domingo, 21 de septiembre de 2008

Berlín (I)

En agosto me marché con Carolina y dos amigas suyas, Noemí y Eva, a Berlín. La decisión de ir allí con ellas fue del estilo de la de ir a Grecia: no me llamaba en especial, pero quise aprovechar que alguien tenía la determinación de hacer el viaje para conocer yo la ciudad, que quizá nunca visitaría por mí mismo.
Tuvimos muchísimos problemas para comprar el vuelo, porque decidimos, creo que con buen criterio, hacerlo con una sola tarjeta de crédito, de modo que así asegurábamos comprar todos el mismo vuelo. Utilizamos mi tarjeta, y primero resultó que no disponía de crédito suficiente (no en mi cuenta, sino en las condiciones de la tarjeta) para pagar tanto dinero de golpe; cuando esto lo solucioné, resultó que la tarjeta me caducaba y tuve que esperar a que me trajeran otra; y aún hubo un tercer problema, pues la compañía rechazó en dos ocasiones mi compra por razones que todavía no entiendo. El caso es que a pesar de habernos juntado para comprar el vuelo y haberlo hecho en menos de media hora, hasta mes y pico después no lo compramos de verdad, y unos cuarenta euros más caro cada billete. A pesar de eso, el precio fue asequible y con horarios buenos, ni madrugando ni trasnochando.

Este viaje no tiene tanta chicha para contar como el de Grecia, pues permanecimos en Berlín todo el tiempo, salvo un día que nos acercamos a Potsdam, una especie de pueblecillo a las afueras. De modo que me voy a limitar a poner algunas fotos y comentar aquéllas de las que recuerde algo. Digamos que el viaje se caracterizó por ser extraordinariamente cultural, cosa inevitable yendo con dos licenciadas en Historia; y bueno, cualquier cosa relacionada con la pintura, la arquitectura y la escultura me sale por el otro oído a los quince minutos de haberla visto, así que, como siempre digo, quien quiera enterarse de todo con pelos y señales, que agarre una guía de Berlín, que tengo cosas mejores que hacer que fingir un interés memorístico-artístico mayor que el que tengo.



Tuvimos suerte porque nuestro hostal estaba relativamente cerca de la zona centro de la ciudad. Aquí aparezco junto al muro de Berlín, del cual queda poca cosa; está todo en las tiendas, en trocitos pequeños envueltos en plástico a dos o tres euros cada uno.



Éste es un monumento dedicado a los judíos que murieron en... bueno, para qué repetir la historia. Uno puede pasearse entre los simulacros de tumba, pero no subirse en ellos, como descubrió Carolina enseguida.



Nos juntamos tres adictos a la fotografía, de modo que dispongo de tres versiones distintas de un mismo viaje. Esta foto me parece estupenda:

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