viernes, 25 de mayo de 2007

Felicidad.

Una tarde, en el autobús, me vino un momento de felicidad supremo. Enseguida sonreí y no comprendí por qué en otras ocasiones no había sabido apreciar la parte positiva de la vida.
Y sentí que debía compartir mi felicidad con la gente de alrededor, tratar de contagiar esa belleza que veía en todas las cosas.
Entendí entonces que era una tarea muy fácil. ¿Por qué no decirle a la gente de alrededor que me parecía gente bella? Unas palabras amables y positivas, dichas con elegancia, harían sonreír a cualquiera.
- Señora, disculpe -le dije a una mujer que estaba a mi lado-. Sólo quería decirle, a modo de comentario, que me parece usted muy atractiva. Ese peinado le queda muy bien y tiene usted unos ojos preciosos.
La señora se me quedó mirando, esbozó una sonrisa y me roció con su spray antiviolación antes de bajarse del vehículo.
No fue su culpa si sus habilidades comunicativas no eran las mejores.

4 comentarios:

enmovimiento dijo...

Es que la gente no sabe aceptar cumplidos...

Anónimo dijo...

Más bien yo diría que no están acostumbrados a ellos, por eso se reacciona de tal manera...

Scarlett dijo...

La gente no está preparada para que un desconocido le diga lo bella o bello que es, no fue culpa tuya, es culpa de aquellos que no saben apreciar las pequeñas cosas que les rodean
Un saludo

Anónimo dijo...

Yo me conformo con regalar sonrisas a conocidos y desconocidos, y de momento no me han gaseado