jueves, 29 de mayo de 2008

Re-ungaunga.


Después de año y medio de haber abandonado el hábito, he decidido retomar mis visitas al gimnasio. En su momento lo dejé por pérdida de motivación pero también por exigirme demasiado: andaba estudiando antropología, empezando francés y acudiendo a clase de bailes de salón los fines de semana. Reventé por donde reventé, y fue dejando las pesas.
De vez en cuando, al ver un gimnasio, algo dentro de mí decía que me apetecía hacer ejercicio físico de nuevo; pero pensaba en mi tiempo libre y en lo feliz que se está haciendo lo que a cada momento a uno le apetece, y lo olvidaba.

Pero este sábado pasado salió el tema de las máquinas de gimnasio con mi hermano. Él mostró cierto interés por el tema, y habló de lo que algunos amigos que actualmente ya son habituales de las pesas hacían para entrenar. Sin darme cuenta, estuve más de veinte minutos hablándole de rutinas, alimentación, objetivos... y me di cuenta de que una parte de mí lo echaba de menos. Las decisiones se toman con nuestro lado emocional aunque pretendamos que no para sentir que controlamos nuestro alrededor, y por eso fue que en escasos minutos afirmé ante mi hermano que iba a volver a apuntarme a esto.

Y así ha sido, hoy lo he hecho y he comenzado en plan suave.
Durante el primer mes, calentamiento de media hora y cuatro ejercicios moderados para ir tocando todos los músculos del cuerpo. Luego ya empezaremos con más fuerza. Le he dicho al monitor que quería ganar volumen muscular, y que en los dos años que había estado entrenando anteriormente había ganado mucho brazo, menos pectoral y poco hombro (las abdominales para qué mencionarlas, las mías no existen o padecen introversión extrema). Me ha asegurado que conseguiría sacar de mí mucho y que desde luego no crecería de cintura. Ha hablado de ciertos batidos proteínicos muy buenos y de algunas dietas que me pondría. Y bueno, yo más emocionado y entusiasmado que si me hubiesen dicho que ha aparecido un dinosaurio vivo en mitad de Nueva York. Queriendo ponerme ya.

Y como guinda, al ponerme a entrenar -vaya corte, usando unos pesos de mierda en todas las máquinas, me sentía un viejo en comparación con cuando entrenaba-, estaba rodeado de algunos tíos de mi edad que estaban impresionantes. Uno era ligeramente más alto que yo, tenía un brazo que era dos veces el mío y aparte unos pectorales gigantescos, y desde el pectoral hasta los bultos tremendos que salían por su espalda había una distancia sensacional. Sé que a mucha gente esa estética le resulta indiferente o desagradable, pero a mí me mola, me encanta, me da un morbo que te cagas. Ver a un tío rellenando camiseta descomunalmente me deja sin habla.

Ays, en fin, pues eso, que he empezado. Mi experiencia en estos dos últimos años es que es complicado prometer y prometerse cosas a largo plazo, porque uno cambia según las circunstancias. Pero espero ser constante, que la otra vez lo fui durante dos años y eso me da confianza en mí mismo, y no dejarlo, idealmente nunca.

Sienta bien ir a sudar. El gimnasio en plan máquinas es aburrido, como tomar el sol, el yoga o hacer ganchillo; pero todos tenemos actividades mecánicas que nos ayudan a evadirnos.

Let´s go!!!

sábado, 24 de mayo de 2008

Cuestión de x.

Cada vez que alguien dice sexo con dos eses, seso, tuve seso, hicimos el seso, me mola el seso... me hace pensar en un viejo desdentado que dice la palabra seseando.
Por eso quizá incido tanto con mis niños en que sepan pronunciar la x.

domingo, 18 de mayo de 2008

¡Menudo mosqueo!


Tengo la costumbre de grabar algunos programas de la tele para verlos cuando a mí me viene en gana y no cuando al programador de la cadena le apetece que yo lo vea. Uno de esos programas es 59 segundos, un debate sobre temas políticos y de interés social -lo cual no quiere decir que la política no sea de interés social- que tiene la particularidad de que cada interviniente ve cómo su micrófono desciende y corta su monólogo tras cincuenta y nueve segundos hablando. Lo cual lo hace ameno.
El otro día puse la cinta de vídeo y salía el padre de Mariluz, la niña asesinada, proponiendo una serie de cambios en las condenas a pederastas.
De repente, la cinta se cortó, como si alguien hubiese grabado algo encima, y apareció el mismo programa pero esta vez con Cándido Méndez y José María Fidalgo, los secretarios de los sindicatos CC.OO. y U.G.T.
Me sorprendí, porque no entendí ese salto, pero seguí viendo el programa.
Lo que me dejó ya absolutamente boquiabierto es que cuando la presentadora despidió a estos dos secretarios, anunció que tras la publicidad iba a estar presente el padre de Mariluz.
¿¡Pero cómo!? ¿Era posible?
Pasé la publicidad y ahí estaba. Y tras veinte minutos hablando, volví a ver la parte de su intervención que había visto al comienzo de la cinta.
¿Cómo pasó eso? ¿Cómo puedo tener en una misma cinta el mismo trozo repetido si sólo lo puse a grabar una vez?
¿Alguien tiene una explicación?

martes, 13 de mayo de 2008

Invisible.

El sábado pasado fue lo que se dice un día cultural. Primero, en fastuosa butaca de patio, El caso de la mujer asesinadita, de Mihura, que no me convenció del todo por haber ido con expectativas equivocadas. Y a la salida del teatro, por veintidós euros menos, me lancé a la filmoteca a ver All the invisible children, con la que disfruté veintidós veces más que con la obra.



Está hecha de cortometrajes sobre niños que, por diferentes razones, son invisibles para nosotros, porque no percibimos que sufren o porque si lo sabemos no solemos acordarnos de ello lo suficiente. Hay cortos previsibles, algo tópicos, pero buena parte de ellos son entretenidos y curiosos. Están dirigidos por gente conocida, como Emir Kusturica, Ridley Scott, Spike Lee...
Recomendable.

jueves, 8 de mayo de 2008

Idiomas y costumbres.

Enlazando con uno de mis posts anteriores, durante las últimas semanas, puede que ya meses, he empezado a prestar atención más que de costumbre a practicar idiomas.
Primero, desde luego, he continuado con las clases de francés. No quiero decir que nunca lo dejaré, porque hace dos años estaba con antropología y con el gimnasio y ahora de eso no queda nada; pero al menos por ahora el francés me gusta, es razonablemente sencillo y me ocupa poco tiempo.
Pero además, veo ahora en versión original sin subtítulos las películas que son en inglés. Es duro, porque, al igual que cuando uno empieza a leer libros en inglés, la tentación inmediata es la de ir a por el diccionario a ver qué significa tal o cuál palabra, o la de poner los subtítulos en el caso de la película; pero si uno tiene paciencia y se tranquiliza pensando que lo importante es comprender el significado general, es más sencillo. Procuro no ver películas demasiado trascendentes; hace poco vi Match Point, de Woody Allen, y es fácil que me perdiese diálogos interesantes y hasta algunas coñas divertidas. No trato de animar a nadie a hacer esto, ya que supongo que requiere un cierto conocimiento de inglés que es, por desgracia, algo superior a la media española, razón por la que sería incapaz de ponerme a hacer lo mismo en francés en la actualidad.

Pero a quienes deseen ponerlo en práctica, les recomiendo una serie maravillosa. Mientras muchos andan viendo CSI Miami, o Prison Break, o Perdidos, y luchando por ver quién ve antes por internet los últimos capítulos, yo ando como siempre con mis series estilo démodé que, en realidad, tienden a mantener su encanto con el paso del tiempo. La que más me gusta ahora mismo es Las Chicas de Oro. Son capítulos de veinte minutos con cuatro mujeres estupendas, en especial la más mayor -que por desgracia es la que peor se entiende- y la que creo que se llama Betty, la que es un poco cortica. En general, es un inglés bastante asequible y aparte de divertirse uno, acaba con la satisfacción de haber seguido la trama sin problemas. Me encanta, además, la asertividad con la que se comunican y ese trasfondo triste que me parece ver en cada capítulo, al tratarse de personajes que están comenzando o culminando su vejez.

Enjoy!






domingo, 4 de mayo de 2008

Mil años ago.