
Hace pocos sábados fui a cenar a casa de mis padres. Debido a las malas conexiones busísticas desde allí (Actur) hasta mi casa (Servet) a la previsible hora de regreso, en torno a las doce y pico in the darkness, decidí ir en coche. Tomé tal decisión a sabiendas de que con ello contaminaba más y por otro lado me arriesgaba a que me tentara salir por ahí al verme de madrugada, en coche y con ciertas ganas potenciales de juerga.
Y así fue. Me pasé por Dome y Versus. No había mucha gente porque era la una; me quedé en el primer bar. Me encontré con un chaval que una vez me entró, que me resulta simpático pero al que, aunque de modo automático y por tanto horrible, califiqué desde que lo conocí hace meses como superficial y verdulero. Pasé el rato charlando y bailando; después, afortunadamente, apareció Mike superpolski y empecé a divertirme más. Me fui al Versus con él y nos subimos a la escalera de la discoteca, sitio que a él parece gustarle porque le agobia estar entre la masa de gente.
Si recuerdo esa noche como especial es por un motivo que resulta algo soez mencionar, pero que me encantó: y es que, después de bastante tiempo sin sentirlo, noté una necesidad enorme de tener sexo con alguien. Fue muy diferente a la mera calentura veraniega que todos sentimos en algún momento; se trató de un horny-moment sin duda, claro, pero fue como si estuviese acompañado de cierto entusiasmo psicológico que hacía mucho que no sentía.
En definitiva, me gustó porque me pareció estar dando un nuevo paso respecto a mi estado erótico-afectivo-anímico; así, si hace cosa de un año noté que perdía por fin cierta tristeza conociendo a Óscar, esta vez percibí que, de modo general para el mundo –bueno, para los hombres en concreto-, mi receptividad estaba aumentando considerablemente.
Ello me llevó a fijarme con avidez en la gente que tenía alrededor. Estaba bailando junto a mi chico polaco y tuve una tentación enorme de abrazarlo y besarle en las orejitas y acariciarle, supongo que con poca intención sexual; pero me contuve porque creo que nos caemos bien tal como estamos ahora. Entonces recordé un grupo de cuatro muchachos negros, uno de ellos enorme, que estaba bailando junto a las imágenes proyectadas en una pared...
De todos modos, la conciencia me pesaba entre el humo y la música del Versus porque siendo las cuatro de la mañana auguraba un domingo resacoso e intelectualmente pobre para estudiar francés, como así fue.
Así que actúe con cierta coherencia: al grano y con rapidez. Me despedí de Mike y cuando pasé junto a los negros, le pregunté al alto si le gustaban los chicos. No me entendió, le repetí la pregunta, puso cara seria de quita quita, me di por enterado y me marché.
Fue una sensación de mierda menudo corte pero de satisfacción por haber jugado un papel decidido y activo. Todo ello me da a entender que, de seguir así, será más bien pronto cuando conozca a alguien.
¡Y lo contento que me siento de estar tan positivo!