miércoles, 31 de marzo de 2010

¡Enseguida vuelvo!

Cuando leas estas líneas me habré marchado ya de Zaragoza. Viajo con mi amigo inglés Brian. ¿A dónde? He ahí el misterio:

1) Sin duda nos hemos ido a Dublín, en Irlanda. Él habla inglés, yo también y parece un lugar interesante al que hay que ir en alguna ocasión.

2) Qué va, en realidad nos vamos a Andalucía, en España. Brian prefiere no conocer a sus vecinos angloparlantes y escaparse a un país que visitó conmigo el año pasado y le gustó mucho. Trataremos de esquivar las celebraciones religiosas si eso es posible.

3) ¡Pero cómo nos vamos a ir a Andalucía! Menuda locura. Hemos preferido elegir un destino más alternativo, y como yo llevaba ya tiempo queriendo ir a Bucarest y Transilvania, en Rumanía, he convencido a Brian y en estos momentos ando tratando de repasar los números en rumano del uno al treinta, que me los sé.

4) Rumanía es bonito, pero quizá es mejor destino para verano, así que en realidad hemos escogido Roma, en Italia. Procuraremos no empacharnos en exceso de ver iglesias y trataré de no agobiarme mucho con ese idioma que parece ponerme nervioso sólo a mí.

5) Ni de broma me voy yo a Italia, qué pesadilla. Francamente, nos hemos escapado a Copenhague (Dinamarca) para decepcionarnos con el tamaño de la sirenita y ver qué acento tienen por allí hablando inglés.


Acabas de leer cuatro mentiras y una verdad. Si quieres recibir una postal desde el destino al que verdaderamente me voy, envía tu dirección postal ya mismo a chaskatraska@yahoo.es (o a cualquier otra dirección de email mía que tengas).
¡Hasta pronto!


miércoles, 17 de marzo de 2010

A diario.


Cuanta más información hay disponible, más complicado resulta seleccionar lo interesante y encontrar el hecho verdadero entre los sesgos con que se da.
Nada hay peor que criticar aquello que uno no es capaz de hacer. Sin embargo, no me resisto. En especial porque, en el fondo, la crítica se dirige menos a quienes diariamente hacen lo que ahora describiré y ante todo a quienes nos brindan la información.
Nos levantamos por la mañana. Podemos acudir a internet, a decenas de cadenas de televisión, a decenas de emisoras de radio y a decenas de periódicos para saber qué ha pasado en el planeta en las últimas horas.
Como cada cadena, emisora o periódico tiene puntos de vista distintos, hay quienes cada día tienen la paciencia -y el tiempo; creo que hay que sacarse la licenciatura de Jubilado para hacerlo- para leer al menos dos periódicos y escuchar las noticias en un par de cadenas diferentes.
Pero, ¿eso vale la pena? ¿Por qué hay quien se toma tanta molestia? Suceden tantas cosas en todo momento que de entrada hay que admitir que se nos sirve una selección de noticias, y que si queremos conocer "la verdad", nunca lo lograremos. Salvo que seamos omniscientes, como dios nuestro señor, u omnívoros, como a mí me gusta decir que dios nuestro señor es.

Un día, uno se levanta con ánimo de cambiar algo de sí mismo. Y no le toca a los kilos del culo o de la tripa, o a la dejadez de llamar a algunos de los que tienes en la tarjeta del móvil; sino que le toca el turno a la necesidad de conocer mejor dónde vivimos, y la tomamos con el hecho de mantenerse informados y poder decir algo de última hora si surge el tema en una conversación. (Digresión: esta última oración me hace pensar en aquellas revistas de antaño cuya publicidad, evidentemente también de antaño, mostraba al descubierto -no como ahora- el talón de aquiles al que atacaba y decía cosas del estilo de "tenga esta enciclopedia y será el centro de todas las reuniones" o "con nuestra revista, nunca se sentirá ignorante en las reuniones de amigos").
Bueno, el caso es que uno se pone a ello, que si me leo esto, que si escucho lo otro... y ve la ingente tarea que tiene por delante.
Pero quisiera detenerme un momento en los telediarios. Sin duda la tele es vida masticada para jugos gástricos perezosos. Muchos nunca dicen que son pasivos excepto en su actitud ante la televisión. Porque claro, atonta si uno se descuida. Nuestra ansia de información nos hace ver un rato un telediario. El otro día tocó el de matías prats, aunque seguro que podría decir lo mismo de cualquier otro. Matías, por cierto, que sepa que mi abuela le sigue porque debe de tener usted la dicción más decente de todos los telediariopresentadores. Me puse a ver la emisión y, qué quieren que les diga, señoras y señores... Menú:
- El terremoto de Chile.
- Zapatero y Rajoy.
-Incendio en un almacén.
- Atentado en Afganistán.
-Un robot molón que parece humano.
-Videojuegos que se venden mucho.
-Y huelga decirlo: deportes.
Uno, sin molestarse en seguir la actualidad, se entera de lo más importante: Chile, Afganistán y alguna novedad legislativa. Lo demás, ¿qué interés tiene? Es todo una búsqueda de audencia. O estamos atentos o en medio minuto estamos viendo que han sacado la séptima entrega de un videojuego de lucha, o que otra vez ha muerto un crío atropellado por un familiar suyo, o que los muertos en Chile ya son más noticia que los de Haití, y que tras los muertos de Chile tranquilos que hay final feliz, porque el presentador sonríe para dar paso a los deportes... Y por supuesto, qué encantador es eso de, a las 21:25, conectar con un pobre reportero que lleva un buen rato embutido en su abrigo en mitad de la blanca nada sólo para confirmar que sí, que hace un frío que pela, que efectivamente ha nevado y que va a seguir haciendo frío. ¿En serio ha tenido que irse hasta el puerto de Andestaesorrediós para decir lo que podría haber dicho el meteorólogo después? Pero claro, conectar en directo le da agilidad al telediario, como sentarse en la mesa o hablar de pie, o esa música bakala que suena a veces entre noticia y noticia.

En fin, que toda mi admiración, mi escepticismo y mi incomprensión a los seguidores de las noticias diarias.