lunes, 19 de febrero de 2007

¡Al ataque!


Hace pocos sábados fui a cenar a casa de mis padres. Debido a las malas conexiones busísticas desde allí (Actur) hasta mi casa (Servet) a la previsible hora de regreso, en torno a las doce y pico in the darkness, decidí ir en coche. Tomé tal decisión a sabiendas de que con ello contaminaba más y por otro lado me arriesgaba a que me tentara salir por ahí al verme de madrugada, en coche y con ciertas ganas potenciales de juerga.
Y así fue. Me pasé por Dome y Versus. No había mucha gente porque era la una; me quedé en el primer bar. Me encontré con un chaval que una vez me entró, que me resulta simpático pero al que, aunque de modo automático y por tanto horrible, califiqué desde que lo conocí hace meses como superficial y verdulero. Pasé el rato charlando y bailando; después, afortunadamente, apareció Mike superpolski y empecé a divertirme más. Me fui al Versus con él y nos subimos a la escalera de la discoteca, sitio que a él parece gustarle porque le agobia estar entre la masa de gente.
Si recuerdo esa noche como especial es por un motivo que resulta algo soez mencionar, pero que me encantó: y es que, después de bastante tiempo sin sentirlo, noté una necesidad enorme de tener sexo con alguien. Fue muy diferente a la mera calentura veraniega que todos sentimos en algún momento; se trató de un horny-moment sin duda, claro, pero fue como si estuviese acompañado de cierto entusiasmo psicológico que hacía mucho que no sentía.
En definitiva, me gustó porque me pareció estar dando un nuevo paso respecto a mi estado erótico-afectivo-anímico; así, si hace cosa de un año noté que perdía por fin cierta tristeza conociendo a Óscar, esta vez percibí que, de modo general para el mundo –bueno, para los hombres en concreto-, mi receptividad estaba aumentando considerablemente.
Ello me llevó a fijarme con avidez en la gente que tenía alrededor. Estaba bailando junto a mi chico polaco y tuve una tentación enorme de abrazarlo y besarle en las orejitas y acariciarle, supongo que con poca intención sexual; pero me contuve porque creo que nos caemos bien tal como estamos ahora. Entonces recordé un grupo de cuatro muchachos negros, uno de ellos enorme, que estaba bailando junto a las imágenes proyectadas en una pared...
De todos modos, la conciencia me pesaba entre el humo y la música del Versus porque siendo las cuatro de la mañana auguraba un domingo resacoso e intelectualmente pobre para estudiar francés, como así fue.
Así que actúe con cierta coherencia: al grano y con rapidez. Me despedí de Mike y cuando pasé junto a los negros, le pregunté al alto si le gustaban los chicos. No me entendió, le repetí la pregunta, puso cara seria de quita quita, me di por enterado y me marché.

Fue una sensación de mierda menudo corte pero de satisfacción por haber jugado un papel decidido y activo. Todo ello me da a entender que, de seguir así, será más bien pronto cuando conozca a alguien.

¡Y lo contento que me siento de estar tan positivo!

12 comentarios:

enmovimiento dijo...

Es curioso, a mí me pasa algo parecido. Después de ni sé cuánto tiempo de letargo hay algo por ahí que se está desperezando. La lástima es que, como en tu caso, el despertador de sentimientos dormidos no es el adecuado. Pero igualmente me alegra saber que estoy en el camino, que mi corazón sigue vivo. Eso me preocupaba más que el hecho de ser asexual.
¡A ver quién nos para la próxima primavera!

Anónimo dijo...

Si te sirve de consuelo, una vez en una discoteca de ambiente de madrid, decidí por primera vez entrare a un tio que me gustaba (igual por ir tan borracho). Y resulta que era hetero y su novia estaba al lado. la cara de tonto que se me quedó era pa sacarle foto... desde entonces no entro a nadie, y pongo muy dificil que me entren. asco de sexo. xDDDD

Diabetes dijo...

Un poco como respuesta a ambos, creo que si alguien te llama la atención -y en nuestro caso estamos en un bar adecuado, claro, porque tan valiente no soy- hay que procurar entrarle. El problema es cuando el individuo interesante se encuentra rodeado de un grupo y/lo con su posible pareja al lado, como mrflute sabe muy bien.
Otra posibilidad es esperar a que te entren. Lo malo es que a menudo te entra quien menos quieres.

Anónimo dijo...

Como ya no está mi bailarín favorito no creo que me veáis por el Versus en una laaaarga temporada, ahora quizá me pase por..... ¿¿Zara??¿¿el de Independencia o el de Paseo Las Dmas? ayssssss. Lo que está claro es que un@ liga cuando menos se lo espera y cuando menos "preparado" está para ello

Diabetes dijo...

Esa frase, Reich, cada vez me parece más una leyenda urbana consoladora.

Anónimo dijo...

Perdona, pero... ¿son posibles unas orejas como las de la foto, o son culpa del Photoshop?

Anónimo dijo...

La verdad es que yo nunca me he cortado a la hora de decirle a alguien que me gusta. No llevo muy bien eso de calarme las cosas.

Hasta la fecha solo me ha salido bien una vez, y fue hace mas de 10 años.

Pero sigo intentándolo... (aunque a mi me mola mas que me entren, lo que pasa es que cuando desespero me lanzo yo).

Anónimo dijo...

Yo también me apunto a la teoría de que uno liga más cuanto más lo busca. Y los milagros de que te entren sin hacer nada los dejo para el amigo Brad.

Por cierto, diabetes, ¡sigue así! Seguro que pronto hay más suerte ;)

Anónimo dijo...

Efectivamente para encontrar hay ke buscar.
Uno ke no busca (aishhhh)

PD. Mándame otra vez la lista de pelis, ke no la he recibido (o la he borrado por error, no se)

Diabetes dijo...

Las orejas son reales. Siempre me han resultado entrañables las orejas de soplillo, y más en una cara de cabrón como ésa.

Anónimo dijo...

En mi caso en concreto, lo de las ganas, más que psicológico lo veo hormonal. Tú sabes, los labios me sangran de tan secos y tal. Lo cual no deja de repatearme las tripas, pero bueno, es lo que hay.

Dios, cuánto te envidio por poder hacer eso de ir, preguntar y largarte. Joder, ¡si es que es eso lo que hay que hacer, ostias, que no pasa nada! Mierda pa'mí.

Diabetes dijo...

Claro. Yo lo hago dos veces al año, pero ciertamente no sé por qué no lo hago más. Ni que se hundiese el mundo.