martes, 12 de abril de 2011

Mi diario: la reflexión familiar.

Querido diario:
La tele es una ventana al mundo. No es perfecta, es subjetiva, tiene hilos detrás. Pero permite acercar las cosas a la gente y sólo hay que desear que quienes se encargan de ello sean buenas personas. No negaré que soy uno más de quienes la conectan y la disfrutan, quizá menos tiempo que otros.
Por casualidad, más bien sin querer, reflexioné acerca de la prisa y la inquietud que nos rodea. Un coche tiene que ir rápido, una canción debe gustar a mucha gente, un libro debe ser comprado por muchos lectores... y un trabajador debe hacer su labor dando el máximo de sí mismo.
Es terrible, diario, pero lo es más en lo que al trabajo se refiere, al menos para mi sensibilidad. Debe de ser terrible que mientras yo vivo apartado en mi tranquila vida de campo, disfrutando de un largo paseo y viendo la naturaleza en paz, algunos que viven no muy lejos de mí se levanten cada mañana cavilando nuevas maneras de ser mejor que su rival, de perfeccionar su creatividad y de que su jefe les considere imprescindibles. ¿Por qué no puede ser todo más sencillo? Mi querida abuela, que a pesar de su edad se mantiene con buena salud, gracias a dios, cocina bien pero igual que ayer y que mañana. Por eso cocina y lo disfruta. ¿Lo haría del mismo modo si debiese preparar comida para cien y nadie, además, se lo agradeciese? Creo que hemos industrializado la vida.
Mi abuela, viendo en su televisor lo mismo que yo (libros de cocina comestibles que sabían a aquello de lo que hablaban) dijo, con su voz algo grave: estáis todos locos.
¿Verdad, diario, que lleva razón? Al menos, desde mi jardín y el banco de madera en el que escribo, eso me parece.

sábado, 2 de abril de 2011

Apoyo mutuo.

He tenido una idea. He visto que Mercadona dispone de un teléfono de atención al cliente. A menudo me pregunto cuán aburrida será la vida de quien tenga como misión atender ese número y escuchar las reclamaciones y las sugerencias de los productos de la cadena de supermercados. Es sin duda una labor aburrida estar sentado al teléfono, hablando con gente anónima que en ningún momento hará comentarios alegres, positivos, que al trabajador le alegren el día.
Y como a veces la vida ofrece cosas que dan para pensar (yo, sin ir más lejos, tengo ahora mismo algunas dudas que me gustaría comentar en voz alta, aunque fuese ante un muro que no me escuchase, por el mero hecho de desahogarme; véase, por ejemplo, el modo de actuar en cuanto a algunas amistades de dudosa calidad que pululan a mi alrededor, la opción de conocer según qué sitios del planeta en diversas modalidades de viaje o cómo alcanzar un poco, en definitiva, de felicidad), seguramente sea un favor para ambas partes servirme de ese número y, mejor sin siquiera pedir disculpas por llamar para algo que no entra dentro de la labor del trabajador, contar mis cosas y empujar con mis palabras a que desde el otro lado de la línea se me dé algún consejo. De ese modo, yo dispondré de más opiniones, quién sabe si alguna reveladora, y el otro una anécdota para contar que le sacará, sin duda, de la monotonía.