jueves, 24 de diciembre de 2009

Navidad (o ponerse un gorro de Papá Noel como única incoherencia permitida).

Ya estamos en navidad. El encontrarme en todos los sentidos mejor que nunca, y que dure, me hace más sencillo encarar con optimismo unas fiestas que me resultan poco atractivas. Siempre me ha parecido triste que la religión imponga los momentos de descanso, que en la práctica pocos cristianos piensen en las razones verdaderas que alguien de su religión debería tomar como la base de estas fiestas, que para casi todos (soy una orgullosa excepción) esto consista en comprar regalos y en darlos (lo del juego del amigo invisible tiene más sentido para mí y se hace con más libertad, sin espíritu navideñoborreguil)… y además, quizá por la pronta llegada de la noche, el frío y el mal tiempo, se trata de unos días poco acogedores que abren fácilmente la puerta de lo triste.
Repito que por esta vez estoy consiguiendo acoger estas fiestas sin centrarme en todo lo mencionado. Pero de verdad, sed coherentes. Si os mueven motivos religiosos en vuestra vida, id a misa y orad, y si no, ni siquiera os molestéis en comprar regalos. Comprarlos no tiene sentido en ningún caso, pero menos aún si no somos practicantes o somos incluso agnósticos o ateos. Para el próximo año podéis poneros un aviso en vuestro móvil para que a finales de octubre os aparezca en pantalla el mensaje de “Es un buen momento para tener un detalle bonito con quien aprecias” y así gastarte menos dinero, ser menos borrego –sin insultar, ¿eh? Lo digo por aquello de comprar cuando nos lo dicen- y además en realidad sorprender mucho más regalando con mayor iniciativa y cuando tú quieres. Porque no es cierto que tú quieras ser amable y hacer regalos en navidad: es que te han acostumbrado a ello, del mismo modo que a mí como profesor me marcan las vacaciones y me alegro de tenerlas cuando llegan pero no por eso dejo de desear a veces poder modificarlas en duración, cantidad o fecha y lo haría si estuviese en mi mano.

¿También has picado comprando lotería para nada? Si, ¿verdad? Entonces no repetirás con la lotería de Enero, ¿no?

Huy, que ya me estoy yendo, y prometí no hacerlo…

Que usted engorde bien y lo vuelva a hacer, si así lo desea, durante el próximo año.




viernes, 27 de noviembre de 2009

¿Ha valido la pena cambiarme al nuevo cole?

Pasado ya casi todo el primer trimestre, comienzo a poder valorar si el cambio de colegio ha valido o no la pena. Éstas son mis conclusiones:
- El cambio fundamental es el del tipo de dinámica de aula. Mientras en el pueblo trabajaba con unos diez alumnos que pertenecían a casi todos, o a veces todos, los niveles de Primaria, este año estoy con veinte alumnos de primero de Primaria. En el primer caso, el aula permanecía en silencio casi todo el tiempo, los alumnos tendían a ser muy independientes y pacientes y enfadarme con alguno de ellos era algo casi inaudito; mientras, en el segundo caso dar un grito o castigar a alguien es algo habitual, de veinte alumnos siempre hay algunos que no han comprendido bien (o han olvidado parcialmente) lo que se ha explicado y la voz se fuerza más. Pero, qué queréis que os diga: con veinte niños se me pasa el tiempo mucho más deprisa. Es ahora cuando me doy cuenta de que allá en el pueblo las dos horas primeras de antes del recreo se me hacían largas. Ahora aquí se me pasan que no me entero.
- En el pueblo, por haber tanta diversidad de nivel, era casi imposible plantear actividades para todos al mismo tiempo. Ahora puedo hacerlo porque todos son aproximadamente iguales, al menos en el sentido de que todos pertenecen al mismo curso. Eso me permite sentirme más libre para crear, para inventar actividades, juegos, dinámicas… y por eso trabajo mucho más a gusto. Detesto sentirme un consumidor apersonal de libros de texto Dos o tres días a la semana, en lugar de hacer una hora de preparación de clases, que es lo obligatorio, hago tres, pero más a gusto que pa qué: que si una serpiente Decena roja que se come a Diez ratones unidad azules (a ver si les hago foto), que si caras gigantes con partes pegables para aprender las partes de la cara, que si un Twister para repasar colores, que si bingos, que si miniarcos particulares, que si juegos para la Pizarra Digital…
- A pesar de esas horas extra que acabo de mencionar, salgo en teoría a las cuatro y cuarto, así que los días que quiero estoy a las cinco menos veinte en casa. Antes llegar pronto del pueblo era llegar a las cinco y media.
- Ya no soy el director, así que no estoy pendiente de que venga el inspector en cualquier momento ni debo preparar el documento de organización del centro ni las cuentas de gestión, ni pensar una excursión de final de curso que encaje milagrosamente para niños de 3 a 11 años a la vez, etc.
- Estar en un colegio grande es la vida. Saludas a gente, hay buen ambiente, comes con un grupo grande de personas, se organizan comidas y cenas… Cuando toca la sirena, se oyen dos cling cling tipo aeropuerto y acto seguido unos quince segundos de música: “Yo voy a ser El Rey León”, los siete enanitos, etc. Hay una mezcla de cachondeo por la musiquita y comentarios tipo “Me niego a salir a la fila delante de los padres hasta que no se pare esa música, que voy a parecer papá enanito”.
- Vivan los colegios bilingües. Como tutor y especialista de código 99 (o sea, de inglés en un colegio bilingüe) es como más disfruto, ya que doy nueve horas en inglés a la semana a los alumnos de mi aula. Por si eso fuera poco, hay dos matices estupendos en lo que a inglés se refiere: uno, que no debo darlo en infantil –lo cual no es casualidad sino uno de los grandes motivos para irme a un bilingüe-; y dos, que al ser un colegio nuevo, este curso es el primero en este colegio en el que primero de primaria entra dentro del programa British Council, de modo que estamos construyendo los contenidos casi desde la nada. Agotador pero con libertad casi total. Una maravilla trabajar con cuentos, ¡qué juego qué da el de los tres ositos (o Ricitos de oro; bueno, Goldilocks): padre, madre, hijo, grande, mediano, pequeño, frío, caliente, dormir, malo, bueno, entrar, subir, bajar… ¡Todo eso van aprendiendo ya! No sé cómo llegarán de preparados los alumnos cuando terminen la Educación Primaria en sexto. Pero tener nueve horas de inglés semanales durante seis años, o durante nueve si se cuentan los tres años de Infantil, tiene que dar un oído buenísimo. ¡¡Por favor, si tienes un hijo, llévalo a un colegio bilingüe, te lo recomiendo vivamente!!
- Y por último, como detalle tonto, voy a disfrutar de mi primer amigo invisible en gran grupo: treinta profesores. Eso sí, hay una persona que espero que no me toque, y otras varias que si me tocan ni siquiera sabré quiénes son… porque como hay plantas del edificio a las que ni voy, apenas trato a según quiénes…

martes, 17 de noviembre de 2009

Por estas fechas....

...no deja de ser sorprendente poder entrar a una heladería. El otro día, un cucurucho mediano de menta con chocolate. :)

viernes, 23 de octubre de 2009

Yeeeepa.

Lo confieso: lo hice por el modelito. Porque dejando las flores (que eran además de prestado) ni pedí deseos ni nada...


sábado, 3 de octubre de 2009

Metrosexualidad y mejoras en general.

Hace cosita de un año me decidí a empezar a depilarme la espalda y los hombros. Había demasiado vello para mi gusto y, más que porque se viese o se dejase de ver -poco, pues rara vez voy a la playa o me desnudo cuando quedo a cenar con la gente-, quise hacerlo para evitar que en verano el sudor me calase la espalda más de lo normal.
Me di unas ocho, nueve o diez sesiones, a precios caros que quienes habéis hecho lo propio conocéis. En junio me recomendaron dejar pasar el verano para ver cómo evolucionaba la cosa. Y el otro día me llamaron de Novaláser, que es donde me he hecho esta depilación a láser, para dos cosas:
- Una, para preguntarme qué tal llevaba la espalda. Y fui muy sincero. Comenté que no llevaba idea de seguir haciéndomela, pues me dolía mucho cada sesión, no era barato y sobre todo porque a lo largo del verano el pelo de la espalda había crecido más o menos hasta llegar a como estaba en un principio. Un poco menos y más fino quizá (y no estoy seguro). Añadí que seguramente debería hacerme otras tantas sesiones para conseguir que el vello desapareciese del todo o durante un año, y que entonces no me salía a cuenta. Seguiré haciéndome el cuello, que ahí sí que he visto mejora en sólo dos sesiones, dije.
- Dos, para informarme sobre la cavitación. Enseguida comenté que me la estaba haciendo ya en otro sitio.

Y éste es el segundo tema de hoy. Llevo ya nueve sesiones de cavitación. Consiste en pasar un aparato similar al de las ecografías por la zona de la que uno se quiere quitar la grasa y ésta se hace líquida. Bebiendo agua, comiendo ligero y sudando/orinando/defecando uno las elimina. Me quedan dos sesiones y de nuevo estoy resultando escasos resultados. Igual que con la depilación, algo lo he notado, eso es innegable. Pero no es un cambio claro como para estar siquiera seguro (mirándose al espejo, viendo cómo queda la ropa, etc.) de que esté funcionando bien. He hecho ejercicio como siempre, he comido como siempre (no poco pero sí sano y con poca grasa como piden) y es lo que hay.

Así que, ¿qué queda? ¿Qué me ponga ortodoncia?
Una vez más, ¡¡NI DE COÑA!!

Que sean ustedes felices.



martes, 22 de septiembre de 2009

Bélgica y Holanda (III): conclusiones.

Habiendo pasado ya más de un mes del viaje, voy dándome cuenta de que no se ha tratado del viaje de mi vida, sobre todo Holanda. Y eso que una amiga que acaba de visitar ese país acaba de decirme que le ha gustado mucho... así que, si hay que hacer caso a la mayoría, entonces no me prestéis atención e id allí. Al fin y al cabo, sólo visitando el país en persona podréis tener una opinión del mismo.
Guionicemos los comentarios finales:
- Bélgica es bonita, aunque su capital, Bruselas, tiene pocas cosas que ver, sobre teniendo en cuenta que es la capital del país. Sin embargo, vaya usted a saber por qué, nos gustó mucho. El francés que allí se habla me pareció entendible y eso, a nivel personal, es un punto muy a su favor para llevarme un buen sabor de boca.
- Pude hablar bastante francés gracias a que Javi y Dani se colgaron el uno del otro, e hice de aguantavelas mientras je parlais français. Aquí Dani:




-En Amsterdam hay problemas de espacio. He ahí una de las grandes razones por las que las casitas son estrechas y, si uno entra en ellas, observa que las escaleras para pasar de un piso a otro son tremendamente empinadas. Las de uno de nuestros hostales eran así y bajar las maletas daba vértigo y parecía una aventura.



- El Free Tour, o tour gratuito, es imprescindible y una buena opción para conocer la ciudad. Esta opción está en otras ciudades, y basta con buscarlo por internet para averiguar en cuáles.
-Perderse en Amsterdam es fácil incluso con mapa. Los nombres de las calles son, claro, raros para una persona española y los canales y los más o menos semicírculos que dibujan complican la tarea de averiguar de dónde está viniendo uno o a dónde quiere ir. Así que toca ir con el mapa a todas horas en la mano.
- La visita a la casa de Ana Frank es imprescindible. Como ya dije, comprad con antelación las entradas a los museos en la estación de tren y os ahorraréis largas colas en algún que otro museo. No en todos, ya lo siento.
-Visitamos Rotterdam y Utrecht y ambas merecieron la pena. Bien por sus novedosos edificios, bien por algunos de sus museos y ambiente general, creo que está bien comprar billetes de ida y vuelta para el día, no excesivamente caros, y escapar un poco del gentío de la capital holandesa. Hay trenes con mucha frecuencia a estas y otras ciudades holandesas.




- Amsterdam = coches + autobuses + tranvía + bicicletas. Si queréis saber lo que pasará en breve en Zaragoza, cuando al subirnos al autobús debamos cruzar el carril para bici y estemos cerca de ser atropellados por estos artilugios de dos ruedas, id a la ciudad holandesa para entrenaros. La bici en principio es un gran invento, pero en Amsterdam invaden todo, hasta las aceras y las calzadas, de modo que uno debe estar continuamente apartándose de su trayectoria, escuchar sus timbres y mirar atrás y adelante cuando cruza de acera.
- El metro es razonablemente barato. Me apañé con un bono para cinco días, y había muchas más opciones. Eso sí, el billete sencillo es bastante caro.
-Por casualidad topamos con una biblioteca que nos dejó boquiabiertos. Aparte de disponer de bastantes ordenadores con acceso a internet, tenía cuatro o cinco plantas, cantidades ingentes de libros en varios idiomas, una decoración y distribución que recordaba en todo momento a un centro comercial y, lo más curioso, un piano que se escuchaba por todas las salas y que sólo se podía tocar habiendo pasado previamente una prueba de nivel. Aquí una imagen de esta biblioteca:





-La restauración en Amsterdam es cara. Comimos estupendamente en un restaurante chino pero nos costó a cada uno treinta euros. Eso sí, cuando digo estupendamente quiero decir que a cada bocado andábamos diciendo lo riquísimo que estaba todo. Había gente china comiendo en el restaurante, lo cual parece significativo. No es el de la foto, que también está en Amsterdam y en el agua:



-Es curioso visitar el barrio rojo y ver las prostitutas en sus cabinas, algunas invitándote a entrar con sus gestos. Cualquiera puede alquilar una cabina para trabajar en ella, basta con solicitarlo con veinticuatro horas de antelación. Las luces rojas indican que se trata de una chica y las violetas que, además, tienen un secreto entre las piernas.
- Alojarse tampoco es barato y es muy recomendable hacer las reservas con bastante antelación si se viaja en temporada alta. Tuvimos que utilizar los servicios de dos hostales distintos porque ya no quedaban seis noches seguidas en ninguno salvo en uno donde había que pagar veinticinco euros por noche en una habitación, o mejor yo diría sala, para varias decenas de personas. Y aun así, de veinticinco euros o treinta cada noche no bajó la cosa, lo cual no es muy muy barato teniendo en cuenta que buscamos en hostales del montón en habitaciones para cuatro o seis personas, con el baño fuera del cuarto y, eso sí, con desayuno incluido y bastante decente.
- Amsterdam es una buena ciudad para ir a ligar y divertirse por la noche. De eso no cabe duda. Y eso que nos costó bastante, y con ayuda del holandés Arjan, encontrar bares gays donde bailar a gusto.
- Hacer pis o caca cuesta una media de 35 céntimos de euro. Hay una mujercita que cobra el dinero en la entrada de los baños públicos. Así que aprendan ustedes a contener sus necesidades lo máximo posible.
- En Bélgica, aquello que más destaca negativamente es la mala señalización de los sitios y las direcciones, en especial en el metro y los trenes. Javi y yo nos equivocamos en varias ocasiones de estación o de dirección, y ambos tenemos buena experiencia utilizando medios de transporte en otras ciudades. Si a eso añadimos que cuando pasas a la parte flamenca tienes que andar adivinando que has de bajarte en Antwerpen porque eso es Amberes, pues ya la leche en vinagre.
- Probamos poca comida típica belga y ninguna holandesa. Lo que probamos en Bélgica no era nada especialmente distinto ni sabroso.
- Finalmente, en general ignoramos con alegría la mayoría de los museos y estoy encantado de ello. Si lo analizo bien, recuerdo menos del cinco por ciento de las cosas que he visto en los museos en cualquiera de mis viajes, así que pasan a ser, conforme más viajo, cada vez más prescindibles.

Y añadiré, por último, que voy sintiendo que debo cambiar en algún sentido el tema de mis viajes. Creo que sé hacia dónde encaminarme, es decir, qué debo buscar en las próximas salidas que haga; no puedo decirlo porque eso supondría eliminar la magia, tonta pero divertida, que tiene anunciar que me he marchado a un sitio desconocido. Pero, con alguna que otra excepción, hay algunos viajes que me han resultado poco sorprendentes o demasiado parecidos a otros.

Eso sí, ¡hay que seguir viajando! Que el mundo no es sólo Zaragoza.


martes, 8 de septiembre de 2009

Viaje de Agosto: 2 --> Holanda.

Como ya dije, nos dirigimos en tren a Amsterdam con idea de pasar allí la mayor parte del viaje. Bueno, allí y en alguna ciudad más de alrededor.
Pudieron juntarse varias cosas para que la ciudad nos gustase menos de lo esperado. Primero, las exageradas expectativas que el hecho de que todo el mundo diga que es una pasada te crea; segundo, que Javi llegase con ganas de seguir en Bruselas, habiendo conocido allí a Dani; tercero, que yo tuviese ganas de seguir hablando francés y no inglés; y cuarto, que Amsterdam es algo menos bonita y más sucia de lo que pueda parecer en foto:



Acabais de ver una imagen típica de la ciudad: un canal y casitas estrechitas alrededor. Sin duda, Amsterdam merece cuando menos una visita porque es una ciudad distinta: ¿dónde vais a encontrar una ciudad atravesada por canales, llena de turistas, con un barrio rojo... y con una apertura total hacia el sexo y hacia el mundo gay?:



Este garito es el pink point. Uno puede plantarse allí y pedir toda la información sobre sitios gays de Amsterdam. Me compré allí dos cosas: por un lado, un mug o tazón que está literalmente inclinado y en donde se lee "I,m so gay that I can,t even drink straight" -chiste intraducible-; y por otro, un llavero con los colores del arcoiris.
Colgué el llavero de la cremallera de un bolsillo de mi mochila. Pero había un problema. Descubrimos alucinados que, según mi guía, el hostal en el que íbamos a alojarnos los tres últimos días en Amsterdam, Shelter City, era c-r-i-s-t-i-a-n-o. Eso no lo decía en la web donde habíamos efectuado la reserva. Además, decía que a medianoche había que irse a dormir. Desesperados, pensamos que no podríamos salir de juerga el viernes ni el sábado por el maldito toque de queda. Sin embargo, al llegar al hostal los de la recepción no dijeron nada y al probar una noche, todo felices, a regresar al hostal a las tres de la madrugada comprobamos que con mostrar el ticket te abrían la puerta. Sea por motivos económicos, por sentido común o por verdadero aperturismo de mente, los cristianos habían cambiado y mi guía estaba anticuada.
Pero eso no quita para que recogiese mi llavero arcoiris cuando entrábamos, claro, no fuese que algún cristiano conociese el símbolo y nos desease algo malo...

Lo hicimos un poco todo al revés. Cuando apenas habíamos visto Amsterdam nos fuimos a Rotterdam. Por lo visto esta ciudad no hace mucha gracia a los holandeses, quizá porque está toda reconstruida. A mí me gustó mucho porque los edificios eran muy originales. Para muestra, un botón:



Cabe señalar que nada más bajar del tren en la estación, al ver algunos de esos edificios decidimos hacer algunas fotos. Se nos acercó enseguida un policía diciendo que no podíamos hacerlas; que no estaba prohibido pero que era mejor que no. Le pregunté por qué y muy sutilmente me dio a entender algo así como que podría ser que estuviésemos haciendo fotos para tener una idea del lugar y de la posición de los edificios. Javi, que no se estaba coscando, me preguntó a qué se refería y afirmé: se piensa que podemos ser terroristas tomando fotos del lugar para planear algo. Hasta nos pidió los dni,s y habló por walkie talkie dando nuestros números.

También visitamos Utrecht, menos interesante a la vista pero con algunos museos curiosos.

Pero realmente, el primer día en Amsterdam deberíamos haber hecho lo que hicimos el penúltimo: hacer el Free Tour. Es un tour gratuito, sí, sí, gratuito, que comienza enfrente de la estación de tren, al lado de la oficina de turismo. En español, a las once y a la una. Aunque comprendáis bien el inglés no os lo recomiendo, en ese idioma porque dura, con descanso incluido, unas cuatro horas y pico, y el guía será inglés de pura cepa, del mismo modo que nuestro guía era español cien por cien: andaluz.


Recorre uno andando todos los puntos importantes de la ciudad con explicaciones más o menos entretenidas de los mismos. Al final, cada uno paga lo que quiere. Nosotros pagamos diez euros cada uno, pues el día anterior habíamos hecho el tour del barrio rojo organizado por la misma agencia y éste sí, cuestra diez euros oficialmente, y había sido más chorrón y más corto. El tour de toda la ciudad es altamente recomendable, y es lo primero que debéis hacer cuando lleguéis a Amsterdam. Así os haréis a la idea de su tamaño y de lo asquerosamente similares que son muchas de sus calles y de sus canales, así como de la continua desorientación que sufriréis si tenéis una capacidad de orientación media.

Una de las cosas que más disfruté, porque ignoraba que me la iba a encontrar (pues no me suelo leer las guías con antelación porque siento que me chafan la emoción), es la casa de Ana Frank. Me pareció muy bonito e impresionante poder estar en las habitaciones donde ella se escondió durante tanto tiempo y cuya historia hacía años que había leído.
Tanto para visitar la casa como para en general todos los museos de la ciudad, es muy recomendable comprar las entradas con antelación. Nosotros lo hicimos en una oficina de turismo que se encuentra en la planta de los andenes de la estación. No siempre, pero a veces se libra uno de esperar en la cola varias horas.

Cuando el viaje se acababa y Javi y yo estábamos algo defraudados en lo referente a los bares gays, que eran en su mayoría para tomar algo sentado charlando y poco más -lo cual es estupendo (y espero que cunda el ejemplo en Zaragoza), pero no para un turista que va unos días-, quedamos con Arjan, con quien me había puesto en contacto también antes de comenzar el viaje:





A la izquierda un servidor, en el centro Javi y a la derecha Arjan. Nos llevó a un par de calles con bares mucho mejores que los que habíamos descubierto por nuestra cuenta y con buena música, no la típica pumpumpum insulsa y sin letra, o bien horteradas hiperantiguas, que suelen cundir en el ambiente. Esto nos dejó un mejor sabor de boca de la ciudad.


(CONTINUARÁ)

domingo, 30 de agosto de 2009

Viaje de Agosto: 1 --> Bélgica

Hace ya muchos meses que mi amigo Javier me propuso hacer un viaje juntos. Sería toda una novedad. No recuerdo quién propuso el destino, pero sí que la decisión fue rápida.
La gente –¿quién, por tanto?- dice que Bélgica tiene poco para ver y que con ver Bruselas y Brujas uno ya tiene más que suficiente, y que no vale la pena pasar mucho tiempo en ese país. De modo que cuando nos juntamos para comprar los billetes de avión en mi casa, Javier y yo decidimos comprar los billetes de ida y de vuelta con diez días en medio, para pasar cuatro en Bélgica y seis en Holanda. Insisto, como siempre, en lo estupendo que es comprar los billetes pronto. Lo hicimos a final de febrero o principios de marzo, no recuerdo bien, y pagamos cien euros por los dos vuelos juntos: Zaragoza – Charleroi y Amsterdam – Barcelona. Pues bien, ¿no?
El verano prometía sin duda ser para mí el de practicar francés: la semanita en Perpignan y ahora tres diítas en Bruselas. ¡Chupi, parfait!
Tomé el autobús hasta el aeropuerto. Cuesta tres cuartos de hora largos llegar hasta allí, ya que el vehículo da una serie de interminables revueltas por Plaza para dejar a la gente que trabaja por allí. Ryanair nos llevó con puntualidad hasta el aeropuerto de Charleroi.




Ahí llega una desagradable sorpresa: hay que tomar un bus para ir hasta Bruselas que cuesta trece euros nada menos. Admitiendo que no he confirmado la siguiente información, como todo buen periodista ha de hacer –como yo no lo soy…-, este autobús debe de pertenecer a Ryanair, de modo que el vuelo pasaría a costar subrepticiamente trece euros más de lo que en un principio parecería.

Convencí a Javier para que abandonara su costumbre de alojarse en buenos hoteles con grandes comodidades y apostase por gastar lo menos posible en alojamiento. Como le expliqué, no me importa arriesgarme a dormir mal alguna noche por compartir habitación con dos o tres personas más si a cambio me ahorro un dinero considerable y de paso tengo la oportunidad de toparme con ingleses o franceses con los que charlar un poco en la habitación si hay buen rollo.
Habíamos reservado una habitación para tres noches en Bruselas. La idea, que pusimos en práctica sin problemas, era ver la ciudad y aprovechar el tiempo en ese país para tomar el tren y acercarnos a Brujas y Gante.
La habitación era para cuatro personas, así que descubrimos quiénes eran nuestros dos compañeros: un chino. Sí, nadie más. No había cuarto compañero de cuarto, valga la redundancia. El chino a las ocho de la tarde ya estaba durmiendo y lo hacía con tanta orientalidad que muerto habría ofrecido el mismo aspecto. En recepción nos dijeron que las dos noches siguientes tendríamos que cambiarnos a otra habitación, lo cual nos provocó bastantes molestias al no poder trasvasar todo antes de irnos a turistear, por estar nuestra nueva habitación aún ocupada. Bien, el caso es que nos tocó en una habitación que en realidad daba a dos habitaciones más, en total tres de cuatro personas cada una. O sea, doce. ¿Y quiénes eran nuestros compañeros esta vez? Pues nueve adolescentes ingleses y el chino, a quien también habían trasvasado.
La pregunta me sale del alma: ¿por qué siempre ingleses? ¿Por qué siempre ellos? Mira que en teoría me encanta toparme con gente de esta nacionalidad para poder practicar inglés con nativos cien por cien. Pero es que siempre me tocan críos que van en grupo y que respetan tus horas de sueño menos que las arañas o los ratones. Uno de los días tuve que poner cara de persona cabreada y, al llegar a la conclusión de que una vez puestos ellos en pie a las nueve de la mañana y ponerse a hablar en voz alta esa actitud iba a proseguir indefinidamente, decirles que estaba intentando dormir y que en definitiva no estaban solos en la habitación. De poco sirvió, aunque la mañana siguiente fue menos ruidosa… que no la noche, que fue armoniosamente decorada por mi vecino superior de litera con sus ronquidos. Jamás, repito, jamás, había encontrado un roncador como él. No dejaba de roncar ni diez segundos; no sé, la gente que ronca suele dejar de hacerlo pasado un ratito, uno de los cuales pensaba aprovechar para quedarme dormido. Pero este chico estuvo roncando lo que calculo que fueron tres cuartos de hora. Agarré la manta y como había varias duchas dentro de la habitación con mucho espacio, me tumbé en el suelo de una de ellas y ahí dormí unas cuatro horas en un bendito silencio. Cuando llegó la mañana y nos despertamos, estuve a punto de darle mi pésame al chaval por el problema que tenía y por sus futuras parejas de lecho, pero me contuve porque seguramente habría pensado que era un puto español entrometido.

Pero ciñámonos de una vez a lo que es el viaje en sí. Tampoco voy a ir detalle por detalle, porque no ha sido en general un viaje de cosas puntuales fantásticas, sino de ver conjuntos de ciudad y de conocer algunas personas. De sensaciones generales, si lo queremos llamar así. Primero vimos un poquito Bruselas. Hay que decir de entrada que la ciudad tiene bastante poca cosa que ver. Museos aparte, que ignoramos primorosamente, en un día se puede ver lo que hay que ver. Pero lo poco que hay que ver es bonito: iglesias, catedrales, tiendencitas y por supuesto la Grande Place, que es enorme y preciosa, rodeada de edificios preciosos por los cuatro costados.








Para orientarse por la ciudad basta con pedir un mapa en la oficina de turismo. No es demasiado complicado encontrar el camino a ningún sitio; salvo quizá, para mí gusto, cuando yendo al norte uno va cuesta abajo y hacia el sur cuesta arriba, tontería que también me desorientaba mucho en Atenas. Es una consecuencia de decir, o al menos oír, lo de “me bajo a Teruel” o “me subo a Huesca”.
Brujas es muy bonita. La gente lo dice y, por una vez, la gente -¿quién es la gente?- tiene razón. No tenía el menor halo de misterio, que es lo que a uno el nombre le hace pensar. Es más bien muy bonita como, digo yo, puede ser por ejemplo Praga: porque la arquitectura y el ambiente es distinto a lo acostumbrado y mires a donde mires te dan ganas de hacer fotos. Toda ella es muy turística, para bien y para mal.







En cuanto a Gante, es menos bonitaportodaspartes pero tiene algunas rincones muy bonitos, algunas plazas deslumbrantes y edificios visitables con vistas asombrosas. Eso sí, como se puede deducir por la foto, hay que ir con mucho cuidado porque hay caníbales sueltos:











A Gante fuimos con Daniel, que habíamos conocido unas horas antes de ir allí en Bruselas porque le había enviado un mensaje por Internet. Mi amigo y él congeniaron estupendamente, y a día de hoy andan enviádose sms´s y ansiando que llegue mitad de septiembre, cuando Daniel –que es por cierto canadiense- se marcará un viaje de fin de semana a Zaragoza. Por ello, los dos últimos días en Bélgica los pasamos casi por entero en su compañía, así que hablé francés mucho más de lo que en principio había supuesto.
Me olvidaba de Amberes, qué despiste. Quizá porque la vimos literalmente de paso: descubrimos que pasábamos por esta ciudad camino en tren a Amsterdam, así que decidimos parar unas horas y verla. Mereció la pena relativamente, quizá porque Gante y Brujas en comparación le daban mil vueltas. Al menos descubrimos allí un restaurante italiano donde probé el carpaccio por primera vez –carne cruda en filetes muy finos con queso, ¡qué rico!- y me aticé una pizza tan grande que dejé un cuarto para el perro del restaurante, si es que había uno.
Holanda tiene su gran anécdota, pero de momento estamos hablando de Bruselas y mencionaremos la suya. Fuimos Daniel, Javier y yo a un Subway a cenar, que no tiene nada de belga pero sí de económico y de gastronómicamente previsible, y elegimos nuestros bocadillos. Ellos dos estaban sentados charlando mientras yo, frente a la barra, me sentía abrumado por la cantidad de bocatas entre los que podía elegir. Tuve la siguiente conversación en francés, que escribiré primero en francés y luego traduciré:
- S´il vous plait, le sandwich numero 12, le Thon, quels sont ses ingredients ? –pregunté.
- Mmmmm... poisson –me respondió la camarera.
- D´accord, merci. No, je vais choisir le 11.
Y nada, me quedé tan tranquilo. En cuanto me senté, me preguntó Javier por el bocadillo que había elegido, pregunta a raíz de la cual él o Dani, no recuerdo quién, dijo que thon quiere decir atún en francés. Así que claro, me empecé a escojonar de risa de inmediato y, cuando pude dejar de reír y llorar, les repetí la conversación que había tenido con la camarera:
- Por favor, el sándwich número 12, Atún, ¿qué ingredientes tiene?
- Mmmmm…. Pescado.
- Vale, gracias, prefiero el 11.
Vamos, que la camarera debió de pensar no sólo que era extranjero sino además víctima de ausencia de oxígeno en la incubadora.



(CONTINUARÁ)

martes, 25 de agosto de 2009

Intereconomía.

Procederé en breve a relatar e ilustrar el viaje a Bélgica y Holanda. Pero como veo que el calor y la desidia me impiden comenzar la tarea, aprovecharé para mencionar brevemente el canal Intereconomía, que podemos ver gracias a la tdt.
Destaca por tener el símbolo de un toro en la esquina superior derecha de la pantalla.
A mí ya me extrañaba que hubiese en él quejas sobre Zapatero a todas horas, así como que en los debates casi nadie pareciese estar a su favor.
Pero cuando vi un vídeo sacando hombres y mujeres y definiciones de matrimonio, y a continuación dos tíos morreándose y oyéndose en voz en off "¿y a esto le llaman matrimonio? ¡Que no te engañen!" (o algo por el estilo), ya deduje claramente el pie del que cojea la cadena.
No pretendo defender a Zapatero, solamente que cada uno tenga las ideas que quiera... ¡pero que dejen en paz a los que nunca les han hecho ningún mal!

lunes, 17 de agosto de 2009

Aquí ya.

Estoy recién regresado de Bélgica y Holanda. La segunda postal está en camino. En pocos días comenzaré a subir el relato de mi viaje.



viernes, 7 de agosto de 2009

El viaje de las dos.

Sin apenas habiéndoos dejado respirar del viaje anterior a Perpignan (cuyo relato tenéis más abajo), un servidor anuncia que acaba de desaparecer de nuevo de tierras aragonesas.
Esta vez la propuesta de destino, que permanecerá como siempre incógnita, tiene una particularidad: y es que no se recibirán una sino dos postales, porque... me voy a dos lugares distintos, o bien a sólo uno del que merece la pena recibir postal desde un par de ciudades diferentes. ¿Sorprendidos? Bueno, a apostar tocan. ¿Dónde me he ido?:
- Ceuta y Melilla y Marruecos: dos países, dos postales. Podrían ser tres, pero tampoco es cuestión...
- Bélgica y Holanda: a comer chocolate y a ver tulipanes. Una postalita de cada país.
- Australia: entre canguro y canguro y paradita de coche, una postalita de Melbourne y otra de Sidney.
- Andalucía: dos postales desde dos ciudades andaluzas elegidas al azar.
- Austria y República Checa: dos países, dos postales, desde las capitales, faltaría más.
Si quieres recibir las postales y todavía no tengo tu dirección postal, envíamela a chaskatraska@yahoo.es
¡Pasad felices días!



miércoles, 5 de agosto de 2009

Perpignan y alrededores (IV y último)

Ha sido un viaje tranquilo que decidí hacer sin demasiadas expectativas. Desconocía Perpignan, ni siquiera sabía si era grande, mediano o pequeño, así que me armé de libros y dinerito para coger trenes de cercanías. No es el lugar más maravilloso del planeta, pero al final me ha quedado un buen sabor de boca:
- En primer lugar, Perpignan es lo suficientemente grande como para perderse tranquilamente sin repetir sitio durante dos o tres días. Uno se sorprende de la cantidad de barrios de callecitas estrechas que hay, y no digamos de encontrarse lo siguiente en una de ellas:



- Viajando por los alrededores hay verdaderas maravillas para pasar un día. Permítaseme mencionar de nuevo Collioure, que es preciosa y donde obtener fotos interesantes es relativamente sencillo:










- Bien es cierto que fui en julio y además el 14 de julio, día en que toda Francia, celebrando la toma de la Bastilla e historicidades varias, está de fiesta; pero en general es posible encontrar cierta vidilla en Perpignan, tanto a nivel cultural (teatro profesional y amateur, conciertos al anochecer, zonas turísticas, un palacio...) como de ocio (bares, restaurantes, discotecas, etc.).

- Es posible viajar hasta Perpignan en autobús. Philippe encontró un bus directo desde Zaragoza, que rechacé tomar ya que costaba once horas... Encontré una alternativa: viajar pasando por Barcelona tomando dos autobuses; curiosamente resultaba más barato, se tardaba menos e, imagino, se hacía menos pesado al haber más tiempo de descanso a medio camino.


- Perpignan está al lado de la costa, así que incluso para los que no somos muy amantes de la playa está la posibilidad de escaparse a ella aunque sea una vez. Viene bien darse un baño -aunque el agua está hiperfría- y dejarse invadir por la desidia que provoca estar al lado del mar y el ruido de las olas. Cometí el error de tomar el sol varias horas sin crema, de modo que cualquier movimiento del cuerpo era doloroso y el viaje de regreso en autobús, barato pero duro, se hizo más insufrible todavía.

- Un apunte económico: un billete en bus de Barcelona a Zaragoza cuesta 10,50 euros. Coger un taxi a las dos de la madrugada desde la estación hasta mi casa (calle Miguel Servet) vale 11 euros...

- No me cansaré de decir que el francésy el inglés son dos idiomas no comparables, al menos para un español: el francés es más sencillo de aprender y sobre todo de comprender a nivel oral. Me satisface mucho, tras tres años estudiándolo, poder entrar a una oficina de turismo o a FNAC y poder preguntar algo, ser entendido y comprender la respuesta sin mayor problema. En inglés, aún tengo a veces problemas con eso según el acento...

- Sin duda, debo dar las gracias a Philippe por alojarme en su casa, por su amabilidad y paciencia, por darme lo equivalente a, qué sé yo, 300 horas de francés en una semana y por haberme mostrado los alrededores de Perpignan.






F I N

lunes, 3 de agosto de 2009

Perpignan y alrededores (III)

Animo a ver más fotos de Collioure en facebook, porque es precioso. Las nubes impidieron que me diese un baño pero favorecieron, a mi entender, el resultado de algunos fotos.

Llegado el fin de semana, y teniendo Philippe tiempo libre, me llevó en su coche de viaje de nuevo. Vimos Céret, otro pueblecito, que estaba cerca de la frontera. Allí callejeamos, vimos un mercadillo ambulante con verdaderas gangas en lo que a ropa se refiere, y comimos. Con mi ilusión de niño respecto a los idiomas, me fui más contento que unas castañuelas tras ser requerido por un par de personas para indicarles dónde estaba dicho mercadillo.





Invadidos de cierto muermo post-comida, mi anfitrión propuso ver el museo Dalí en Figueras. En un principio me pareció hasta estúpido pasar la frontera para regresar a mi país, pero acepté y valió la pena.




El museo resulta entretenido. Eso sí, Dalí debía de ser insoportable a más no poder. La pobre Gala, su mujer, no sé cómo le aguantó. A ver si busco información de ambos y descubro si se divorciaron o se aguantaron resignadamente hasta el fin de sus días.
La siguiente foto muestra una de las obras más originales que pueden verse en el museo:



Me costó mucho sacar esta foto: me encontraba subido a una escalera, con una fila tremenda esperando a que yo me quitase de la lupa con peluca a través de la que se observa esta imagen. Salvo esa peluca, lo demás se encuentra más abajo, en el suelo, y el conjunto forma un rostro.
Tampoco se queda atrás otra obra que consiste en dibujos extraños en varias mesas. Cada mesa tiene encima una botella de metal que refleja los dibujos de la mesa: al reflejarlos, el observador ve la imagen invertida y descubre un rostro, un cuerpo, etc. Digamos que Dalí era muy creativo y además se aburría.



Éste es el teatro de Figueras. Quizá haya alguno más, no lo sé. La ciudad no me pareció mal, aunque tampoco recomiendo en especial visitarla si no es para ver también el museo y así pasar media tarde.
Al volver de Figueras nos detuvimos en un hipermercado que está literalmente al lado de la frontera y donde, por lo visto, muchos franceses van a comprar para aprovechar que los precios les resultan más asequibles y que algunos productos son más difíciles de encontrar en Francia.

Al día siguiente fuimos a la playa nudista del principio del viaje. No me di crema por delante porque con el viento no se percibía la fuerza con la que daba el sol y porque teniendo pelito en el pecho, da muuuucha pereza... Y será la última vez que cometa semejante imprudencia, porque casi dos semanas después sigo todavía pelándome y habiendo disfrutado de cinco días de escozor horripilante.



(Continuará)

sábado, 1 de agosto de 2009

Perpignan y alrededores (II)

El sitio de playa al que fui fue Collioure. Se encuentra a unos veintipico kilómetros de Perpignan y se puede ir en bus o en tren. Me salió un día horripilante, con viento, nubes, algo de fresco... así que no me bañé. Pero Philippe ya me había informado de que incluso sin bañarme el sitio merecía la pena, y así fue, pues es pequeñito y precioso. (Para un día, pues es MUY pequeñito).
Las fotos que pongo son todas de allí: la zona de playa, alrededor de la cual están las construcciones siguientes:








Es decir, varias iglesias y castillos. Visité un castillo con guía. La visita más próxima era en francés, y bueno, ahí me véis remangándome las mangas en plan yosoyguay y voyaello. Quitando el viento que había, seguí bastante bien la explicación y me fui contento. Las explicaciones eran bastante amenas.
Hasta, creo recordar, 1625 esto era territorio catalán. Que los historiadores me corrijan si tienen ganas.

La pequeña sorpresa del lugar fue que cuando me entregaron el mapa de Collioure en la oficina de turismo, en la parte central, deonde está el antiguo cementerio, leí "Tumba de Antonio Machado":


Quien no se marchó de España precisamente porque le apeteciese...


(Continuará)

jueves, 30 de julio de 2009

Perpignan y alrededores (I)

Fue Perpignan (Francia) el destino que elegí para pasar unos días en el mes de julio. Puesto que este año había oposiciones y la administración no tiene la amabilidad de publicar el nombre de los elegidos como tribunal hasta principios de junio, un servidor no pudo arriesgarse a organizar ningún viaje para no correr el riesgo de anularlo y/o perder el dinero en él invertido.
De modo que en junio, sin plan previsto, recibí por segunda vez la invitación de Philippe de ser alojado en Perpignan. ¿Cómo podía negarme?
Conocí a Philippe en mi viaje a París en navidades. Aparecerá en alguna de las fotos, pero ustedes lo pueden ver también en el vídeo de París que está disponible en mi perfil de facebook. Sale en él con una especie de polito o camiseta de rayas horizontales azules, creo recordar.
Bien, pues compré billetes de bus y allá que fui. Como ya sabía, el bus es odioso para viajes largos (y éste lo era: ocho horas en total). Al menos es barato, claro.

El primer día, nada más llegar, Philippe me mostró mi habitación, me cambié de ropa y nos fuimos a una playa nudista. No osé mostrar mis encantos por pudor y falta de costumbre -que lo mismo es-.



Era curioso ver algunos hombres caminando solos en bolinga picada, como si los demás estuviésemos interesadísimos en ver su churrimondongo y, para no perder ripio, caminasen bien despacito. No tardé mucho tiempo en deducir que había algo de cruising o movimiento gay busco-sexo-tras-los-matorrales: lo descubrí cuando, al ir a buscar un sitio para hacer pis (pues tras bañarme una vez decidí que no repetía, el agua estaba demasiado fría), una pareja de chicos pasó, me miró de arriba abajo y enseguida se detuvieron, como interesándose vivamente por los centenares de granos de arena que me rodeaban. Uno de ellos no estaba mal, de hecho el que luego se quedó al lado de mí fue él; pero no sé, nunca me ha emocionado ver a la gente directamente en bolas y/o en bañador, y no intenté nada. Me alegró saber que la molla de la cintura parecía existir sólo en mi imaginación o al menos no era impedimento para que ese chico me encontrase potable.
Después de la playa fuimos a otra zona cuyo nombre no recuerdo, donde íbamos a ver unos fuegos artificiales por ser al día siguiente el 14 de julio. Por desgracia, el viento obligó a cancelarlos.
Pero el propio 14 de Julio nos resarcimos. Fuimos en coche a varios sitios. En primer lugar a Narbonne, pequeñito, pero bonito.



Después vimos de pasada bonitos paisajes y terminamos en Carcassonne, cerca de donde viven los padres de Philippe. Allí hay un castillo precioso en torno al cual hay casitas donde vive la gente y calles turísticas con tiendas y restaurantes.




Fue allí donde, al anochecer, vimos los fuegos artificiales. Todos los fuegos son iguales, supongo, pero éstos me gustaron mucho. Fue increíble el efecto de echar humo desde el interior del castillo e iluminar la escena con luces rojas: parecía en verdad que todo estaba en llamas.

Eso fue el lunes y el martes. Hasta el fin de semana Philippe trabajaba, así que tuve que organizarme por mi cuenta para ver cosas. Por eso, apenas salí de Perpignan (salvo una maravillosa excepción que ya mencionaré). Tiene relativamente pocos habitantes si la comparamos por ejemplo con Zaragoza, pero quizá por no tener muchos edificios altos, la extensión de Perpignan es enorme.
Creo que Perpignan resultó ser el lugar que menos me interesó. Tiene calles y algunos lugares bonitos, pero tras callejear un poco, enseguida se ve lo más interesante. Aquí la puerta de Notre Dame:



Me pareció simpático encontrarme una escena que, afortunadamente, cada vez es más frecuente en nuestra querida Zaragoza:



Por supuesto, hay más carril-bici que en nuestra ciudad y, si hay necesidad de ir por la calzada, jamás verás que nadie se queje, sino que conducirán detrás del ciclista con paciencia. ¡Cuánto ha de aprender nuestra pueblerina ciudad!
El miércoles me animé a ir a la playa. Cuando estaba preparado con toda la cartera llena (champú, toalla, almuerzo, lectura...) vi que estaba nublado. Frustrado, perpignaneé otro día más, y fui a la playa al día siguiente. Fui a Colliure, que resultó el pueblecito más bonito de todos...


(Continuará)

lunes, 13 de julio de 2009

Ausente.

Si estáis leyendo estas palabras, significa que un servidor ha desaparecido de Zaragoza. ¿A dónde habrá ido? Aquí tenéis cinco opciones posibles:
- Zürich (Suiza). Ser invitado por un chorbo grandote a pasar unos días entre valles y lagos, y con su promesa de ir en tren a los alrededores más interesantes, es una opción estupenda.
- Gdansk (Polonia). Ser invitado por un polaco desconocido de agradable rostro a pasar unos días en esta ciudad bañada por el Báltico, y que forma una interesante tri-city (con otras dos ciudades, claro) al norte del país, es una opción estupenda.
- Lugo (España). Ser invitado por un chico musculado y moreno que además vive en la misma ciudad que una antigua amiga, y tener la posibilidad de conocer el otro lado de la península, es una opción estupenda.
- Bucarest (Rumanía). Ser invitado por un chico rumano morenote, que vive en el centro de la ciudad junto al río Dambovita y que ha prometido llevarme a Transilvania, es una opción estupenda.
- Perpignan (Francia). Ser invitado por un chico francés atractivo y practicar el idioma mientras se disfruta de la playa y la tranquilidad de la ciudad es una opción estupenda.

Pidiendo por favor silencio a las dos personas que saben la solución, os reto a que adivinéis dónde me he marchado. Está claro que parece que pasaré menos calor que en Zaragoza y que alguien me proporciona alojamiento.
Si quieres recibir una postal desde donde sea que me he ido y todavía no tengo tu dirección postal, envíame tus datos a chaskatraska@yahoo.es
¡A ver si esta vez acertáis! Hasta pronto.




viernes, 3 de julio de 2009

Despedida (II y último)

En un principio, en el concurso provisional de traslados, me habían dado el colegio de Montecanal. El concurso de traslados es un modo de permitir que la gente pueda participar en el concurso sin estar obligada a moverse: uno ve lo que le han dado, ve qué colegios puso en la lista antes y después del otorgado y decide si se quiere arriesgar a que en el definitivo, cuyo resultado sale directamente en el BOA y hay que aceptar obligatoriamente –salvo error de algún tipo en la adjudicación, claro-, le sea concedido alguno de esos destinos cercanos al asignado provisionalmente. En consecuencia, el concurso provisional es una manera de mantener a los participantes en vilo durante dos meses. Hice estupendamente en no ir a ver el colegio de Montecanal. Quizá me habría encantado y habría aceptado con menos alegría el cambio al de Valdespartera. Nunca lo sabremos, cosas del destino: una chica a la que le habían dado Valdespartera por mi especialidad rechazó, vayan ustedes a saber por qué (y se sabe que rechazó porque en el definitivo no aparece), así que yo “subí” un puesto en mi lista de peticiones y fui valdespasteurizado.
Los primeros en saberlo, aparte de Conchita, mi compañera del cole –cuyo rostro al bajar del coche y acercarme al cole ya me anunciaba la publicación oficial del resultado en el boa-, fueron mis alumnos. La mayoría se quedó sonriendo un poco estúpidamente, a caballo entre “somos niños y no podemos reaccionar de otra manera” y “entonces, ¿hay vida más allá de Jorge? Jorge, ¿quién vendrá en tu lugar?”
Después ya se lo comenté a algunas familias. La madre de Javier, cuyo hijo, junto con su compañera Noelia, he llevado desde que estaba en primero, me dijo lo que yo pensaba: “¿Pues no dijiste que te ibas a quedar por lo menos hasta que Javier terminase la primaria?” Y sí, me hacía ilusión que para bien o para mal fuesen conmigo los seis años de la etapa. Pero claro, le respondí, es que me han dado un colegio que, al menos sobre el papel, lo tiene todo para ser el colegio perfecto. ¡No podía rechazarlo! Además, ¿y si espero un año o dos y ya no encuentro nada parecido en Zaragoza capital?
Y es que no me esperaba que me fuesen a dar nada de lo que puse –tres colegios nada más- en este concurso, pues tenía relativamente pocos puntos.
El inspector, la misma mañana en que supe lo de Valdespartera, se pasó por el colegio y me dio la enhorabuena. Le comentó a Conchita que la iba a proponer como directora (“Claro, no vas a proponer al alguacil”, contestó ella) y en pocos días ya estaba ella interesadísima en que le explicase los tejemanejes directiles. Le advertí de lo fascinante que es hacer el Documento de Organización del Centro a principio de curso y en especial las cuentas de gestión, que he hecho en seis ocasiones, dos por curso, y todavía no sé cómo.

Con una especie de circular de final de curso en la que se mencionaban temas como las tutorías, los cuadernillos de verano o un almuerzo para los alumnos el último día de clase, anuncié oficialmente que me iba: escribí literalmente “gracias por soportarme durante cinco años con mis defectos y mis virtudes”. Habría añadido “de nada por aguantaros a vosotras durante ese mismo tiempo”, pero habría resultado impopular, intuyo, además de que realmente, una vez se fueron un par de petardas hace ya unos años, he estado bien en el colegio.
Tuve alguna sorpresa de mi compañera y de mis alumnos, así como un detalle de las familias, todo ello agradable y emocionante.

Si el lector considera que citar algo a favor de uno mismo es una falta de educación y un acto de imperdonable inmodestia, que no siga leyendo. Si lo voy a citar es porque la despedida del pueblo fue como una especie de epílogo de las novelas de agatha christie: ya relajado, agradable y grupal. Me explico.
Desde el diecinueve de junio, cuando terminaron las clases, Conchita y yo hemos acudido al colegio para hacer infinidad de papeles y reuniones (memoria del curso, charlas con el equipo de orientación de Calatayud, tutorías, firmas de actas de evaluación, solicitud de los libros de gratuidad para el próximo curso…) y para recoger material: ella en previsión de lo deteriorados que quedarían los libros de no guardarlos bien cuando cambien el suelo del cole este verano, y yo evidentemente por tener que llevarme trastos acumulados.
Bien, pues el treinta de junio estuve recogiendo bolsas y bolsas de cosas, así como documentos de dos ordenadores, hasta las seis de la tarde nada menos. Fue al salir del colegio, llevar todo al coche y disponerme a devolver las llaves del colegio cuando empezó el desenlace agathachristiano. Desenlace, como dije, relajado, pues ya había terminado y las vacaciones por fin parecían reales y tangibles; desenlace agradable porque todo fueron palabras positivas; y grupal porque se juntaron por pura casualidad muchas personas de las que he conocido en el pueblo.
Primero, me encontré con la madre de uno de los niños de infantil, al que jamás he dado clase. Me vino a decir que me fuese tranquilo porque no había oído jamás hablar mal de mí por parte de las familias cuando se me había mencionado. No es poco, porque en los pueblos ya se sabe. Eso es que has hecho las cosas bien, dijo ella. Lo junté en mi mente con el “No te vayas, Jorge, nos lo pasamos bien contigo” de los alumnos de infantil y me dio un subidón de autoestima tremendo. Después, cuando me despedí de ella, busqué a Tomás el alguacil, al que entregué las llaves del colegio y de quien también me despedí. Qué raro, pensé, ya no es mi colegio y ya no tengo modo de entrar en él. Y mientras nos decíamos adiós, apareció otra mamá por allí, así como siete u ocho de mis alumnos, que estaban pasando el rato juntos montando en bici. Pude despedirme, les prometí que dos de ellos, de modo simbólico para todos, recibirían postal mía este verano de mis viajes veraniegos, y luego ya me subí al coche y se me quedaron mirando mientras me iba. Igual que en las novelas de agatha christie, en las que cuando todo acaba, los personajes inocentes de la novela se despiden tras haber sido unidos en un mismo lugar para escuchar la explicación del misterio por parte del detective.

A pesar de todo, cuando salí del pueblo, olvidé los retrovisores y miré el sol que tenía enfrente.

domingo, 21 de junio de 2009

Despedida (I)

Allá por diciembre salió, como todos los años, publicada la posibilidad de participar en el concurso de traslados para maestros. Escarmentado tras varios años intentándolo, sabía que había pocas probabilidades de que con mis puntos acumulados, relativamente pocos, me diesen lo que yo quería: un colegio en Zaragoza capital, cercano a mi casa, bilingüe para que la posibilidad de tener que impartir inglés en infantil fuese inexistente –pues de ello se encargan casi siempre los profesores nativos en ese tipo de coles-, con horario de salida a las cuatro y media de la tarde… Hasta tal punto estaba convencido de que no me iban a dar lo que yo quería que dejé los papeles para el último momento: fue el día antes de irme a París cuando me senté a elegir colegios. Puse tres, solamente tres: Valdespartera, Montecanal y José Antonio Labordeta.
Dejé instrucciones a mi hermano para que llevase los papeles al servicio provincial. Me envió un sms a París porque acababan de decirle que había que introducir los datos a través de Internet. Santi, no te preocupes, le dije; he puesto tres colegios sólo y no me van a dar ninguno. Entrégalo en formato de papel y si luego no valiese, no pasa nada, total…
Y bueno, como ya sabéis, a principios de este mes he sabido que, tras cinco años en el pueblecito, me han dado destino en el cole de Valdespartera. Es toda una maravilla teniendo en cuenta que es lo que quería, que es el colegio que puse en primer lugar y que una de las chicas que han concursado para este colegio por mi misma especialidad ha obtenido plaza gastándose el doble de puntos que yo.
Se trata de un colegio bilingüe, de modo que los alumnos tienen clases en inglés desde los tres años con profesores nativos, y durante la etapa de Primaria tienen clase de Literacy –llamémoslo inglés-, Conocimiento del Medio y Plástica en este idioma, sumando nueve horas semanales. Es un colegio nuevo que se inauguró este curso que ahora termina, y cuyos puestos han sido cubiertos por personal interino; así que en septiembre, salvo el equipo directivo, todos los maestros llegamos por primera vez al centro. Creo que me gustará la sensación de comenzar casi desde cero, aunque sin duda implicará más trabajo e inseguridad en algunos aspectos.
¿En qué voy a salir ganando con el cambio de colegio? En muchas cuestiones:
- La más clara, en dejar de conducir dos horas cada día, con lo peligroso que resulta en días de lluvia y en general en invierno cuando hay riesgo de helada.
- En consecuencia, unos ciento cincuenta euros que no me gastaré mensualmente. Vaya, como si hubiese pedido un aumento de sueldo al jefe, especialmente si pensamos en esos maravillosos mil doscientos euros que gasté en la última revisión de coche y que todavía me duelen. (No es que ahora no vaya a revisar más el coche, pero lo haré con una frecuencia mucho menor).
- El factor tiempo varía considerablemente. Hasta ahora, 2 x 60 minutos al día en coche, = 120 minutos en total. A partir de septiembre, 2 x 15 minutos = 30 minutos. Hay que añadir a esto que mientras que en el pueblo la hora de salida era las 16:30 horas, más una hora de coche = 17:30 horas, ahora saldré a las 16:15 horas, + 15 minutos de coche, = 16:30/35 en casa. ¡Vamos, como si hubiese ido al jefe y le hubiese pedido una hora más de vida al día!
- Por otra parte, el modo de trabajar será distinto. Acabaré con toda seguridad más cansado, pues estaré en aulas con unos veinte alumnos y no de diez o doce, pero podré trabajar con TODOS la MISMA actividad: todo un lujo a menudo impensable durante mis últimos cinco años de vida profesional.
- Y finalmente, podré dedicarme bastante de lleno a enseñar inglés, que al fin y al cabo es una de las áreas que más me gusta enseñar junto con las matemáticas y, a veces, el conocimiento del medio. En Villarreal tener seis libros de texto de inglés con sus seis cuadernos de actividades y sus seis cd´s de listenings y songs era como… ¿imposible? Y eso que este año, no me preguntéis cómo, he conseguido terminar todo el libro con 5º.

Pero claro, ¿qué pasa con el cole que dejo? ¿Cómo ha sido lo de ver que allí Jorge dejará de ir dentro de unos días?



(Continuará)

miércoles, 27 de mayo de 2009

Diabetadas (XVII)

Arturo: estado de quien ha ingerido exceso de comida.
Onomástica: cierta compañía de teléfonos se come nuestro dinero con patatas.
Ablución: emisión de un mensaje oral.
Remitente: persona que hace avanzar una barca con su fuerza y la ayuda de un instrumento destinado a tal efecto.
Pingajo: trozo de algunas frutas que se lleva enganchado a la ropa como adorno.
Abrigo: voy a cierto lugar de Gralicia.
Mamada: papada de mujer.
Carámbano: hacer una mueca con un objetivo que no se logra cumplir.
Convalidar: hacer adecuado algo medianto saltos continuos a una cuerda que pasa bajo nuestros pies.
Andaron: anduvieron irregularmente, por embriaguez u otras causas.

sábado, 23 de mayo de 2009

Moving!!!!

domingo, 10 de mayo de 2009

Vaselina, por favor.

Cuando viajé a París las navidades pasadas, constaté algo: que en España los precios de telefonía e Internet son desmesuradamete altos. En Francia, con unos treinta euros al mes uno puede disfrutar de todo lo siguiente: tarifa plana para navegar por la red, llamadas gratuitas nacionales y al resto de Europa y decenas de canales de televisión de todo el mundo. Si en España uno quiere disponer de los mismos servicios, tendrá que pagar, a ojo de buen cubero, noventa o cien euros como mínimo.
Pero no parece ser suficiente. El gobierno, a partir de septiembre, eliminará la publicidad de los canales públicos de televisión. Para suplir los beneficios que los anuncios reportan, se recurrirá a, entre otros, las cadenas privadas y las compañías telefónicas, a las que se les pedirá un tanto por ciento de sus beneficios.
¿Cuál ha sido la respuesta de las compañías telefónicas? Rotunda y clara: los consumidores veremos aumentar el precio de sus servicios.
Pues eso.

jueves, 30 de abril de 2009

Elefante gratuito.


Isabel, una amiga, o quizá yo mismo -ya no recuerdo- me propuso algo que me sonó interesante: "Oye, ¿por qué no nos leemos un libro los dos y luego lo comentamos?" Nos apetecía simular un club de lectura, al que yo personalmente desde hace tiempo deseaba pertenecer. Así que le dije que sí de inmediato.
Y entonces le dije que quizá en FNAC podríamos leernos el libro que fuese gratuitamente y que allí, claro está, no tendríamos problemas para encontrar dos ejemplares del mismo libro en caso de que decidiésemos leerlo a la vez.
- ¿En serio que se puede leer gratis? -me preguntó.
- Sí -respondí yo-. Una vez en la FNAC de Madrid vi que había una salita hecha de propio para ello, y en ella había lo menos quince personas con un libro entre las manos.
- Pues genial.
Y así, quedamos un día y decidimos comenzar esta propuesta literario-gratuita-cutre. Cutre lo digo porque me lo parece lo de irte a un sitio, pillarte un ejemplar nuevecito y sentarte a echar dos horas disfrutando del aire acondicionado, de los servicios... y todo sin soltar un centieuro. Me invade una sensación rara cuando devuelvo el ejemplar a la estantería y pienso que alguien lo comprará pensando que nadie lo ha leído todavía.
Decidimos tragarnos el último libro de Saramago, por aquello de aprovechar que podíamos leer novedades. Nos lo zampamos en dos tacadas.
Se lee bien. Está basado en un hecho real.
Pero vaya, que poco más. Uno le coge cariño al elefante y a algún que otro personaje, aprende cómo se llama la persona que conduce este animal... pero eso es lo que hay. Me da que este hombrecillo escribió dos novelas interesantes, Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres, y que el resto son irregulares y sosillas, aunque se leen agradablemente.

Ahora, unas semanas después, estamos pseudorrobando "Los caracoles no saben que son caracoles", de Nuria Roca. Es entretenida, intrascendente pero tiene golpes divertidos. Huele un poquito, quizá para bien, a El diario de Bridget Jones. Pero sólo un poco.
Si quieren ustedes unirse a nuestro miniclub gratuito de lectura, ya lo saben, en los sofás efnaquianos algunas tardes a la semana.