Querido diario:
La tele es una ventana al mundo. No es perfecta, es subjetiva, tiene hilos detrás. Pero permite acercar las cosas a la gente y sólo hay que desear que quienes se encargan de ello sean buenas personas. No negaré que soy uno más de quienes la conectan y la disfrutan, quizá menos tiempo que otros.
Por casualidad, más bien sin querer, reflexioné acerca de la prisa y la inquietud que nos rodea. Un coche tiene que ir rápido, una canción debe gustar a mucha gente, un libro debe ser comprado por muchos lectores... y un trabajador debe hacer su labor dando el máximo de sí mismo.
Es terrible, diario, pero lo es más en lo que al trabajo se refiere, al menos para mi sensibilidad. Debe de ser terrible que mientras yo vivo apartado en mi tranquila vida de campo, disfrutando de un largo paseo y viendo la naturaleza en paz, algunos que viven no muy lejos de mí se levanten cada mañana cavilando nuevas maneras de ser mejor que su rival, de perfeccionar su creatividad y de que su jefe les considere imprescindibles. ¿Por qué no puede ser todo más sencillo? Mi querida abuela, que a pesar de su edad se mantiene con buena salud, gracias a dios, cocina bien pero igual que ayer y que mañana. Por eso cocina y lo disfruta. ¿Lo haría del mismo modo si debiese preparar comida para cien y nadie, además, se lo agradeciese? Creo que hemos industrializado la vida.
Mi abuela, viendo en su televisor lo mismo que yo (libros de cocina comestibles que sabían a aquello de lo que hablaban) dijo, con su voz algo grave: estáis todos locos.
¿Verdad, diario, que lleva razón? Al menos, desde mi jardín y el banco de madera en el que escribo, eso me parece.
La tele es una ventana al mundo. No es perfecta, es subjetiva, tiene hilos detrás. Pero permite acercar las cosas a la gente y sólo hay que desear que quienes se encargan de ello sean buenas personas. No negaré que soy uno más de quienes la conectan y la disfrutan, quizá menos tiempo que otros.
Por casualidad, más bien sin querer, reflexioné acerca de la prisa y la inquietud que nos rodea. Un coche tiene que ir rápido, una canción debe gustar a mucha gente, un libro debe ser comprado por muchos lectores... y un trabajador debe hacer su labor dando el máximo de sí mismo.
Es terrible, diario, pero lo es más en lo que al trabajo se refiere, al menos para mi sensibilidad. Debe de ser terrible que mientras yo vivo apartado en mi tranquila vida de campo, disfrutando de un largo paseo y viendo la naturaleza en paz, algunos que viven no muy lejos de mí se levanten cada mañana cavilando nuevas maneras de ser mejor que su rival, de perfeccionar su creatividad y de que su jefe les considere imprescindibles. ¿Por qué no puede ser todo más sencillo? Mi querida abuela, que a pesar de su edad se mantiene con buena salud, gracias a dios, cocina bien pero igual que ayer y que mañana. Por eso cocina y lo disfruta. ¿Lo haría del mismo modo si debiese preparar comida para cien y nadie, además, se lo agradeciese? Creo que hemos industrializado la vida.
Mi abuela, viendo en su televisor lo mismo que yo (libros de cocina comestibles que sabían a aquello de lo que hablaban) dijo, con su voz algo grave: estáis todos locos.
¿Verdad, diario, que lleva razón? Al menos, desde mi jardín y el banco de madera en el que escribo, eso me parece.
2 comentarios:
^^ Sí, pasear tranquilamente por el parque y dar de comer a las palomas es mi hobby favorito!
Besos!!
Lo siento, no tengo tiempo de escribir lo que pienso en este post :)
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