lunes, 29 de octubre de 2007

Cruce de vidas.

Este domingo, a las once y media de la mañana hora nueva, sonó el timbre de mi puerta. Tengo por costumbre dejar pasar unos segundos para ver si se escuchan otros timbres y deducir así que se trata de un vendedor plasta o un señor trajeado que desea entregarte un folleto de su inmobiliaria. Pero esta vez la dulzura con que sonó, un pulso lento y tranquilo, me hizo pensar que era alguno de mis vecinos, así que me puse un pantalón con rapidez y abrí la puerta.

Mi cara debió de ser de foto cuando me encontré con dos personas, un hombre y una mujer sudamericanos, que querían saber si había leído alguna vez la biblia. ¡Oh, no, la tercera opción, los plastas religiosos, se me había olvidado! Había caído en un fallo de principiante o de lavado con Perlán.

-No, no he leído la biblia.

-¿Puedo saber por qué? -preguntó él.

-Porque me siento muy ajeno a lo que dice. Soy ateo.
Ante lo cual huelga decir que ninguno de los dos optó por despedirse, sino por emprender una cruzada dialéctica para abrirme los ojos a mí, perdido del Señor, y hacerme comprender que ante una obra tan magnífica como es el universo se debía de esconder alguien. El argumento era típico: hay tantas cosas que todavía no sabemos y para las que la ciencia no tiene la respuesta que, por tanto, está claro que Dios es lo que falta en la ecuación. Me encasquetaron, tras diez minutos largos de charla, un libro según ellos científico.




Me dieron su número de móvil para que les telefoneara una vez lo hubiese leído y yo les recomendé de vuelta el libro Doce razones que demuestran la no existencia de Dios. (Seguro que no se lo leen).



Pero lo que me hizo gracia de todo esto fue el curioso momento en que las vidas de estas personas, unidas en matrimonio por cierto, se habían cruzado con la mía: un domingo de mañanas, ellos tratando de llevar su verdad hasta el último rincón de los hogares de los pobres ateos descarriados y yo habiendo dormido apenas cuatro horas y con un chico en la cama que había conocido el día anterior. Se les habrían caído los Salmos al suelo de haber sabido que estaban hablando con un sodomagomorriano de pro en uno de sus escasos momentos de sexo rápido.






Me sentó bien salir por ahí el sábado sin preverlo. Y encima vino Dios y lo vio. O eso parece.

viernes, 26 de octubre de 2007

Qué cutre.

lunes, 22 de octubre de 2007

Otra razón más.



El otro día asistí en Calatayud a una reunión para directores de colegios de Primaria. Tuve la oportunidad de conocer a la nueva directora del Servicio Provincial de Zaragoza y ella y el Jefe del Servicio de Inspección nos indicaron los aspectos centrales del presente curso en lo que se refiere a los cambios producidos por la nueva ley educativa.


En mitad de esa reunión, abierto ya el turno de ruegos y preguntas, una de las directoras comentó que estaba teniendo verdaderos problemas para confeccionar los horarios de su colegio. Uno de los motivos era que se trataba de un centro grande; otro, que la legislación permite cierta flexibilidad en la distribución de las horas por área -o por asignatura, usando la terminología tradicional- pero desconocía cómo o hasta qué punto ella tenía potestad para realizar modificaciones; y la última, que el arzobispado indicaba a principio de curso el número de horas de religión que los profesores enviados debían impartir y no podía modificarse ni un solo minuto esa cifra.


A raíz de este comentario se dijo que era la religión, por tanto, la que en ese sentido marcaba o condicionaba los horarios de los colegios, dada la imposibilidad de modificar lo más mínimo el número de horas de religión diez minutos arriba o media hora abajo.


Y desde ahí esa misma señora, rodeada de murmullos de aprobación, propuso la posibilidad de reunir firmas de quienes trabajamos en los colegios públicos para eliminar la religión del horario lectivo.


La directora del Servicio Provincial dio a entender que tenía su propia opinión pero que se la iba a guardar, lo que me da a pensar que estaba de acuerdo; dijo que se limitaba a decir que año tras año, y en especial cuando ocurren modificaciones de leyes, se propone de nuevo ese tema y nunca sale adelante. Y así, una y otra vez, continúa la religión en horario lectivo.




¿Por qué muchos deseamos que no se imparta en horario lectivo?:


- Primero, porque vivimos en un estado aconfesional, y al ser la escuela un lugar público, es incoherente que la religión exista en, y encima condicione, la vida escolar.


- Segundo, porque se puede hacer que la escuela abra sus brazos a la religión ofreciendo sus instalaciones para la impartición de la misma, pero fuera del horario lectivo, por ejemplo a las cinco de la tarde.


- Tercero, porque en los colegios medianos o grandes se manejan ya cuatro religiones, por ejemplo la musulmana y la evangélica, y en la hora de religión estos alumnos salen de las aulas y pierden clase de otra cosa, como lengua española o inglés, con el consiguiente batiburrillo organizativo para el maestro al tener que compaginar el avance de quienes se quedan con quienes se van.


- Y cuarto, porque es bien sabido que la importancia que se le concede a la religión es relativa: ahí está mientras no moleste. Prueba de ello es que, como comentó un director en la reunión mencionada, cuando hace dos cursos se mencionó en su colegio que los alumnos que no fuesen al aula de religión emplearían ese rato en repasar lengua y matemáticas, el centro estuvo a punto de perder al cien por cien del alumnado apuntado a religión.




Pues ahí tenemos un modo de que salga la religión de la escuela, murmuró alguien ante la cara de "no es legal" de la dire del servicio provincial.

viernes, 19 de octubre de 2007

martes, 16 de octubre de 2007

¡Anda ya!






Hay una cosa de la gente acerca de la que soy muy severo, y creo que me resultaría muy complicado, al menos a corto plazo, cambiar de opinión acerca de alguien que de primeras me dejase sobre tal aspecto un mal sabor de boca.



Hablo sobre los modos de andar. De andar por la calle.



Me parece de mala educación llevar paraguas cuando llueve y a pesar de ello obligar a los que no lo llevan a apartarse de las paredes.



Me parece de mala educación ir tres hablando y obligar al que va solo en dirección opuesta a ponerse de lado y hacer malabares con las bolsas con que va cargado.



Me parece de mala educación salir de una tienda o de un portal sin mirar a los lados siquiera un segundo, haciendo que otros peatones puedan elegir entre frenar o entre frenar.



Me parece de mala educación no caminar por tu derecha y estropear el habitual orden de los peatones.



Me parece de mala educación ponerse a hablar en grupo en una acera estrecha sin mostrar el mínimo cuidado por apartarse cuando quiere pasar alguien.



Me parece de mala educación llevar un perro y dejarle tres metros de correa para que tenga libertad para ocupar toda la acerca y morder a otro peatón si le viene en gana.






Salvando las distancias, pienso en general que la circulación peatonal ha de asemejarse a la de vehículos, en cuanto a orden, preferencias y carriles se refiere, aunque sin stops, claro.



Me parece.

sábado, 13 de octubre de 2007

Me encanta esta canción.

Suena nostálgica y tiene un toque swing. Se llama This is what you are y la canta Mario Biondi.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Versos (o amor).

Puedo confundir tus ojos


con un verso


(y con amor, aunque en este caso no esperes que


respete la entidad habitual de los versos, porque


sólo de pensar que me estoy enamorando de ti


no me sigue el raciocinio ni al supermercado de la esquina.


Si te confundo con amor es porque he pasado


un buen momento contigo, riéndome y hablando).


Sí, sólo con un verso.


¿Con qué más, si no? ¡Acabáramos...!

domingo, 7 de octubre de 2007

Y la mosca decidió suicidarse...



...la vida no le parecía una mierda.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Hacia allí.



Hace muy poquito tuve el placer de releer una novela de Agatha Christie. Arrepentido en parte de haber leído ya todas sus novelas de misterio, y echando de menos engancharme a sus historias de asesinos incógnita, pude encontrar una que apenas recordaba y cuyo malvado, por supuesto, también había olvidado. A pesar de que eso era signo de que en su momento no me había entusiasmado, la volví a leer y me gustó bastante. "Hacia cero" es su nombre. Desde luego tiene novelas mejores pero puede gustar bastante a quienes no hayan leído nada de esta autora.



Durante el escaso día y medio que utilicé en leerla, vi una película llamada "Love, valour, compassion", sobre un grupo de hombres gays que se reúnen en casa de uno con frecuencia; el espectador asiste a sus enfermedades, alegrías, infidelidades, bromas, etc. Se hace entretenida; sin embargo, poseía una característica -seguramente desde un punto de vista subjetivo- que hizo que no me pareciese una gran película, y que por desgracia encuentro a menudo en muchas novelas, obras de teatro y de cine: la ausencia de un "goal" o meta, la sensación de todo. Es frecuente encontrarse con historias de personajes que parece que podrían haber terminado diez minutos antes o veinte después de cuando terminan, y que a nadie le habría extrañado. Por ello, a uno le queda la sensación de que el guión está compuesto por una serie de acciones consecutivas para pasar el rato, sin más.




Y entonces volví a pensar en la novela de Agatha Christie. Y añadí a la larga lista de razones por las que sus novelas me gustan otra más: la de que, por su estructura y esencia, desde un principio queda claro hacia dónde se va, qué es lo que se busca, cuál es el sentido de las acciones que suceden.





Pero no es fundamental que haya un asesino oculto para que un guión pueda parecer(me) interesante. Filmes como "Ser o no ser", sobre un grupo de teatro polaco que se enfrenta a las fuerzas nazis, u obras de teatro -también película- como "Mucho ruido y pocas nueces", donde cada cosa que sucede tiene un por qué y nada es gratuito, ejemplifican de qué estoy hablando. Véanse también "Pulp fiction" -relativamente, dado el desorden cronológico que la caracteriza-, "Contact" o "El sexto sentido".





Se trata, en definitiva, de que cuando termina la historia, se tenga la sensación de que había un principio, un desarrollo y un final diseñados y de que lo que ha sucedido eran los hilos que lo estructuraban.






Pero claro, supongo que eso es lo que llamamos "un buen guión", y es complicado escribirlo.