lunes, 31 de julio de 2006

Siguiente opositora: Rakeltxu.


No os creáis a Rakeltxu cuando dice que va a la biblioteca a estudiar. La foto demuestra que hoy la he pillado investigando en el tarot acerca de sus posibilidades de aprobar su examen de oposición.
Querido lector, Rakeltxu necesita tu ayuda, ya que ha efectuado una tirada que no sabe interpretar. La muchacha dispone de los siguientes datos. Ha formulado una pregunta de sí o no; las dos cartas que dan la respuesta han sido la torre y la emperatriz; las dos cartas que completan la respuesta e indican los factores que inciden en ella, y que por tanto deberían modificarse en caso de no obtener la solución deseada, han sido la fortuna y el amor. Ninguna de las cuatro cartas ha aparecido en posición invertida.
Quien ose dejar su interpretación habrá de pinchar a continuación y dejar un comentario.

sábado, 29 de julio de 2006

Valencia (III): descubrimientos


Estos pocos días fuera de casa han servido también para ser consciente de algunos aspectos ajenos y propios que hasta ahora desconocía.
Estando en el salón de casa en Silla, durante la hora del telediario, mi tío empezó de repente a despotricar sobre Zapatero y su política de dejar entrar a los inmigrantes; "no dejan en ningún país y él hala, el tonto, los deja pasar; y claro, estamos todos aquí más mal que bien y encima nos vienen a quitar el trabajo". Como ése, otros varios argumentos típicos y tópicos que me hicieron pensar en ciertas inclinaciones políticas no muy agradables. Me alegré en ese momento definitivamente de no haber salido del armario ante ellos, porque esa mentalidad y ciertos comentarios jocosos -de índole también típica que podréis imaginar- me dieron a entender que la cosa habría caído peor que un jarro de agua fría. Como una estalactita de mármol directamente.
Otro aspecto destacable es que durante los cuatro días que pasé en Valencia he engordado dos kilos. He descubierto, o más bien terminado de comprobar, que mi dieta habitual es increíblemente sana y que debo permitirme darme un autoaplauso ante mi constancia y buen hacer respecto a la selección de alimentos diaria que hago por mi cuenta en mi casa. Disfruté como un tonto poniéndome hasta arriba de comida mientras estuve en Silla, claro que sí, porque estando en un lugar distinto y viendo pasar manjares ante mis ojos a todas horas, no quería (y además no podía) dejar de probarlos; pero me alegro de ser capaz de no comprarlos para mi propio hogar. La conclusión, que ya saqué hace unos años cuando perdí mis famosos veinte kilos en tres meses, es que lo de hacer dieta consiste en jugar con el enemigo en casa: tu familia y sobre todo tu madre, que suele ser quien más afanosamente se encarga de hacer o malhacer la compra y de invitarte a llenar al cien por cien el estómago en cada comida. Perder veinte kilos, o siquiera cinco, en Silla, es casi imposible, y en este caso Silla representa el noventa por ciento de las familias.
Prosiguiendo con lo que sutilmente se está convirtiendo en una pequeña autoalabanza que espero que me permitais, porque estoy en fase de resurgimiento de autoestima -término que acabo de inaugurar-, descubrí también en este breve periodo fuera de casa, cierta habilidad de orientación espacial que me permitió desplazarme de Silla a Valencia y hasta saber llegar a Silla cuando volviendo de Sagunto de repente perdí el coche de mi tío, que iba delante del mío, al tomar un desvío equivocado y regresé a Silla sin el menor problema. Mi tío alucinaba con que me hubiese hecho tan deprisa con los caminos básicos -si habéis estado en las afueras de Valencia lo comprenderéis- y yo más aún, dado que hace tiempo que había descartado esa habilidad en mí como buena.
Y finalmente, ha sido increíble el modo que me he dado cuenta de lo que aprecio a mi hermano. Durante estos cuatro días he estado un montón de tiempo seguido con él. Nos llevamos muy bien y he observado que es ya una pequeña personita, con su novia (de la cual oficialmente no sé nada, pero un servidor investigó un poco) y sus cositas. Si ya dejé claro en el post del jueves lo que me afecta salir de casa, lo que me hace pensar, una muestra clara de ello la tuve la primera noche que pasé en el pueblo: y es que, sin poderlo evitar, mientras trataba de dormir en ese calor insoportable al lado de él, me entraron unas ganas enormes de llorar al darme cuenta de lo que le quería.
Y así estuve más de media hora sin poderlo evitar...

jueves, 27 de julio de 2006

Valencia (II): deseos sin ganas.


El primer contacto con Valencia o, más concretamente, con Silla, el pueblo donde he pasado buena parte del tiempo, fue un tanto horrible.
Primero, por la elevada temperatura y la humedad pegajosa a la que aludí en mi post anterior. La primera vez que tuve que conciliar el sueño en la habitación de mi prima pensé que nunca lo conseguiría, ya que tenía la sensación de estar a treinta y cinco grados, y el sudor me caía a chorros por la frente. Imagino que haber conducido durante dos intervalos de dos horas y media me ayudó a dormir con cierta facilidad.
Segundo, por las revueltas de carretera para encontrar Silla. Uno tiene la idea de que un pueblo es un pueblo en todos los sitios a los que va; y no, porque en éste hay unos cuantos colegios y debe de tener como dos kilómetros o tres de largo por vaya usted a saber cuántos de ancho. Tiene, de hecho, dos entradas distintas desde la autovía.
La tercera razón por la que me costó sentirme bien en la comunidad valenciana fue por algo que trato de que no sea consustancial en mí: la pereza a viajar. No sé si llamarlo "parte yaya", pero a veces digo como mi abuela, que qué bien se está en casa y con la rutina de libro, gimnasio, estudio y cafecito con amigos. Salir a un sitio nuevo me da una pereza tremenda siempre: prepara la maleta, llévate ropas, desodorantes, cepillos, carnets, a ver qué haces con la comida a medio acabar de la nevera, dónde te vas a alojar, cómo vas a ir y si es en coche por qué carretera...

Me extenderé un poco en este tercer punto. Si yo fuese el libro de Tus Zonas Erróneas, best-seller de la sección de autoayuda, debería expresar el siguiente concepto así: poseo dos ideas incompatibles o al menos conflictivas entre sí, que son las de querer conocer sitios y gente nueva y la de encontrarme estupendamente en mi casa con mis cosicas. Como, siguiendo la hipótesis del libro, el pensamiento lleva al sentimiento, me da por el saco cada vez que veo que la gente viaja en cuanto llega el fin de semana, pues a la par que la envidio por la de sitios que conoce y aprecia, me encuentro la mar de bien sin moverme de la ciudad. Teniendo en cuenta que el año pasado, después de ir a Londres y a Jaca, me hubiese largado también a Amsterdam de haber tenido dinero, deduzco que, como muchas otras cosas, es cuestión de lanzarse a hacerlo y de coger cierto hábito y ánimo, pues ahora mismo, contando esto una vez ya he regresado a Zaragoza, admito que me plantearía irme fuera (unos pocos días o finde, eso sí) a otro sitio.

También hay una cosa curiosa, un sentimiento curioso e imagino que universal, pero que no sé si otras personas sienten con la misma intensidad que yo. Y es que, cuando salgo fuera (esta vez también me ha ocurrido, a pesar de no haberme desplazado a otro país o a un sitio lejano), veo otra gente, otra ciudad, incluso otro idioma –el valenciano en este caso-, otros chicos... y todo ello, toda esa novedad, me parece preciosa a la vez que me abruma. Pienso en la cantidad de sitios y personas que nunca conoceré, y siento cierta necesidad insólita de subirme a una gran plataforma y dirigirme a todo el planeta para que todos sepan que estoy aquí y que me apetece conocerlos. Insisto en que es un sentimiento algo extraño, una especie de deseo y a la vez impotencia de no poder abarcar cada sitio y cada persona, que realmente me desagrada, me conmueve y me vuelve cuando visito un sitio nuevo. A veces lo recuerdo también al pensar en lugares que he visitado, sobre todo Londres, quizá por haber sido en inglés y lejos; me acuerdo de las calles que recorrí, las personas que conocí y que volveré a ver cuando regrese... y entiendes que esos lugares y personas siguen existiendo aunque no formen parte de tu vida real diaria.

Son sensaciones habituales, ¿verdad? Cosas de ésas que algunos describen con la expresión de "viajando se aprende mucho".

¿Próximo destino?

lunes, 24 de julio de 2006

Valencia


¡Hola!
Escribo desde casa de mis tíos en Silla, Valencia. Como dije en el post anterior que Rakeltxu pareció no saber descifrar (lo cual se hacía copiando y pegando el mensaje en Word y pasándolo a letra normal), me he ido de vacaciones fuera de Zaragoza. ¿Hasta qué día? No sé, aunque empiezo a tener una idea clara de cuándo quiero volver. Estaré algún día más del que pensaba.
La cronología va a ser un cachondeo en los varios posts que dedicaré a este viaje. Así que hablaré de hoy mismo.
He ido a ver la ciudad de las artes y las ciencias; vamos, me refiero al oceanográfico y al hemisferio. Si algo debéis saber es que muy muy recomendable -al menos si pensais visitarlo en temporada alta como yo- que compreis las entradas desde cualquier sitio menos en el propio recinto, porque me he chupado hora y media de cola al sol...
Una vez dentro, el acuario me ha defraudado ligeramente. Por una razón que decir en voz alta me va a hacer quedar como un imbécil, pero a quien le defrauda le pasa también por eso: y es porque he visto poco más que seres marinos. Y claro, os preguntareis, ¿qué esperabas ver? ¿A Emilio Aragón pintando con el pie? El caso es que, dado mi relativo interés por el mundo natural en general, habría necesitado cierta espectacularidad de presentación. Ese aspecto sólo lo ha conseguido el espectáculo de delfines, con buena combinación de música, pero el resto era muy normal. De modo que veías lo que esperabas sin la más mínima sorpresa; así que, como digo yo siempre, si a los poco puestos en la materia nos ha dejado algo indeferentes, no creo que haya conseguido el objetivo primordial de cualquier exposición que se precie. En cualquier caso, vale la pena echarle un vistazo, por supuesto.
Después he ido al hemisferio a ver una peli. Dejando a un lado el sueño que me ha sobrevenido durante la proyección, también ha resultado curiosa la cosa; pantalla enorme y extracóncava. Me queda por ver, lo dejo para otro próximo día, el museo en sí, que es el edificio blanco que todos conocemos.
Eso sí, durante todos los días que estoy pasando así voy a sufrir el mismo mal que habría sufrido si hace unas semanas hubiese terminado yéndome a Granada -plan no realizado que desconocéis por eso: porque al final no lo hice-: el del turista sin mapa. Resulta que te vas a las oficinas de turismo de Zaragoza todo contento a pedir un mapa de Valencia o de Granada y te dicen que no tienen, y que no depende de ellos sino de las oficinas de turismo de las respectivas ciudades... Para suplir la carencia, te dan la dirección de la oficina de la ciudad a la que vas, pero... ¿cómo cojones se supone que la vas a encontrar? Porque si te vas a Soria mira, escupes y donde la baba no moje suelo ahí está, pero en una ciudad bastante grande como Valencia, ni de flores.
Y claro, ando algo limitado con mi coche de cara a moverme por la ciudad. Pensaba comprar un gps hasta que decidí que casi trescientos euros eran demasiadas pelas para tan pocas -aunque valiosas- funciones.
Por cierto, ya sé en carne propia qué significa la manida frase que había oído miles de veces: "En Valencia no es que haga más calor que en Zaragoza, sino que es más húmedo".
Adeu.

viernes, 21 de julio de 2006

Mensaje cifrado.

Queridos visitadores de Charada:
Voy a estar unos días fuera de Zaragoza, por lo que no actualizaré el contenido del blog.
Espero que vuestras existencias sigan teniendo el mismo sentido en mi ausencia y que no os derritáis de sudor.
See you soon!

martes, 18 de julio de 2006

Pequeño vídeo.

Esta tarde me he dedicado a preparar un cortometraje improvisado. Podéis verlo en http://www.youtube.com/watch?v=5r2Q1Qnqgh0
(Para quienes tengais una conexión que no sea de banda ancha, entrad en la página, pausad el vídeo mientras se descarga -os costará unos cinco minutos- y de ese modo no lo iréis viendo avanzar a trocitos, modo incómodo y desagradable de verlo).

lunes, 17 de julio de 2006

Lalau, mi fetiche sexual.


Lalau es su nick a la hora de hacer comentarios en mi blog; la pueden ver en la foto del post anterior a éste, al lado de Sara.
Es divertido ver que la gran mayoría de las veces que me encuentro con esta mujer resulta que apenas unos días antes he conocido, y puede que hasta palpado, a un chico atractivo o, en su defecto, me han entrado unos cuantos (la cantidad es peor que la calidad pero también infla el ego). Visto este poder de atracción a posteriori que ejerce Lalau en mí, suelo comentarle siempre que me acuerdo que a ver si nos vemos pronto de nuevo, porque será buena señal.

Sin embargo, como ya vísteis los visitantes de Charada, cené con ella y con Sara el otro día y por primera vez en varios encuentros no tuve nada que contarle en el ámbito erótico - sentimental... Pensé: oh. Será que ella ha ligado y ha pasado a usar sus poderes para ella misma. Pero no, sigue soltera. (Hago el llamamiento gratis, Lalau, para que veas).

A pesar de que tengo que quedar con ella para ver Cube, una famosa película claustrofóbica, temo que esa nueva quedada se retrase, y no es mi intención perder las buenas costumbres. Así que procederé a comentarte, Lauand -y los demás estáis invitados a cotillear también-, que justo hace un rato se ha ido de mi casa el chico que aparece al comienzo de este post. Es ligeramente más alto que yo y pesa 110 kilos. Una de mis rarezas es que me encantan los tíos grandes (sea cual sea el motivo de su tamaño: la obesidad, la estatura o la musculatura), y por primera vez en mi vida he tenido el placer de sentir entre mis manos una barriga descomunal que os aseguro que sale muy desmerecida en la foto, ya que parece menos prominente de lo que es en realidad.
La tripota y unas piernas gruesas, en plan lanzador de peso, me han encantado y ha sido una delicia tocarlas y verlas.
Para mí el rostro es lo más importante en un chico, pero en cuanto al cuerpo, estos rasgos particulares me entusiasman; quizá se explique así en parte por qué, teniendo un éxito razonable ligando, mando a paseo al 167% por ciento del mundo (el 67% de exceso que indico se debe a los que no me entran por la razón que sea pero rechazaría si yo les interesase. Juas juas).

Concluiré aprovechando que toco el tema del sexo para decir que no soy una persona promiscua; sin embargo, después de casi dos años tristón y desanimado -segunda causa de mi escasa vida horizontal de los últimos tiempos-, ahora que ando mucho más receptivo quiero y creo que hasta debo darme alegrías. Que por otro lado, siempre he creído que, por mera probabilidad, alguno de estos amigos con derecho a roce puede terminar siendo algo más.

sábado, 15 de julio de 2006

Parte de Aquelarre Teatro.


Así suelen terminar las actrices amateur cuando se quedan sin papeles que llevar a escena.
A la izquierda, Sara (Sarini); a la derecha, Laura (Lauand). Los tres disfrutamos de una pizza de espinacas como dios manda.
Algún día volveremos a preparar obras de teatro.

jueves, 13 de julio de 2006

Doña Perfecta.


Esta novela de Benito Pérez Galdós trata de Pepe Rey, cuyo padre concierta, con su voluntad, un matrimonio con Rosarito, la prima del muchacho. Rey acude a Orbajosa, donde conoce a la chica, a su madre (Doña Perfecta) y a varios personajes de la localidad, cuyas actitudes de pueblo chocarán con las suyas, más propias de alguien instruido y con carrera. ¿Se enamorarán? ¿Qué opinarán todos del matrimonio propuesto?
He leído la novela en la edición de Cátedra, que aparece en la foto. A la mayoría os resultará familiar la portada negra con una ilustración en la parte superior. En cada edición un filólogo llena de anotaciones la lectura de la novela para indicar incorrecciones del escritor o contextualizar determinados comentarios cuyo sentido, de otro modo, se le podría escapar al lector.
Hasta aquí todo es correcto. Lo que no soporto es que uno, obligado a enfrentarse con esos numeritos pequeños a lo largo de la lectura (pues estas novelas de renombre raramente se editan no comentadas), se encuentre con que determinadas de esas llamadas sean de tal calibre que... que... ¡que le chafen a uno la novela! ¿Pues no iba yo leyendo las treinta primeras páginas cuando me sale el filólogo de los cojones con una de sus innumerables llamaditas y me suelta que "Este comentario insinúa que, como veremos en el capítulo XXXV, Rosarito decidirá finalmente que blablablabla y bloblobloblo", y hale, la trama medio a la mierda?
¿Pero qué jodida necesidad hay de amargarle la vida a uno de ese modo? Cuando me matriculé en Literatura española, asignatura optativa de Magisterio, lo mismo: la profesora nos chafó decenas de novelas. Casualmente, una de ellas también era de Galdós, y no diré cuál por no imitarla, pero es un tocho enorme y al final una protagonista, dijo ella citando el nombre propio, se muere. ¡Bieeeeen, gracias, qué ganas tengo de leerla ahoraaaaa!
Que no me vengan los sabihondos literatos diciendo que estas novelas de renombre tienen mucha mayor riqueza que la de desconocer cómo se resolverá la trama; porque aunque así sea, que lo es, maldita sea la necesidad que hay de anticipar lo que va a suceder, copón.
Filólogo de los huevos, deje las llamaditas para las páginas finales de la obra, que usted gozará de la misma fama y reconocimiento y los demás disfrutaremos mucho más.
(Y pongan el acento en la a de Cátedra, leches, que luego me ando amargando la vida yo en clase con las esdrújulas y ya veo pa qué).

martes, 11 de julio de 2006

Diabetadas (IV)


Quintal: expresión típica de saludo entre amigos.
Coloquial: poner en su sitio.
Hachís: estornudo adictivo.
Ana Torroja: estado de Ana cuando le preguntaron en el trivial en qué año se descubrió América y se equivocó de respuesta.
Cachivache: agujero de escasísima importancia que se encuentra en una vía para automóviles.
Poltergeist: dejéis para más tarde.
Tetera: prenda de vestir en que las mujeres abrigan sus senos.
Alfonso: antiguamente, lo último que oía una persona antes de ser arrojada a las pirañas.
Empanadilla: por falta de sueño o exceso de alcohol, mujer que no acierta a escribir "hola" en un teclado el lunes por la mañana.

domingo, 9 de julio de 2006

La Retama.


Si vives fuera de Zaragoza, este post te interesa tanto como la vida de las mitocondrias en las células de nuestro cuerpo.
Ayer fui a comer a un restaurante vegetariano llamado La Retama, que se encuentra en la plaza San Miguel.
Entramos a eso de las dos y diez. Es un local pequeñísimo que en realidad está dentro de un piso; al menos ayer, no tenía las luces encendidas y había una ligera oscuridad.
Los menús cuestan algo más de nueve euros, pero ayer, por ser fin de semana, se cobraba cada plato por separado.
Íbamos cuatro personas y pedimos una ensalada para todos. El plato de ensalada era del tamaño adecuado para una persona, porque claro, suelen ser platos individuales siempre. Esperamos más de media hora de reloj a que nos atendiesen y, si no me equivoco, hubo una o dos parejas que entraron después que nosotros a las que se les sirvió antes.
Cuando llegó mi pastel de patata y cebolla me quedé con cara de gilipollas, porque debía de ser como de doce por cuatro centímetros, y estaba pagando unos siete euros por eso. Comimos y bien es cierto que todo estaba bastante bueno. Luego pedimos postres y lo mismo, estaban razonablemente ricos.
Pero claro, cuando se nos cobró y salimos a quince euros por persona (en mi caso por haberme comido un cuarto de una ensalada individual, el pastel, una tarta de ciruela también pequeñita y el agua), aluciné en colores y decidí –de hecho decidimos- que había sido la primera y la última vez que íbamos allí.
Puede que entre semana, si te atienden más rápido y te hacen el precio de menú, este lugar resulte menos malo; pero a nosotros se nos quedó la sensación de que nos habían atracado por un servicio deficiente y de que la próxima vez, de decidir ir a un vegetariano, recurriríamos al de siempre: La Olla Vegetal, en una calle paralela a Latassa junto al instituto Goya, donde por un menú de ocho euros y medio te tomas dos platos enormes y un postre siempre delicioso.

Tenía que descargar mi decepción gastronómica.

viernes, 7 de julio de 2006

Ricardo Magdalena (III)


La de juego que me está dando lo de ir a la biblioteca, madre mía, que ya voy por el tercer post consecutivo.
Lo de hoy ha sido el colmo del surrealismo. He llegado a mi puesto habitual, un asiento del lado izquierdo conforme se entra, arriba del todo, a mitad del pasillo. He encendido la luz, he colocado sobre la mesa dos libros, mis gafas, un botellín de agua, un lápiz... y he empezado a leer.
Pero cuando llevaba dos páginas subrayadas, he empezado a oír: "Carrrrmennnn, Carmen de Españññaaaa tú ereeees... (tracatrantráaaan)". Toda la biblioteca ha levantado la mirada.
He pensado: "Jodo, la gente no se corta con el móvil".
Pasados más de diez segundos, se podía seguir oyendo: "La más bonitaaaaah de las niññaaaaah (chumba chumba chumba, o más bien chunda chunda chunda).
Y conforme pasaba un minuto... y dos... y tres... me he ido dando cuenta de que se debía de tratar de algún tipo de orquesta que estaba ensayando o actuando cerca de la biblioteca.

Joder.
Si hay algo que me resulta imposible es concentrarme en un texto si oigo palabras, bien sea en una conversación o en una canción, porque me puede lo que oigo a lo que leo.
Y viendo que desentrañar todas las variables que intervienen en la conformación de una etnia y su perduración a la vez que escuchaba a la carmendeespaña de los cojones con su chundachunda y su gracia eran cosas absolutamente incompatibles, he recogido mi repertorio de trastos, y así, he vuelto a mi casa apenas quince minutos después de haber salido.

En mi salón no me ha cundido gran cosa, claro, pero al menos algo he podido avanzar, pues no tenía a la farandulera ésa tocándome los tímpanos; sólo al crío del piso de arriba cantando Oliver y Benji. Que dentro de lo malo, ha durao poco rato y como no tenía altavoces, se oía menos.

jueves, 6 de julio de 2006

Ricardo Magdalena (II)


Hoy he tenido tiempo y ocasión mientras estudiaba en la biblioteca para reflexionar acerca de la libido.
Si hay algo incómodo que nos puede suceder a los chicos es tener erecciones en momentos poco oportunos. En mi caso, el runrún (que intuyo de reminiscencias uterinas) del autobús o el duermevela tras una comida son muy propicios a despertarme el ectoplasma.
Mientras andaba cavilando acerca del concepto de cultura, ha sobrevenido el momento del levantamiento. Sentado como estaba, no ha supuesto esta vez ningún inconveniente y nadie ha podido percibirlo. Me ha servido, en cambio, para recordar que en ocasiones me cuesta mucho sentir verdadera atracción, verdadera fuerza quasi física, por un chico; me comparo con buena parte del género masculino y a veces me da la sensación de que tengo el impulso sexual telarañizado. De ahí que, aunque potencial y moralmente podría convertirme en una mariposa de flor en flor sin problemas, en la práctica soy lo opuesto a ello a pesar de vivir solo y tenerlo a huevo.
Sin embargo, en pleno resurgir de la entrepierna, el chico que tenía unos asientos más allá ha resultado muy apetecible. Era de constitución delgada, tenía el pelo algo largo, camiseta a rayitas horizontales ajustada, pantalón pirata claro y amplio y sandalias de dedo. Vamos, que no era mi tipo ni de broma; pero que el torrente sanguíneo se hubiese ampliado un poco cambiaba totalmente el punto de vista.

Así que me he quedado pensando...: ¿qué tendré que hacer: meneármela yo solo para conectar el radar, irme corriendo al ambiente y entonces ya por fin ligar uno tras otro?

Y parecía aburrida la etnología regional. Que conste que también he estudiado...

miércoles, 5 de julio de 2006

Ricardo Magdalena.

Animado por el aprobado obtenido en Estadística aplicada a las ciencias sociales, del cual tuve noticia el pasado día 30 (veintiún días tardaron en corregirlo), ayer día 4 de Julio me puse ya a estudiar la asignatura que tengo para septiembre. La tengo para septiembre porque en febrero ni siquiera me molesté en abrir la primera página. Es Etnología regional. Para otros aspirantes a antropólogos debo decir que en las primeras páginas uno se encuentra, por fin, con un intento de descripción de y diferenciación entre los conceptos de Antropología, Etnología y Etnografía, cosa de agradecer tras tanto tiempo de confusión que, por otra parte, no es que se aclare del todo –gajes de habernos decantado por disciplinas con objetos de estudio tan amplios y variopintos-.

Para estudiar, no me quedo en mi habitación de estudio y de interneteo, porque el gran problema de mi piso es que el calor se acumula y ya me expongo al ventilador suficientes horas a lo largo del día cuando leo y veo la tele. Así que voy a estudiar a la biblioteca Ricardo Magdalena, la del antiguo matadero. ¿Que no sabemos qué hacer con el local donde nos cargábamos a los animales? Pues ya está, de cajón: hagamos una biblioteca y oficinas de acción social.
En ella la temperatura es buena, casi hasta se está fresquito, así que uno se predispone con gana a darle duro.
Pero yo soy un poco tiquismiquis y no he podido evitar observar ciertos aspectos mejorables. Por un lado, las sillas son un poco duras y algo incómodas. Además, el fluorescente que cada persona tiene delante cae tan lejos de lo que se está leyendo que apenas lo ilumina. La luz natural, por otra parte, les cae a quienes están estudiando por la espalda, de modo que son los propios estudiantes quienes hacen sombra a los folios que tratan de leer. Otro defecto es que hay algo, quizá el aire acondicionado, que emite un ruido similar al de un boli dando golpecitos en una mesa y el periodo de toctoctocs se repite cada cinco minutos y dura unos veinte segundos. En penúltimo lugar, en la mayoría de los sitios se corre el peligro o bien de que te toque al lado la típica parejita o trío de amigos que encuentran algo muy interesante que cuchichearse cada cinco minutos –o bien se lo cuchichea por sms con sonido un amigo del mundo exterior- o bien de que algún usuario se ponga a rebuscar libros en las estanterías que están justo más cerca de donde se está estudiando.
Dejo para el final la molestia más curiosa de todas, y es que la persona que más escándalo monta, que más en voz alta habla y que más parlotea por teléfono es una señora creo que morena y no muy alta, que no es otra que la bibliotecaria.

Lo que hemos de aguantar la sufrida población estudiantil.

martes, 4 de julio de 2006

Homo videns.


Se subtitula "La sociedad teledirigida" y está escrito por Giovanni Sartori. Se trata de uno de esos libros que aporta ideas que en su mayoría no resultan nuevas, pero las une con otras que sí lo son o las comenta de tal modo que uno siente haber reflexionado sobre aspectos en los que nunca se había parado a pensar (o no con profundidad) y haber atado aspectos diversos.
Sartori habla de la influencia de la televisión en el ser humano de las sociedades avanzadas. Comenta que así como antaño una persona estaba informada de decenas de hechos importantes cada día gracias a los periódicos, ahora la gran mayoría que sólo se guía por la televisión se entera de un par de cosas realmente relevantes –de las cuales raramente conoce lo suficiente previamente como para asimilarlas-, y el resto son hechos morbosos o de poca relevancia. Además, aunque tenemos la impresión de que la tele del salón es una ventana abierta al mundo, sabemos que las imágenes son manipulables de muchos modos e intuimos que cuanto menos libre sea un país –piénsese en una dictadura, por ejemplo- menos información se tiene de él. Lo peor de todo es que los medios escritos y la radio también han visto modificados sus contenidos en cuanto a su grado de trascendencia.
Dado que la televisión se ve, entra por los ojos, acomoda a muchas personas a la recepción pasiva, y mientras, abundan quienes declaran no leer un libro al año siquiera.
Por si todo esto fuera poco, se ha creado el concepto de opinión pública, que ha venido favorecido por la enorme difusión de este medio de comunicación. Se realizan consultas a pie de calle sobre asuntos importantes –a menudo del ámbito político-. Existen investigaciones que demuestran que estas preguntas por sorpresa raramente se dejan sin responder (la gente no quiere quedar mal). De manera que la opinión pública que luego, se dice, ha dado su parecer, ha hablado desde la ignorancia. Está bien que podamos decir lo que pensamos, pero no que la televisión convierta balbuceos tontos en puntos de vista supuestamente válidos que llegan a crear tendencias. De ahí Sartori deduce que la tendencia de democracia representativa a democracia directa que se observa a través de, por ejemplo, propuestas de referéndum o participación rápida a través de internet, no resultaría conveniente en absoluto.

Sin terminar diciendo que leer es una panacea, desde luego siento y demuestro que da que pensar más que la caja tonta.



lunes, 3 de julio de 2006

Diabetadas (III)


Emilio o la educación: disyuntiva habitual entre el deseo de perder el tiempo con internet o el correo y ponerse a estudiar de una vez.
Tormenta: lluvia clorofílica.
Marejada: mujer que anda a punto de echar la pota.
Almendra: dirigido a uno mismo.
Planicie: escasez de pechos.
Archipiélago: conjunto de islas que está muy lejos y en las que la gente se moja.
Río: agua contenta.
Alfalfa: letra griega de difícil digestión, pues siempre repite.
Mitocondrias: solicitud de mimos.

domingo, 2 de julio de 2006

Fin de semana guionizado.

1 – He salido tanto viernes como sábado.
2 – El sábado vuestras mercedes pudieron ser testigos de mi resaca (de carácter somnolienta más que post-etílica) al sorprenderme en las nubes varias veces.
3- No llevaba idea, pero por si me quedaba alguna duda, he decidido que no sirvo para celador.
4 – He ido a ver En las tinieblas, que sin ser nada del otro jueves, tiene sus giros sorprendentes de guión.
5 – El sábado por la noche no salí por el ambiente porque se me hincharon los cojones tras quince minutos intentando aparcar.
6 – He comprobado lo insano que es ir al cine con un chico objetivamente atractivo que siente simpatía (y, según parece, nada más) por un servidor.
7 – He decidido que aunque el mensaje "¿Crees en el amor a primera vista o debo pasar otra vez?" es muy bueno, la camiseta en que está escrito es demasiado hortera.
8 – He descubierto cartas de amor perdidas en mi ordenador y he comprobado, pasado el tiempo y con otros ojos, lo que el amor atonta y lo que la gente se aprovecha de ese estado.
9 - He vuelto a sentir el bochorno veraniego.
10 – Me he encontrado por la calle con un chico polaco que me había escrito por internet diciendo que vendría a Zaragoza hoy y, por tanto, he comprobado de hecho y por sorpresa que lo decía en serio. Practicaré inglés –polaco no, la verdad-.
11 – Me he puesto a leer un par de libros la mar de elevados e interesantes que le ponen a uno el ego intelectual por las nubes.
12 – Se me olvidó ir a comprar tomate frito pa las judías verdes.