Cuando hace casi tres años me fui a vivir solo, tuve claro desde el principio que debía instalarme en mi piso teniendo en mente una cosa: los peligros cercanos.
Así que una vez los dueños me pasaron las llaves del piso, me acerqué a la cerradura tratando de hacer poquito ruido al abrir la puerta.
Pero poco duró la ilusión: ahí estaban los peligros. El primero de ellos vivía en la puerta efe y tenía cara de persona sensata y prudente. Con su amabilidad de señora mayor, sonsacó información sobre mi profesión, mi posible compañía en el piso y se ofreció para cualquier cosa que pudiera hacerme falta.
El otro peligro provino de la puerta de, una señora de edad similar pero más extrovertida y habladora. La puerta de era indudablemente un peligro cercano mucho mayor: implicaba encuentros en el rellano de duración temiblemente incierta. Poco tiempo pasó hasta que ella, la de la de, y su marido, me sorprendieron cargando con varias bolsas de la compra al salir del ascensor y, a pesar de ello, manteniéndome de charla durante más de diez minutos acerca del pueblo donde trabajo y la estupenda coincidencia de visitar ellos uno de alrededor durante algunas temporadas.
Llegó el día, allá por mi primera navidad independiente, en que el marido de la de la de me invitó a tomar un café con ellos. Momento fatal. La pesadilla, aquello que había tratado de evitar a toda costa, se estaba produciendo: la invasión potencial de mi intimidad, la obligada devolución posterior de la invitación, la posible repetición de las visitas, el hundimiento de mis metros cuadrados de soledad asegurada a todas horas.
Argüí una excusa que ya no recuerdo y la invitación nunca se ha vuelto a repetir. Quizá no se me da tan mal lanzar mensajes sutiles. Todo con tal de preservar ese espacio sagrado de mi intimidad y alejar a los peligros cercanos, los más temibles.
Mis vecinos, aquí y dondequiera que viva en el futuro, nunca serán mis amigos.
Salvo que alguno de ellos sea varón, atractivo y gay.
5 comentarios:
Aysss, si te vale yo tengo a una loca al lado.
Que tal lo llevas todo??, te animarás el sabado a salir o estas aun a saco con los exams?.
Supongo que a un hetero abierto de miras (y de otras cosas) tampoco le dirías que no eh perrooo???
¿Eso incluye a las vecinas del edificio de en frenteeee? Es por saber a qué atenerme, básicamente. Aunque tranquilo, que yo a la hora del café estoy trabajando y no te invitaré...
Nekokun, ¡por supuesto! Abrir de mente a un hetero es un sueño erótico de cualquier gay. Yo no soy gay, sino Jorge, pero también me entusiasma la idea.
Este finde sigo estando enclaustrado. Hasta el seis o siete de Junio no existo para quedar después de cenar, me temo.
Enmovimiento, todo dependería de si de repente comprobase que carecías del suficiente sentido común como para meterte en mi casa más a menudo de lo debido... Que alguien se presente en mi portal sin avisar me disgusta por sistema.
Intimidad y respeto ante todo.
Pues te aseguro que es mejor tenerlos de amigos que de enemigos. ¿Habéis visto "La comunidad"? je,je
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