Secuencia ya clásica.
jueves, 30 de agosto de 2007
lunes, 27 de agosto de 2007
Hincando el diente a mi bolsillo.
jueves, 23 de agosto de 2007
¿Menú selecto o menú sorpresa?

lunes, 20 de agosto de 2007
miércoles, 15 de agosto de 2007
Ajos.

Quedé en conocernos en aquel bar al lado del teatro. Era un lugar que me gustaba. Cuando apareció, di mi última calada al cigarrillo y lo apagué de un pisotón.
La primera impresión fue mejor de lo que esperaba: masculino y bastante alto, de rasgos duros. Me sonrió, quizá porque también le había gustado, y ambos pedimos un zumo natural.
Parecía de conversacion fácil, de tendencia extrovertida y persona viajada. Aparentaba algo más de los treinta y dos años que decía tener y eso me gustaba.
Hábilmente se interesaba por mis circunstancias y permitía que yo investigara en las suyas. Tuve la sensanción de que habíamos congeniado, al menos para quedar otro día.
Sin embargo, sacó los ajos. Los llevaba en una caja roja, pequeña, parecida a la de las clásicas juanolas. Me ofreció, le dije que no me gustaban, y él cogió uno y, con un pequeño cuchillito que guardaba en el bolsillo de sus vaqueros, lo fue partiendo en trocitos con una habilidad y minuciosidad que demostraban experiencia de años. Cuando hubo terminado de trocearlo, cerró la caja, recogió la afilada hoja e introdujo varios trocitos en su boca.
- Entonces, ¿siempre has vivido aquí? -me preguntó mientras masticaba sin prisa.
Respondí con una pequeña parte de mi cerebro, mientras con la otra trataba de encontrar una explicación a esa costumbre.
Fueron los trocitos de ajo los que parecieron marcar el tiempo, más que los relojes de las paredes y de nuestras muñecas. Parecía que había dividido aquel ajo en trocitos suficientes como para que le durasen el tiempo justo para completar una charla productiva y suficiente.
Con los dos últimos pedacitos hizo lo más extraño: los colocó en mitad de las palmas de sus manos, los hizo rodar entre ellas a modo de plastilina y luego repitió aquel gesto por sus pantalones y su camiseta. No dejaba de sonreír y de mantenerme la mirada, sin preguntarse por un momento por qué le observaba algo confuso.
Propuso marcharnos. Dije que perfecto, nos levantamos, pagamos y salimos del bar. De nuevo admiré su porte sereno, varonil y su buena estatura. Sin duda quería volver a verlo, pero... ¿tendría que soportar aquel espectáculo tan peculiar de nuevo? ¿Cómo olerían sus ropas? ¿Y su lengua, si llegase a besarlo? ¡Incluso seguro que yo mismo estaba apestando!
- Mira, sé lo que estás pensando -me dijo-. Piensas dos cosas. A la primera te respondo que sí, que yo también quiero volver a verte. He pasado un rato agradable y tu cara es una monada.
Sonrió e hice lo propio.
- En cuanto a lo segundo... Al llegar he visto que fumas. Espero que el ejemplo haya sido ilustrativo. Sólo quería hacerte ver lo que me hace sentir el humo del tabaco...
sábado, 11 de agosto de 2007
back dorm boys - i want it that way
Me parto con las caras de los dos. Una interpretación muy vivida.
miércoles, 8 de agosto de 2007
¿Estoy embarazada?
sábado, 4 de agosto de 2007
La escapadita madrileña de Diabetes.
Bar que, como dice el cartel que cuelga a un lado -y que no podéis ver-, aparecía en la novela homónima de Galdós, que leí hace tiempo.
Éste es con quien hablaba el domingo mientras me liaba a lingotazos. Su cuerpo unga-unga me gustó por foto y allí que fui; muy majo, me reservó el hostal y me fue a buscar a la estación de Atocha. Una vez con él, me gustó en persona mucho menos de lo que esperaba, aunque a pesar de ello pasar la tarde con él y recibir su invitación para cenar fue agradable. Si esto fue un lunes, ni el martes ni el miércoles le volví a dar un toque, pero como él tampoco hizo lo propio, no he quedado mal.
Como en los hosteles siempre hay internet gratis, me conecté todas las noches. Me escribió durante una de ellas el siguiente chico italiano, del cual no recuerdo el nombre:
Aunque ahí le veis como mucho más buenorro de lo que en realidad estaba, era majete y también me llevó de aquí para allá durante toda una tarde. De paso me sirvió para practicar mi inglés, ya que hasta hace un mes vivía en Londres y se ha trasladado aquí medio por razones de trabajo, medio por olvidarse de un ex y sus malos rollos, y apenas hablaba español. Durante ese día, aparte de esto, me acerqué al Museo del Prado, que no conocía. Me sorprendí gratamente al encontrarme con Las Meninas, cuadro que a pesar de tenerlo muy visto me gustó mucho en vivo.
El miércoles traté de acercarme al Museo de Ciencias. Poseía un mapa muy malo, que era ante todo de carreteras pero con una pequeña parte dedicada a las calles de la ciudad (en varios grandes almacenes no había podido encontrar uno mejor). Combinando el mapa patatero con el del metro deduje el nombre de la parada de metro donde debía bajarme para visitar el museo, y allí que fui. Y no sé qué tal estuvo, porque no lo encontré y terminé en el Reina Sofía, viendo cuadros modernos del siglo XX. El Guernica es enorme, aunque no me impresiona en exceso. Supongo que me quedo con El Prado, ya que sin duda sus cuadros tienen mucho más mérito y están mucho más trabajados, aunque sinceramente es aburridísimo ver dos mil vírgenes y dos mil niños jesús y mi apreciación de los difuminatos, los claroscuros y las gaitas en vinagre es relativa; en el Reina Sofía hay mucha chorrada de mérito nulo pero al menos estilos originales, nada religiosos y con colores vivos.
Por la tarde quedé con Javier, profesor de Primaria como yo:
miércoles, 1 de agosto de 2007
¿Qué van a tomar?
