Puede que hasta te hagan sugerencias de platos que no aparecen en el menú, te pregunten cuán hecha quieres la carne, bromeen contigo...
Y entonces te quedas pensando...: "A ver, a ver... ¿Resulta entonces que...:
- ¿...su sueldo es una mierda y depende casi por entero de lo que obtengan con las propinas?
- ¿...a los dueños de los restaurantes los camareros les salen tirados de precio entonces?
- ¿...somos los demás quienes tenemos que poner el sueldo que no se les paga oficialmente, encareciendo el precio final indicado en el menú? (En un hotel lujoso hay que dar propina al que te recoge el coche, al que te lleva las maletas, al que te las sube a la habitación...).
- ¿...es por eso que los camareros son tan maravillosamente amables y exquisitos con el cliente?
- ¿...tienen a la fuerza no sólo que recoger los pedidos y servirlos sino además ser amenos y graciosos?
Puedes pensar, quizá con razón, que el método resulta eficiente, pues consigue que el trato sea muy bueno casi siempre.
Pero yo considero, trasladando la situación a mi labor docente, que sin duda yo trabajaría cien veces más y mejor si mi sueldo dependiese de la opinión y de las propinas de las familias de mis alumnos, pero eso sería un sinvivir, un tener el corazón en un puño cada día y, en definitiva, trabajar sabiendo que tendría que estar figuradamente sonriendo con hipocresía y diciendo que sí a todo para ganarme el jornal. Eficaz pero lamentable.
No creo que cualquier método valga, y a menudo la cortesía del camarero neoyorquino me provocaba una cierta tristeza.
2 comentarios:
Es injusto y estresante, y encima carísimo para el consumidor.
Besos!!
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