miércoles, 17 de febrero de 2010

sábado, 6 de febrero de 2010

¿No me enamoro ni me compro piso porque trabajo? ¡!

Ésta es una de las preguntas que me hago últimamente.
Supongo que me apetece encontrar pareja, porque llevo ya muchos años soltero y siempre estoy dispuesto a conocer a alguien nuevo cuando surge la oportunidad.
Sin embargo, soy extremadamente exigente y, salvo que sienta un flechazo o un interés más o menos pronto, enseguida me echo para atrás y huyo.
Porque lo cierto es que, sinceramente, también me encuentro bien solo. Y no es que se trate de "Qué bien estoy solo, pero por favor, ¿cuándo acabará esto?", sino de que realmente no necesito otra persona para estar bien y le veo a la situación muchas ventajas, de las que disfruto.

Está claro que, con la persona adecuada, me volveré el más radical de los emparejados, y hasta posiblemente caiga en el error de no concebir mi existencia sin la persona que está a mi lado.
Pero mientras ese momento llega, o no llega, me he entretenido buscando una explicación.
La que se me ha ocurrido parece coherente.

Tengo una estabilidad laboral inmejorable: oposición superada. Sueldo decente cada mes. Todo fantástico, pero como contrapartida, una vida laboral totalmente previsible (salvo que me pida un traslado al extranjero, a las Baleares o a Badajoz, que por poder puedo). Esa previsibilidad, que hace tiempo que dejó de aterrorizarme pero de la que no he dejado de ser consciente, puede que fomente que huya de aquellas cuestiones que la aumenten. Porque si ya sé qué voy a hacer laboralmente hablando el resto de vida, ¿también quiero saber en qué piso voy a vivir el resto de mi vida y, de encontrar lo que tiene el terrible nombre de media naranja, saber con quién voy a compartir el resto de mi vida? ¡Pero qué horror! ¡Deja que el resto de mi vida no esté todavía escrito!

Eso y saber que además es lo que la sociedad prevé que haga (hipoteca + boda + trabajo = tu vida) todavía me invita más aún a rehuir de paredes que me limiten.

Claro que no voy a irme de labores humanitarias y dejar lo que tengo. Porque en el fondo, como a casi todos, me gustan la comodidad y los caprichos. Y por eso sé que esta opinión tiene fecha de caducidad.

¡Pero aún no sé dónde viviré, ni si trabajaré en otro sitio, ni a quiénes conoceré vertical y horizontalemente, y eso me encanta!