Cuando viajé a París las navidades pasadas, constaté algo: que en España los precios de telefonía e Internet son desmesuradamete altos. En Francia, con unos treinta euros al mes uno puede disfrutar de todo lo siguiente: tarifa plana para navegar por la red, llamadas gratuitas nacionales y al resto de Europa y decenas de canales de televisión de todo el mundo. Si en España uno quiere disponer de los mismos servicios, tendrá que pagar, a ojo de buen cubero, noventa o cien euros como mínimo. Pero no parece ser suficiente. El gobierno, a partir de septiembre, eliminará la publicidad de los canales públicos de televisión. Para suplir los beneficios que los anuncios reportan, se recurrirá a, entre otros, las cadenas privadas y las compañías telefónicas, a las que se les pedirá un tanto por ciento de sus beneficios. ¿Cuál ha sido la respuesta de las compañías telefónicas? Rotunda y clara: los consumidores veremos aumentar el precio de sus servicios. Pues eso.
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