jueves, 26 de julio de 2007

Polonia (III): Wroclaw

Durante los últimos días en Polonia, busqué improvisadamente otra ciudad a la que ir. Varios polacos me habían hablado bien de Wroclaw y, reservando desde Varsovia habitación el día de antes, allí que fui. Necesité bastante tiempo para aprender la pronunciación del nombre de esta ciudad, que para asombro de todos vosotros, se dice "brosuaf". Fui también en tren. Cinco horitas de nada (ejem). Los tren van a una media de setenta kilómetros por hora, por lo que necesité cinco horas para hacer el trayecto Warszawa - Wroclaw. Al subir al tren tuve bastantes problemas para desenvolverme con mi maleta, de tamaño tremendo. Una vez alcancé mi asiento, y ya harto de que el noventa por ciento de la gente no me comprendiese en inglés, utilicé el español y algunos gestos para pedirles a un niño y a un par de chicas que iban a ser mis compañeras de asiento que me ayudaran a subir la maleta hasta su sitio.


- Por favor, ¿me podéis ayudar a subir la maleta?


- ¿Tú hablas español? -me preguntó una de las chicas-. Yo he estudiado un poco.


Vamos, que fui a encontrarme con una polaca que me entendió, que me ayudó con la maleta y que, para colmo, vivía en Wroclaw, con lo que me dio información de primera mano sobre la ciudad. Eso sí, hablamos en inglés, porque la chica había olvidado muchas cosas de mi idioma.
La primera noche en el hostal fue una pesadilla: estuve cuatro horas soportando a unos ingleses -de ahí mi ya nombrada reciente manía- que en grupo iban de habitación en habitación gritando, riendo y hasta abriendo la puerta de la mía en cuatro ocasiones; hasta se pusieron a arreglar una bicicleta con su puerta abierta y todo. The girl at the reception ni se inmutaba. Por la mañana el chico de recepción -pues se turnaban, claro- me dijo que había recibido un mensaje de una chica: era Anita, la chica del tren, que había recordado el nombre del hostal donde me alojaba y me proponía enseñarme la ciudad por la tarde con su novio. Quedé con ellos e hicieron de estupendos cicerones.




















Esta foto me la hicieron ellos. Resulta que debe de existir una página web que trata sobre los duendes que veis en la foto. Estos dos y muchos otros están desperdigados por la ciudad y supone todo un reto encontrarlos; algunos, como éstos de la bolita, son visibles, pero otros están escondidos en lo alto de una farola o al borde de un río. Una curiosidad entrañable.

Wroclaw tiene una plaza central antigua, como Cracovia, aunque ésta más colorida. Tiene la curiosidad de que una de las ventanas de las casas está pintada pero es muy difícil percibirlo.







La ciudad también resulta curiosa porque en la parte central, si es que mi sentido de la orientación no me falla, se forman unas especies de penínsulas muy curiosas que hacen que para acceder a algunas zonas sea necesario cruzar un puente. El efecto, que quizá se aprecia con dificultad en la foto, es curioso.








Aparte de por el encuentro con Anita, fui también afortunado porque me escribió Nicolás –o Nicolás traducido al polaco, que tiene una forma similar- y también me dio una vuelta por la ciudad.







La foto en concreto está tomada por dos amigos suyos gays en un bar de ambiente, el H20, el único de la ciudad pero muy muy agradable (tenía hasta billar, como podéis ver, muchas mesas y sillas y un patio al aire libre). Sus amigos me parecieron muy agradables, tratando de defenderse con su justito nivel de inglés, y Nicolás fue muy majo y muy gracioso. Me resultó simpática la coincidencia de que él estuviera estudiando Etnología y yo, poco a poco pero sin descanso, Antropología social y cultural.

Seguramente me habría enamorado de Wroclaw si no hubiese sido porque Cracovia me había gustado muchísimo. Wroclaw es quizá más pequeña y ahora en verano puede que pierda algo de encanto dado que buena parte de su alma está en la vida estudiantil universitaria. En cualquier caso, es una ciudad muy agradable de ver y con alguna visita a los alrededores que no pude hacer porque tenían lugar en días distintos de la semana a aquellos que pasé allí.

Ah, por cierto, una de las recepcionistas del hostal hablaba español. Menudas charlas que me casqué con esa mujer. Hasta le di mi dirección de blog, jeje.
Y nada, dejé Wroclaw un sábado porque al día siguiente, a las seis de la mañana salía mi vuelo desde Cracovia.






(Continuará)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡TENGO QUE APRENDER POLACO PERO YA!

Poder pronunciar Warszawa - Wroclaw debe de ser orgásmico.

Casi me descojono viva al leer cómo se decía la segunda. Qué gran idioma debe de ser el polaco...

Anónimo dijo...

Pero mira que son majos los chicos polacos, aunque yo me quedo con Noel. Esa foto guárdala que tiene algo... igual tiene poderes!
Besos y achuchones hermoso

Anónimo dijo...

¡Hay que ver qué cara de polacos tienen todos los polacos! :)

Anónimo dijo...

Suscribo la opinión de JB, a mi tampoco me llegó la postal (seguro que era una tomadura de pelo de las tuyas). Por otro lado sigo flipando con tu capacidad de conocer gente y recorrer ciudades junto a ellos

enmovimiento dijo...

Ya he vuelto, y estoy leyendo los capítulos de tu viaje. Me falta el último per... ¿no te dije algo de una pareja -chica y chico- en el viaje? Mi memoria es mala pero a lo mejor mi intuición no!!!
Voy a leer el último capítulo. Y tampoco me ha llegado ninguna postal, en caso de que me la enviases, claro. ¿Te entenderían bien al venderte los sellos?

Anónimo dijo...

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