
Isabel, una amiga, o quizá yo mismo -ya no recuerdo- me propuso algo que me sonó interesante: "Oye, ¿por qué no nos leemos un libro los dos y luego lo comentamos?" Nos apetecía simular un club de lectura, al que yo personalmente desde hace tiempo deseaba pertenecer. Así que le dije que sí de inmediato.
Y entonces le dije que quizá en FNAC podríamos leernos el libro que fuese gratuitamente y que allí, claro está, no tendríamos problemas para encontrar dos ejemplares del mismo libro en caso de que decidiésemos leerlo a la vez.
- ¿En serio que se puede leer gratis? -me preguntó.
- Sí -respondí yo-. Una vez en la FNAC de Madrid vi que había una salita hecha de propio para ello, y en ella había lo menos quince personas con un libro entre las manos.
- Pues genial.
Y así, quedamos un día y decidimos comenzar esta propuesta literario-gratuita-cutre. Cutre lo digo porque me lo parece lo de irte a un sitio, pillarte un ejemplar nuevecito y sentarte a echar dos horas disfrutando del aire acondicionado, de los servicios... y todo sin soltar un centieuro. Me invade una sensación rara cuando devuelvo el ejemplar a la estantería y pienso que alguien lo comprará pensando que nadie lo ha leído todavía.
Decidimos tragarnos el último libro de Saramago, por aquello de aprovechar que podíamos leer novedades. Nos lo zampamos en dos tacadas.
Se lee bien. Está basado en un hecho real.
Pero vaya, que poco más. Uno le coge cariño al elefante y a algún que otro personaje, aprende cómo se llama la persona que conduce este animal... pero eso es lo que hay. Me da que este hombrecillo escribió dos novelas interesantes, Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres, y que el resto son irregulares y sosillas, aunque se leen agradablemente.
Ahora, unas semanas después, estamos pseudorrobando "Los caracoles no saben que son caracoles", de Nuria Roca. Es entretenida, intrascendente pero tiene golpes divertidos. Huele un poquito, quizá para bien, a El diario de Bridget Jones. Pero sólo un poco.
Si quieren ustedes unirse a nuestro miniclub gratuito de lectura, ya lo saben, en los sofás efnaquianos algunas tardes a la semana.
Y entonces le dije que quizá en FNAC podríamos leernos el libro que fuese gratuitamente y que allí, claro está, no tendríamos problemas para encontrar dos ejemplares del mismo libro en caso de que decidiésemos leerlo a la vez.
- ¿En serio que se puede leer gratis? -me preguntó.
- Sí -respondí yo-. Una vez en la FNAC de Madrid vi que había una salita hecha de propio para ello, y en ella había lo menos quince personas con un libro entre las manos.
- Pues genial.
Y así, quedamos un día y decidimos comenzar esta propuesta literario-gratuita-cutre. Cutre lo digo porque me lo parece lo de irte a un sitio, pillarte un ejemplar nuevecito y sentarte a echar dos horas disfrutando del aire acondicionado, de los servicios... y todo sin soltar un centieuro. Me invade una sensación rara cuando devuelvo el ejemplar a la estantería y pienso que alguien lo comprará pensando que nadie lo ha leído todavía.
Decidimos tragarnos el último libro de Saramago, por aquello de aprovechar que podíamos leer novedades. Nos lo zampamos en dos tacadas.
Se lee bien. Está basado en un hecho real.
Pero vaya, que poco más. Uno le coge cariño al elefante y a algún que otro personaje, aprende cómo se llama la persona que conduce este animal... pero eso es lo que hay. Me da que este hombrecillo escribió dos novelas interesantes, Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres, y que el resto son irregulares y sosillas, aunque se leen agradablemente.
Ahora, unas semanas después, estamos pseudorrobando "Los caracoles no saben que son caracoles", de Nuria Roca. Es entretenida, intrascendente pero tiene golpes divertidos. Huele un poquito, quizá para bien, a El diario de Bridget Jones. Pero sólo un poco.
Si quieren ustedes unirse a nuestro miniclub gratuito de lectura, ya lo saben, en los sofás efnaquianos algunas tardes a la semana.