Hace dos jueves fue jueves lardero. Tradicionalmente era un día en el que se consumía carne antes del comienzo de la cuaresma, que no permitía la canne de los cojonnes. Eso derivó en la actual pseudotradición de comer longaniza en ese día.
En el colegio, a mi compañera y a mí nos pareció una buena idea celebrar con bocadillos de longaniza el jueves lardero y aprovechar para ir con los niños a la iglesia del pueblo y verla por dentro.
Almorzamos en la plaza de la iglesia y el cura nos abrió luego el viejo edificio.
Al poco de entrar, Lorena, una de las niñas de tres añitos, que evidentemente estaba viendo frustrada cierta expectativa que se había montado en su cabeza, dijo (viendo aumentado su comentario por la acústica patatera de la iglesia):
-¡Aquí no hay nadie!
Begoña, la profesora de religión, que nos acompañaba, enseguida respondió:
-¿Cómo que no, Lorena? Aquí está Dios.
-¡No! -dijo Lorena con su voz de pito de niñita-. ¡Aquí no hay nadie!
Y yo me regocijé en esa muestra inconsciente de ateísmo.
Repetí bocadillo de longaniza, por cierto.
5 comentarios:
Está claro que los niños son los primeros que apostatarían...
Je je! si es que los niños son muy listos pero luego venimos los adultos y los estropeamos. Besos y achuchones
Yo creo que se vengan por ser bautizados sin permiso.
Ahora habeis conseguido que los subsconcientes de los crios asocien dios con longaniza... Claramente una maniobra anti-islamica!
¿Qué esperabas de un maricón trabajando en un entorno rural?
De alguna manera tenía que reventar.
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