo surrealista: al menos los libros del fondo de la planta calle huelen a limpiamuebles. Cuando yo entré estaban echando fusfús y limpiando con un trapo algunas de las estanterías de esta parte de la librería. Estuve un rato curioseando y me llevé tres títulos. Dos días más tarde comencé a leer uno de ellos y al principio creí que, quizá por contraste con lo que suelo leer -que pasa en casa muchos meses hasta que lo empiezo-, simplemente olía a nuevo. Luego me di cuenta de que no, de que ese olor penetrante pertenecía al fusfús que había visto usar y que su aroma embriagador me iba a acompañar a lo largo de todas las páginas de ese, menos mal, corto libro.

Pues eso. Que, en General, me pasaré menos por allí.

domingo, 1 de agosto de 2010

De oca a oca y...

...me las piro porque me toca.
Las actualizaciones en el blog se suceden con más rapidez de la deseada por necesidades del guión. Apenas acabo de colgar aquí mi relato sobre Suiza (ver más abajo) y os dejo de nuevo con la intriga de un nuevo destino viajero.
Esta vez la cosa tiene un matiz distinto: cambio de continente por primera vez. Vale, pero... ¿a dónde? Veamos...:
1) A Nueva York: toca ver en primera persona si, tal como dicen, es como en las películas.
2) A Argentina: hay que averiguar si allí se baila el mejor tango.
3) A Marruecos: debo aprender a regatear precios en francés.
4) A Tailandia: me toca superar mis cosquillas para dejarme llevar por los masajes.
5) A China: debo asimilar que esta vez no viajo por libre y asumir los horarios del guía.

Añado un dato para embrollar más la cosa. Allá donde voy, viajo con un chaval al que jamás he visto en persona y que, aunque vive cerca de Australia, es francés... Surrealista, en cualquier caso, haber quedado en uno de esos sitios a conocernos, ¿verdad? :)
Como siempre, si no tengo tu dirección y quieres recibir una postal por toda la jeta, envíame un email.
Coge tu bola de cristal y, para no equivocarte como siempre, concéntrate bien en ella antes de efectuar tu elección...


lunes, 26 de julio de 2010

Suiza.

Es increíble cómo ninguno de vosotros acertó el destino real de mi viaje. Bien es cierto que prácticamente nadie acierta nunca; menuda intuición de habas... Bueno, permitidme escribir "de abbas", que suena más musical y para eso me he pasado un año con niños de seis años de ortografía con esguince. Y también es verdad que cualquiera de los otros destinos era igualmente apetecible.
Pues a Suiza que me fui. Surgió la idea de Óscar, si no recuerdo mal, que conocí un día por esas webs que ustedes ya saben que manejo y, aunque en plan de mera y sana amistad, nos pareció buena idea escaparnos los dos a algún sitio. Una vez descartados algunos que yo ya conocía (ya empiezo a poder declararme un hombre viajado, aunque decirlo me eche años encima), nos pareció que este país resultaba enigmático, ahí en medio de Europa, lleno de unos idiomas que entonces aún no sabíamos seguro cuáles eran, y asequible al parecer en pocos días dado su tamaño.

Si uno lo que quiere es hacer un viaje del que poder volver con fotos agradables y bonitas, Suiza puede ser un buen destino. Como muestra, una maravillosa instantánea tomada en Interlakken, un pueblo o ciudad, no sé, que se encuentra aproximadamente en medio del país, como su nombre indica entre dos lagos, y que tiene poco interés más allá del lugar de la imagen, de servir de paso y del hecho de poder practicar parapente:



O también esta foto, esta vez urbana (aunque no sabría decir de dónde, ya lo siento; ¿Lausana?, ¿Lucerna?, ay, ya no me acuerdo), con un puente cuya originalidad residía en que en su parte central, no apreciable en la instantánea, tiene una pequeña capilla. De paso podemos ver a Óscar:




Pasemos a hablar un poco de lo mejor y lo peor, según mi experiencia, de Suiza. Empecemos por lo bueno.
Dicho queda ya lo de los paisajes a visitar. Incluyo aquí las ciudades. La mayoría de las que vimos -Lucerna, Lausana, Berna, Ginebra, Interlakken, Basilea...- tienen su encanto y son agradables, al menos si uno se acerca a ellas con pocas exigencias; quizá si uno quiere andar de museos o buscando otras cosas no lo encuentre: siguiendo mi tradición, he ignorado los museos ampliamente, salvo uno alternativo de arte actual, que siempre consigue ponerme de buen humor pensando en las idas de cabeza de los creadores de las obras y de las conversaciones justificativo-filosóficas que habrán tenido con los encargados del museo para convencerles de que debían exponer sus creaciones. Quizá da para más de un día una ciudad que no he mencionado, que es Zurich (que no es la capital, por cierto, como creía yo erróneamente antes del viaje), aunque tampoco para mucho más.
Otro aspecto positivo es la puntualidad y eficiencia de los transportes. En una de las ciudades, puede que fuera Berna, había metro. Pero era la excepción, pues en todas las demás lo que se lleva es el tranvía. No me seduce ver tanta catenaria por ahí colgando, pero por lo demás va siendo un medio de transporte que cada vez me gusta más y creo que da un encanto más particular a la ciudad que el metro; hasta me alegro de que en Zaragoza lo vayan a poner. El metro es, a largo plazo, más eficiente pero tiene un tufillo a ciudad impersonal y grande que me provoca cierto amor-odio. Por supuesto, también hay buses; y los trenes salen a menudo de una ciudad a otra, siendo bastante fácil y relativamente rápido -sin ser un "Ave"- viajar por el país de un lado a otro. Todos estos medios de transporte son puntualísimos en la mayoría de las ocasiones.
En tercer lugar cabría destacar, como turista, la abundancia de fuentes con agua potable. Vacié incontables veces mi botella de medio litro, y daba miedo pensar lo que me habría gastado en no deshidratarme si el agua no hubiese estado tan al alcance de la mano.
Mencionaré también que, haciendo honor a la fama del país, la mayor parte de los habitantes maneja, además del alemán suizo, el inglés; y al decir la mayor parte quiero decir que si vas a un supermercado, el/la cajero/a te entenderá en inglés. Esperemos sentados a que eso pase en España. Añado, además, que a veces -bien como plus, bien en lugar de, según la parte de Suiza donde uno esté-, se maneja el francés, por ejemplo en Ginebra.
En quinto lugar, se agradece mucho lo que sucede con la moneda. Oficialmente se maneja el franco suizo. Dos euros son tres francos suizos. Sin embargo, supongo que por su situación geográfica, se admiten los euros del modo siguiente: pagas con euros y te devuelven el cambio en francos suizos, ahorrándote lo que habitualmente se pierde al cambiar de moneda. Así que si vais a Suiza, tened fe en mí y NO cambiéis moneda para nada, que en cualquier lado -hoteles, bares, supermercados...- os aceptarán euros (eso sí, sólo los billetes, matizo).
En sexto lugar, tengo que citar los alpes. Fue sin duda la parte más chula del viaje pasar por Lucerna camino a una ciudad llamada algo así como Eidelberg -me estoy equivocando seguro-, que está a los pies del monte Titlis. Uno se acerca a la montaña y tiene la oportunidad de disfrutar de un ascenso desde los 800 a los 3020 metros de altitud en más de media hora de una sucesión de diversos telecabinas, telesillas, etc. Si me costó lo mío subirme en el telecabina de la Expo de Zaragoza, aquí no dudé pero comprenderéis mi inquietud al menos los primeros minutos. Son varias paradas; en una de ellas se usa un teleférico para unas 40 personas o así cuyo interior es una plataforma redonda giratoria que permite que todos sus ocupantes vayan viendo todos las perspectivas de alrededor sin moverse durante el ascenso. Y la parte final, optativa pagando un extra que merece la pena, es el Ice Flyer, un telesilla que te lleva a la parte más alta. Atención a la foto:





Supongo que verlo en foto no da una idea exacta. Pero iba con los pies colgando, si la cámara se me caía os aseguro que nadie la habría podido recoger jamás y allí escuché el silencio más sepulcral que jamás he podido vivir. A la izquierda de esa imagen había montañas verdes y algunas casas a tamaño de hormiga. Al final de este trayecto se llega a una especie de pradera artificial donde se podía uno lanzar subido en un cacharro inflable cuesta abajo, una tontería superdivertida que tengo grabada en vídeo. Inolvidable todo, una maravilla.
Y por último, hay que citar los chocolates. Para qué mentir: terminé no comprando ningún chocolate en tiendas como la de la siguiente foto, pero en los supermercados normales había una variedad suficiente: coco, pistacho, picante, fresa...





Vamos ahora con aquellos aspectos que menos me gustaron de Suiza.
Primero, los transportes que antes he puesto por las nubes son extraordinariamente caros. Un billete sencillo de bus/tranvía cuesta 3 francos, o sea, dos euros. Era mejor comprar uno para todo el día por ocho francos. Un tren de Basilea a Zürich, cuyo trayecto dura hora y media, cuesta más de veinte euros. También en este caso tuvimos que morir al palo de comprar un billete más caro que englobase varios viajes; se llama Swiss Pass, lo hay de muy diversos tipos y el que escogimos fue uno que permitía hacer todos los trayectos en bus, tranvía y tren de toda Suiza y de todas sus ciudades durante los cuatro días que se escogiesen durante el plazo de un mes. No es que fuese barato pero sí muchísimo más que la barbaridad que habríamos pagado abonando los importes de cada trayecto por separado.
Segundo, la comida es cara. Qué rico estaba el chocolate, el pan y el embutido de los supermercados. Tendrá que venir un chef muy seductor para convencerme de que cualquier menú suizo no debe bajar de los 35 francos (unos 20 euros). Francamente, las pocas veces que me he gastado más de veinticinco euros en un menú (salvo hace poco en un restaurante con comida original, como hamburguesa de canguro), habitualmente cenas de navidad, no me ha salido a cuenta. Disculpen vuestras mercedes mi paladar embrutecido. Debo añadir, por otra parte, que comer fuera me coarta un poco, encajonado en una silla, sin sofá y temiendo molestar a otros comensales si uno se levanta a charlar con compañeros de mesa que a uno le quedan lejos. Que no, que no, que una cena en una casa es más barata y no tiene comparación.
Tercero, el alojamiento es caro. Salvo en Ginebra, nos alojamos siempre en habitaciones de hostal para cuatro o seis personas y aun así no era barato. Al menos hice un descubrimiento: en Berna nos alojamos en el Youth Hostel, o albergue de juventud, y nos explicaron que podíamos hacernos un carnet de alberguista por treinta euros, de un año de validez, que hacía descuentos en las siguientes reservas y cuya validez es a nivel mundial. No descarto hacerlo en próximos viajes.
(¿Se está notando que básicamente Suiza es cara? Y eso que tenemos el euro, que si siguiésemos con la peseta nos resultaría prohibitiva; y no es que defienda el euro, sino que como con el euro todo subió, al viajar los precios altos nos lo parecen menos).
En cuarto lugar, aunque es más fácil que en Holanda, resulta complicado hacer pis o caca gratis. Si vas a una estación de trenes te encontrarás con que al lado del símbolo de "Toilets" dirá "McClean", o sea, que hay que pagar, y además bastante para lo que es. No sé cuánto porque me negué a usarlos, ya que mi vejiga ha debido de llegar a la adolescencia y me hace mejor su trabajo (o bien lo expulsé todo sudando, claro).
En quinto lugar, si me permitís la tontería, los típicos grupitos de estudiantes ingleses que te joden la noche en la habitación del hostal no abundan en este país. ¡Oh, nadie sabe cuánto lo agradecí!
Y en sexto y último lugar, Ginebra. No es que la ciudad nos pareciese mal; no es ninguna maravilla, pero se puede ver. Lo que pasa es que la guía de viaje que llevaba Óscar decía que en Ginebra hay que tener cuidado con los robos porque están a la orden del día. La noche en que España ganó el mundial frente a Holanda, al estar paseando por un puente para ver (igual que habíamos visto en Zürich cuando España había pasado a la final) a los españoles, o incluso no españoles, salir con los coches pitando literalmente y portando banderas gigantes, se nos acercaron varios marroquíes y, jijijaja, le quitaron a Óscar su cámara de fotos, y con ella decenas de fotos mías, pues yo le hacía fotos a él con mi cámara y él a mí con la suya. No se dio cuenta de ello hasta la mañana siguiente, cuando echó de menos el aparato. Una experiencia curiosa ir a una comisaría a hacer una denuncia en francés. Quien nos atendió, una chica joven, nos indicó que el modo de robarla que le describimos (haciendo una simulación de un dribbling futbolero para que la víctima mire a sus pies mientras otro por detrás se dedica a husmear en sus bolsillos) lo tenían más que oído.

Bueno, ya me he extendido suficiente. Diré sin más que Suiza me gustó bastante y cuando remiro las fotos me alegro mucho de haber ido. Debo matizar, sin embargo, que es un viaje que me costaría recomendar, pues aunque la mayor parte de lo que vi era cuando menos agradable y, como he dicho, se ha quedado felizmente reflejado en fotos, no era nada especialmente espectacular; las ciudades en general eran bonitas pero se daban un aire todas y era poco más que lugares donde pasar unas horas. De haber pasado el tiempo en un par de ciudades, por ejemplo Zürich y Ginebra, me habría muerto de asco como me pasó en Dublín. Así que hay que venir con ganas de estar de un lado para otro para pasar una semana. Eso no es malo, pero cuando no se conoce el país, ¿cómo sabe uno cuánto tiempo pasar en cada ciudad y, en consecuencia, cómo reservar apropiadamente las habitaciones de hostal? Óscar y yo teníamos al final del viaje dos noches sin habitación reservada y nos salió bien la jugada, pero perfectamente podríamos haber tenido que pagar una habitación hiperchic...

Sólo dos cositas a modo de postdata.
Por una parte, nos dimos grandes alegrías cuando, primero la chica de la comisaría y luego una dependienta de una tienda de chocolates nos preguntaron, tras un rato habiendo estado hablando: "¿Sois de Ginebra?"; y, al decirles que éramos españoles, nos elogiaron nuestro manejo del francés. Le dije a Óscar: o son unas exageradas o hay tanto inmigrante que no saben diferenciar ya quién es de aquí... O a lo mejor lo hablamos bien, oye.
Por otra parte, no me resisto a contaros una de las cosas más curiosas que vi. Fue en Basel, capital de Suiza y donde aterrizamos y desde donde despegamos. Mirad la foto:






Por ese río, el Rin, los habitantes de Basilea (y cualquier turista que lo desee), metiendo sus ropas en una bolsa hermética, pueden descender con la corriente. Aunque en la imagen casualmente no hay ningún ejemplo, continuamente se observaban cabecitas de gente que iba sin el menor esfuerzo río abajo, mientras un ferry que transportaba pasajeros de un lado a otro del Rin y otros barcos seguían sus viajes. Lo que me hizo más gracia fue que, a los lados del río, había carteles que señalaban a los potenciales nadadores mediante gráficos los arcos de los puentes por los que había que pasar para, más adelante, no terminar yéndose por el camino equivocado fuera de la ciudad, rumbo al mar...



F I N.

miércoles, 7 de julio de 2010

¡Hasta ahora!

Si pensabas darme un toque para vernos, espera un poco, que acabo de irme a uno de estos cinco sitios:
1) Italia: a comer pizza y pasta e ignorar en lo posible un idioma que me pone algo nervioso.
2) Austria: a ver glamour, tomar cafés y preguntar a la gente "¿vienés o no vienés, que te estoy esperando?"
3) Noruega: a ver fiordos, paisaje de montaña, coger trenecitos y funiculares y a pasar frío.
4) República Checa: a ver praga, museos y probar comida distinta.
5) Suiza: a ver praderas verdes, vacas y abrir una cuenta en un banco.

En el caso de que desees recibir una postal de alguno de estos países, envía -si aún no la tengo- tu dirección a mi email y te llegará una postal, matasellada y todo, sin gastos de envío.

¡Enseguida vuelvo!



miércoles, 30 de junio de 2010

Dublín y fin.

Realmente creo que no me apetece hablar de mi viaje a Dublín de semana santa. Estoy seguro de que parte del poco interés que me produjo aquella zona se debió a la poca preparación con que Brian y sobre todo yo fuimos allí. Sin embargo, eso no quita para que la ciudad sea bastante poco interesante y sus alrededores -al menos los que nuestras guías y en las oficinas de información nos supieron mostrar- nada del otro jueves. La sensación al estar en esa ciudad era la de "Siendo tan grande esto, ¿dónde están las cosas que hay que ver? ¿No hay siquiera museos que me llamen la atención? ¿Cuáles son las rutas por la naturaleza que merecen la pena?" Quienes tenéis mi cuenta de facebook podéis ver fotos del viaje allí; me siento incapaz de seleccionar las mejores aquí, porque sinceramente ninguna destaca y terminaría subiendo las de la gente que conocimos yéndonos de marcha, que fue lo más divertido y lo que menos interesa a quienes no fuisteis a Dublín conmigo.

Cambiando de tema, el curso ha terminado hoy. Hasta el último momento he estado recogiendo el aula, todavía ignorando si estaré en la misma el curso próximo cambiando el cartel de 1ºB por el de 2ºB o si bien me tendré que mover. Por supuesto, seguiré con el mismo grupo, al que se añadirán algunos alumnos repetidores y alguno nuevo. Cabe destacar algo que me inquieta sobremanera: un alumno al que había tomado mucho cariño se va a otro colegio porque su domicilio está algo lejos del centro; y le había tomado tanto cariño que tenía muy claro que lo habría adoptado... y hablo literalmente. Eso no quita para que siga prefiriendo mi tiempo de ocio libre de niños, por supuesto.

Un cambio a mejor sin duda estar en este colegio. Estoy en mi salsa dando tantas horas en inglés, las familias de mis alumnos no han dado el más mínimo problema (todo lo contrario), dicen estar muy contentas conmigo y la relación con los compañeros es estupenda: inolvidable el primer trimestre, la llegada de treinta y pico profes desconocidos y el entusiasmo de empezar de cero.

Hoy comienzan para mí las vacaciones y procuraré que, entre viaje y viaje -atentos al blog-, éstas no pasen tontamente delante del ventilador. El calor no debe vencerme.

jueves, 27 de mayo de 2010

Por fin.

Que sí. Ya sé que aún no he subido las fotos ni los comentarios acerca de Dublín...
Mientras tanto, diré que esta semana el calor ha empezado, las tardes con los pedugos son insufribles y la jornada continua viene a rescatar a los maestros a partir del lunes próximo.
¡Jamás el calendario escolar y el tiempo atmosférico se habían puesto de acuerdo con tanta precisión!
Aunque claro, podría recordar una vez más que sólo en Aragón, Cataluña y Valencia seguimos teniendo impuesta la jornada partida en Primaria. Pero algo me dice que esto puede cambiar pronto...

sábado, 15 de mayo de 2010

El famoso cinco por ciento.

Ojalá lo del cinco por ciento cambie enseguida y este comentario se quede obsoleto muy pronto.
Pero quisiera exponer con varios sencillos argumentos por qué estoy en contra de que se le reduzca un cinco por ciento (de media, ya veremos luego a cada cual cuánto le toca) el sueldo a los funcionarios y luego se le congele.
- La primera razón, desde luego, es porque yo soy uno de ellos y me va a tocar. Está claro que no me puedo poner a dar botes de alegría.
- La segunda es ésta. Aparentemente tiene lógica decir que como el Estado debe gastar menos, quienes son trabajadores del Estado han de cobrar menos. Eso tiene muchos matices. Para comenzar, para que el Estado tenga más dinero no sólo se puede gastar menos sino también recaudar más. Por otra parte, hay reducciones admisibles (menos subvenciones, o por menos tiempo, o despachos menos ostentosos, etc.) y otras que no lo son, pues una persona que ha estudiado y superado una oposición no puede ver mermado su sueldo mensual y por tanto sus derechos económicos.
- La tercera razón, muy en relación a la anterior, es que trabajar para el Estado no le hace a uno ser más del Estado que una persona no funcionaria. El Estado está hecho del dinero de todos, todos nos beneficiamos de él y por tanto hemos de ser todos quienes colaboremos, cada uno en la medida de sus posibilidades (aunque en realidad, ya lo sé, ningún españolito modesto tiene la culpa de la crisis), a solventar el problema económico actual. Si yo gano mil euros y soy funcionario, perderé el 5% de mi sueldo, pero uno que camina a mi lado por la calle y gana dos mil no perderá el 5%. ¿Es eso justo? Si alguien sostiene este argumento de animadversión hacia el funcionario, como si por serlo no diese palo al agua, que lo diga y empezaré a dudar sobre su capacidad para razonar y ver las cosas con lógica. Pues está claro, y que conste que no me gustaría tampoco esta medida, que aumentar del 2% a por ejemplo el 5% el IVA de Junio sería más justo pues incluiría realmente a todos.
- La cuarta razón, consecuencia de la anterior, es que tendré que perder el 5% de mi sueldo como funcionario y pagar el 2% más de IVA como ciudadano español... Cualquier filósofo o cualquier persona mínimamente puesta en lógica estará de acuerdo en que de eso se deduce que los funcionarios no son ciudadanos españoles o al menos que los ciudadanos españoles no son funcionarios, o cualquier cosa absurda del estilo. ¿Por qué debo salir perdiendo por dos razones diferentes?
- Y por último, toca mencionar que los funcionarios -pues no es la primera vez que se congelan o reducen sueldos- ven mermados sus derechos en época de crisis, y con el apoyo de quienes no lo son con el argumento de "ya tienen sueldo fijo, así que no deben quejarse", pero una vez la crisis pasa, o pase, no se nos restablecerá lo perdido y nadie se acordará de nosotros, porque claro, seguiremos teniendo un sueldo fijo y eso nos quita la palabra y la razón. Como si eso nos hiciese más ricos que otros.


Ahora mismo, si tuviese que votar, lo haría en blanco.

martes, 27 de abril de 2010

Mientras tanto.

Mientras espero que mi amigo Brian envíe las fotos de nuestro viaje a Dublín, entre las que puede haber alguna que me interese incluir en mi actualización sobre el viaje a dicha ciudad, os entretendré con un chiste que escuché hace poco, que probablemente os habré contado si os he visto recientemente y que me parece muy bueno porque me lo imagino representado en escena -con carcajadas aseguradas si está bien interpretado-.


Una mujercilla se acerca al confesionario de una iglesia, se arrodilla y dice:
-Padre, quiero confesarme.
-Ave María Purísima -dice el sacerdote.
-Sin pecado concebida. Pues verá, es que... me han violado.
-¡Alabado sea el Señor! Veamos... ¿pero usted cuántos años tiene?
-Noventa y tres, padre.
-Entonces, señora, eso debió de pasar hace ya mucho tiempo.
- Sí, padre -responde ella-, pero me gusta comentarlo.

sábado, 10 de abril de 2010

Viajes de viaje.

Hoy me han indicado varias personas que les ha llegado por fin la postal. Mi próxima actualización hablará sobre ese viaje y permitirá a los seguidores charadianos conocer dónde me marché y cuánto me gustó el destino de la escapada.
Mientras tanto, hablaré de otros viajes. Aquéllos que hice mientras viajaba físicamente.
Me refiero a algunos libros. Terminé un libro de Eduard Punset sobre el amor. De todos los que he leído suyos, éste es probablemente el que menos me ha gustado: no porque esté mal, que lo recomiendo, sino porque quizá es menos sorprendente o los otros son muy buenos. Permite, sobre todo si es la primera vez que uno se acerca a este tipo de libros de divulgación de psicología, el cerebro, etc., comprender los aspectos que permiten que nos enamoremos o los que lo impiden, por qué se puede sufrir por amor, etc.
Durante mi estancia allá, leí Verónica decide morir, de Paulo Coelho. Resulta algo predecible, pero de todos modos muestra una historia sencilla de leer y que consigue hacer reflexionar sobre lo que somos, lo que queremos, lo que buscamos, y sin resultar en exceso moralista o pesada.
Por último, recomiendo la lectura, que comencé regresando en el avión, de The curious incident of the dog in the night-time, o El curioso incidente del perro a medianoche. Creo que fue publicado hace ya varios años. Es un libro raro, que comienza con el asesinato de un perro y la investigación por parte del protagonista del autor de ese crimen. Lejos de ser una novela de misterio, aunque en la contraportada de la edición que tengo la anuncian como tal, su interés reside en la originalidad del relato, fundada en las particulares características del narrador protagonista. Prefiero no ser más concreto y que lo descubrais vosotros mismos. Recomendable en especial para los profesores, tampoco puedo decir por qué.
Parece que no hay nada como pasar unos días fuera de casa para rellenar el tiempo del modo adecuado: conociendo gente, visitando sitios y leyendo. Por ahora, he conseguido mantener este tercer aspecto en casa desde que he vuelto y he retomado una novela en francés, que había dejado porque es algo lenta y me da pereza leer en ese idioma, y comenzado un ensayo sobre Hamás, bastante interesante y asequible.
A vuestra disposición para recomendaros libros y hasta prestároslos si nos vemos de vez en cuando. (Dicen que mejor es regalar que prestar y más o menos cuesta lo mismo...).
¡Saludos y leed mucho y bien!

miércoles, 31 de marzo de 2010

¡Enseguida vuelvo!

Cuando leas estas líneas me habré marchado ya de Zaragoza. Viajo con mi amigo inglés Brian. ¿A dónde? He ahí el misterio:

1) Sin duda nos hemos ido a Dublín, en Irlanda. Él habla inglés, yo también y parece un lugar interesante al que hay que ir en alguna ocasión.

2) Qué va, en realidad nos vamos a Andalucía, en España. Brian prefiere no conocer a sus vecinos angloparlantes y escaparse a un país que visitó conmigo el año pasado y le gustó mucho. Trataremos de esquivar las celebraciones religiosas si eso es posible.

3) ¡Pero cómo nos vamos a ir a Andalucía! Menuda locura. Hemos preferido elegir un destino más alternativo, y como yo llevaba ya tiempo queriendo ir a Bucarest y Transilvania, en Rumanía, he convencido a Brian y en estos momentos ando tratando de repasar los números en rumano del uno al treinta, que me los sé.

4) Rumanía es bonito, pero quizá es mejor destino para verano, así que en realidad hemos escogido Roma, en Italia. Procuraremos no empacharnos en exceso de ver iglesias y trataré de no agobiarme mucho con ese idioma que parece ponerme nervioso sólo a mí.

5) Ni de broma me voy yo a Italia, qué pesadilla. Francamente, nos hemos escapado a Copenhague (Dinamarca) para decepcionarnos con el tamaño de la sirenita y ver qué acento tienen por allí hablando inglés.


Acabas de leer cuatro mentiras y una verdad. Si quieres recibir una postal desde el destino al que verdaderamente me voy, envía tu dirección postal ya mismo a chaskatraska@yahoo.es (o a cualquier otra dirección de email mía que tengas).
¡Hasta pronto!


miércoles, 17 de marzo de 2010

A diario.


Cuanta más información hay disponible, más complicado resulta seleccionar lo interesante y encontrar el hecho verdadero entre los sesgos con que se da.
Nada hay peor que criticar aquello que uno no es capaz de hacer. Sin embargo, no me resisto. En especial porque, en el fondo, la crítica se dirige menos a quienes diariamente hacen lo que ahora describiré y ante todo a quienes nos brindan la información.
Nos levantamos por la mañana. Podemos acudir a internet, a decenas de cadenas de televisión, a decenas de emisoras de radio y a decenas de periódicos para saber qué ha pasado en el planeta en las últimas horas.
Como cada cadena, emisora o periódico tiene puntos de vista distintos, hay quienes cada día tienen la paciencia -y el tiempo; creo que hay que sacarse la licenciatura de Jubilado para hacerlo- para leer al menos dos periódicos y escuchar las noticias en un par de cadenas diferentes.
Pero, ¿eso vale la pena? ¿Por qué hay quien se toma tanta molestia? Suceden tantas cosas en todo momento que de entrada hay que admitir que se nos sirve una selección de noticias, y que si queremos conocer "la verdad", nunca lo lograremos. Salvo que seamos omniscientes, como dios nuestro señor, u omnívoros, como a mí me gusta decir que dios nuestro señor es.

Un día, uno se levanta con ánimo de cambiar algo de sí mismo. Y no le toca a los kilos del culo o de la tripa, o a la dejadez de llamar a algunos de los que tienes en la tarjeta del móvil; sino que le toca el turno a la necesidad de conocer mejor dónde vivimos, y la tomamos con el hecho de mantenerse informados y poder decir algo de última hora si surge el tema en una conversación. (Digresión: esta última oración me hace pensar en aquellas revistas de antaño cuya publicidad, evidentemente también de antaño, mostraba al descubierto -no como ahora- el talón de aquiles al que atacaba y decía cosas del estilo de "tenga esta enciclopedia y será el centro de todas las reuniones" o "con nuestra revista, nunca se sentirá ignorante en las reuniones de amigos").
Bueno, el caso es que uno se pone a ello, que si me leo esto, que si escucho lo otro... y ve la ingente tarea que tiene por delante.
Pero quisiera detenerme un momento en los telediarios. Sin duda la tele es vida masticada para jugos gástricos perezosos. Muchos nunca dicen que son pasivos excepto en su actitud ante la televisión. Porque claro, atonta si uno se descuida. Nuestra ansia de información nos hace ver un rato un telediario. El otro día tocó el de matías prats, aunque seguro que podría decir lo mismo de cualquier otro. Matías, por cierto, que sepa que mi abuela le sigue porque debe de tener usted la dicción más decente de todos los telediariopresentadores. Me puse a ver la emisión y, qué quieren que les diga, señoras y señores... Menú:
- El terremoto de Chile.
- Zapatero y Rajoy.
-Incendio en un almacén.
- Atentado en Afganistán.
-Un robot molón que parece humano.
-Videojuegos que se venden mucho.
-Y huelga decirlo: deportes.
Uno, sin molestarse en seguir la actualidad, se entera de lo más importante: Chile, Afganistán y alguna novedad legislativa. Lo demás, ¿qué interés tiene? Es todo una búsqueda de audencia. O estamos atentos o en medio minuto estamos viendo que han sacado la séptima entrega de un videojuego de lucha, o que otra vez ha muerto un crío atropellado por un familiar suyo, o que los muertos en Chile ya son más noticia que los de Haití, y que tras los muertos de Chile tranquilos que hay final feliz, porque el presentador sonríe para dar paso a los deportes... Y por supuesto, qué encantador es eso de, a las 21:25, conectar con un pobre reportero que lleva un buen rato embutido en su abrigo en mitad de la blanca nada sólo para confirmar que sí, que hace un frío que pela, que efectivamente ha nevado y que va a seguir haciendo frío. ¿En serio ha tenido que irse hasta el puerto de Andestaesorrediós para decir lo que podría haber dicho el meteorólogo después? Pero claro, conectar en directo le da agilidad al telediario, como sentarse en la mesa o hablar de pie, o esa música bakala que suena a veces entre noticia y noticia.

En fin, que toda mi admiración, mi escepticismo y mi incomprensión a los seguidores de las noticias diarias.