martes, 22 de septiembre de 2009

Bélgica y Holanda (III): conclusiones.

Habiendo pasado ya más de un mes del viaje, voy dándome cuenta de que no se ha tratado del viaje de mi vida, sobre todo Holanda. Y eso que una amiga que acaba de visitar ese país acaba de decirme que le ha gustado mucho... así que, si hay que hacer caso a la mayoría, entonces no me prestéis atención e id allí. Al fin y al cabo, sólo visitando el país en persona podréis tener una opinión del mismo.
Guionicemos los comentarios finales:
- Bélgica es bonita, aunque su capital, Bruselas, tiene pocas cosas que ver, sobre teniendo en cuenta que es la capital del país. Sin embargo, vaya usted a saber por qué, nos gustó mucho. El francés que allí se habla me pareció entendible y eso, a nivel personal, es un punto muy a su favor para llevarme un buen sabor de boca.
- Pude hablar bastante francés gracias a que Javi y Dani se colgaron el uno del otro, e hice de aguantavelas mientras je parlais français. Aquí Dani:




-En Amsterdam hay problemas de espacio. He ahí una de las grandes razones por las que las casitas son estrechas y, si uno entra en ellas, observa que las escaleras para pasar de un piso a otro son tremendamente empinadas. Las de uno de nuestros hostales eran así y bajar las maletas daba vértigo y parecía una aventura.



- El Free Tour, o tour gratuito, es imprescindible y una buena opción para conocer la ciudad. Esta opción está en otras ciudades, y basta con buscarlo por internet para averiguar en cuáles.
-Perderse en Amsterdam es fácil incluso con mapa. Los nombres de las calles son, claro, raros para una persona española y los canales y los más o menos semicírculos que dibujan complican la tarea de averiguar de dónde está viniendo uno o a dónde quiere ir. Así que toca ir con el mapa a todas horas en la mano.
- La visita a la casa de Ana Frank es imprescindible. Como ya dije, comprad con antelación las entradas a los museos en la estación de tren y os ahorraréis largas colas en algún que otro museo. No en todos, ya lo siento.
-Visitamos Rotterdam y Utrecht y ambas merecieron la pena. Bien por sus novedosos edificios, bien por algunos de sus museos y ambiente general, creo que está bien comprar billetes de ida y vuelta para el día, no excesivamente caros, y escapar un poco del gentío de la capital holandesa. Hay trenes con mucha frecuencia a estas y otras ciudades holandesas.




- Amsterdam = coches + autobuses + tranvía + bicicletas. Si queréis saber lo que pasará en breve en Zaragoza, cuando al subirnos al autobús debamos cruzar el carril para bici y estemos cerca de ser atropellados por estos artilugios de dos ruedas, id a la ciudad holandesa para entrenaros. La bici en principio es un gran invento, pero en Amsterdam invaden todo, hasta las aceras y las calzadas, de modo que uno debe estar continuamente apartándose de su trayectoria, escuchar sus timbres y mirar atrás y adelante cuando cruza de acera.
- El metro es razonablemente barato. Me apañé con un bono para cinco días, y había muchas más opciones. Eso sí, el billete sencillo es bastante caro.
-Por casualidad topamos con una biblioteca que nos dejó boquiabiertos. Aparte de disponer de bastantes ordenadores con acceso a internet, tenía cuatro o cinco plantas, cantidades ingentes de libros en varios idiomas, una decoración y distribución que recordaba en todo momento a un centro comercial y, lo más curioso, un piano que se escuchaba por todas las salas y que sólo se podía tocar habiendo pasado previamente una prueba de nivel. Aquí una imagen de esta biblioteca:





-La restauración en Amsterdam es cara. Comimos estupendamente en un restaurante chino pero nos costó a cada uno treinta euros. Eso sí, cuando digo estupendamente quiero decir que a cada bocado andábamos diciendo lo riquísimo que estaba todo. Había gente china comiendo en el restaurante, lo cual parece significativo. No es el de la foto, que también está en Amsterdam y en el agua:



-Es curioso visitar el barrio rojo y ver las prostitutas en sus cabinas, algunas invitándote a entrar con sus gestos. Cualquiera puede alquilar una cabina para trabajar en ella, basta con solicitarlo con veinticuatro horas de antelación. Las luces rojas indican que se trata de una chica y las violetas que, además, tienen un secreto entre las piernas.
- Alojarse tampoco es barato y es muy recomendable hacer las reservas con bastante antelación si se viaja en temporada alta. Tuvimos que utilizar los servicios de dos hostales distintos porque ya no quedaban seis noches seguidas en ninguno salvo en uno donde había que pagar veinticinco euros por noche en una habitación, o mejor yo diría sala, para varias decenas de personas. Y aun así, de veinticinco euros o treinta cada noche no bajó la cosa, lo cual no es muy muy barato teniendo en cuenta que buscamos en hostales del montón en habitaciones para cuatro o seis personas, con el baño fuera del cuarto y, eso sí, con desayuno incluido y bastante decente.
- Amsterdam es una buena ciudad para ir a ligar y divertirse por la noche. De eso no cabe duda. Y eso que nos costó bastante, y con ayuda del holandés Arjan, encontrar bares gays donde bailar a gusto.
- Hacer pis o caca cuesta una media de 35 céntimos de euro. Hay una mujercita que cobra el dinero en la entrada de los baños públicos. Así que aprendan ustedes a contener sus necesidades lo máximo posible.
- En Bélgica, aquello que más destaca negativamente es la mala señalización de los sitios y las direcciones, en especial en el metro y los trenes. Javi y yo nos equivocamos en varias ocasiones de estación o de dirección, y ambos tenemos buena experiencia utilizando medios de transporte en otras ciudades. Si a eso añadimos que cuando pasas a la parte flamenca tienes que andar adivinando que has de bajarte en Antwerpen porque eso es Amberes, pues ya la leche en vinagre.
- Probamos poca comida típica belga y ninguna holandesa. Lo que probamos en Bélgica no era nada especialmente distinto ni sabroso.
- Finalmente, en general ignoramos con alegría la mayoría de los museos y estoy encantado de ello. Si lo analizo bien, recuerdo menos del cinco por ciento de las cosas que he visto en los museos en cualquiera de mis viajes, así que pasan a ser, conforme más viajo, cada vez más prescindibles.

Y añadiré, por último, que voy sintiendo que debo cambiar en algún sentido el tema de mis viajes. Creo que sé hacia dónde encaminarme, es decir, qué debo buscar en las próximas salidas que haga; no puedo decirlo porque eso supondría eliminar la magia, tonta pero divertida, que tiene anunciar que me he marchado a un sitio desconocido. Pero, con alguna que otra excepción, hay algunos viajes que me han resultado poco sorprendentes o demasiado parecidos a otros.

Eso sí, ¡hay que seguir viajando! Que el mundo no es sólo Zaragoza.


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