Han pasado ya unas semanas desde que hice este viaje, así que he tenido tiempo de observar qué poso me ha dejado. Trataré de sacar algunas ideas sobre Grecia y la experiencia de visitarla, aunque no tengo ideas blancas o negras
Debo decir, anticipándome a la negatividad que impregna buena parte de mis observaciones -dios, ¿cómo puedo escribir de modo tan pedante?-, que mi interés a priori en Grecia era casi nulo, de modo que relativicen ustedes todo lo que diga. Pero es posible, a la vez, que mi opinión sea algo más objetiva por esa misma razón.

- Nuestra experiencia en Tesalónica, ciudad adorada por los griegos y cuya foto superior es de las pocas que aparecen en las postales (muestra de las pocas cosas para ver que hay en ella) demuestra que a veces hay que desconfiar de lo que los nativos opinan sobre su propio país. Que una ciudad tenga cierto ambientillo agradable por la noche para ir el fin de semana no quiere decir que a un turista eso le interese en especial, o que decida ir de propio a la ciudad para vivirlo si no hay mucho más que ver.
- Si por algo se caracteriza Grecia es porque, si uno desea ver algo más que Atenas -lo cual es muy recomendable porque la capital, como he dicho y diré, no es para tanto-, debe tomar trenes, buses, ferris y hasta aviones si lo desea. Pasar unos días en el país haciendo un pequeño tour hace aumentar en exceso el dinero que hay que gastar.
- Mención aparte merecen los ferris, quizá por no utilizarlos precisamente mucho nosotros en España. Son un medio de transporte de precio medio-alto, más bien incómodo y bastante aburrido. Permite ver las islas desde lejos y hacer algunas fotografías agradables, pero pasar seis, ocho y, como nosotros cuando fuimos desde Santorini hasta Tesalónica, hasta veinticuatro horas subido en uno de ellos puede hacerse más largo que el camino de Santiago a un cangrejo. Toca dormir en cualquier lado, como por ejemplo éste:

- Para terminar de convenceros sobre lo poco que merece la pena Tesalónica, aunque lamentablemente se aplica a todo el país en general, allí la manera de conducir es alocada. La velocidad límite en la ciudad, si la hay, es altísima, continuamente se escuchan los frenos chirriar y destaca ante todo el funcionamiento de los semáforos: como peatón, al empezar a cruzar en verde, uno descubre que en unos segundos ha pasado a estar en rojo. No hay policía apenas por las calles, de modo que todo parece una especie de anarquía guays a la que hay que adaptarse.

- Como ya he dicho en las actualizaciones anteriores, la pega mayor del país consiste en que, aunque por una parte tiene construcciones y localizaciones antiguas e interesantes, por otra las ciudades en general carecen de un encanto especial. De este modo, un museo concreto, unas ruinas concretas, pueden merecer la pena, pero mientras uno se pasea por el lugar para ir visitándolas, no encuentra un ambiente especialmente llamativo ni unas casas especialmente atractivas que le den al conjunto del viaje ese toque especial que es lo que, al final, uno suele recordar. Huelga mencionar que si uno siente debilidad por lo antiguo,

entonces ya está tardando en ir allí. Pero hablo del turista medio, de ignorancia media. ;)
Respecto al lado cultural de los viajes, creo que próximamente dedicaré una actualización al tema...
- Grecia, en general, es un país algo caro en comparación con España. Eso también ha hecho que el tour griego haya vaciado mi cuenta bancaria más de lo previsto. Sigue sin ser como París o Londres, pero medio riñoncico uno se lo deja. Al menos, la comida está buena, es razonablemente variada y

lo suficientemente distinta y parecida como para que a un español medio de ignorancia media le pueda gustar.
- La costumbre griega más estupenda está relacionada con la restauración. Antes de atacar cualquier plato griego, en la mayoría de los bares y restaurantes a uno se le sirve agua gratuitamente, a veces del grifo y a veces de botella. Esa costumbre sorprende a quienes venimos de otros lugares en los que más bien lo que se ofrece sin pagar son las sonrisas y a lo sumo frutos secos bien salados que provoquen sed. El turista agradece poder saciar su sed antes de la comida o de una simple bebida y poder así disfrutar de su refresco sin consumirlo vorazmente.
- En cuanto al uso del inglés, sucede lo habitual: se habla ante todo en los hoteles y otros lugares comerciales y turísticos, más la gente joven que la mayor y mucho mejor en las ciudades grandes que en las pequeñas. En Larissa, intentar comunicarse en inglés era otra manera más de hacer la rissa.
- Leszek observó algo asombroso: las chicas griegas son más feas que los chicos griegos. Curioso porque suele ser al revés. Sin embargo, hay una pega: los chicos griegos, en torno a los treinta años, sufren un cambio rápido (aspecto de la piel, arrugas, etc.) que les envejece y de aparentar ser chavales apetecibles pasan a comenzar a tener el aspecto de cuarentones / cincuentones barrigudos. El cambio es rapidísimo, como demuestra que no viésemos a casi nadie que aparentase entre treinta y treinta y cinco años.
- Los nombres de las calles se encuentran escritos en griego y en inglés. Al cabo de unos diez días, uno empieza a dominar el cincuenta por ciento de las letras griegas que resultaban en un principio extrañas. Sin embargo, ese relativo dominio a veces resulta inútil en Atenas de cara a orientarse, donde se repiten algunos nombres de las calles, fomentado en el turista el complejo de lemming estúpido.
¿Qué puedo decir para terminar?
Que decidan ustedes. Están equivocados si piensan que no lo pasé bien; puede que me limite a mencionar más lo negativo, por la razón que sea. Sin duda no ha sido el viaje de mi vida, y Lisboa o Polonia me gustaron más. Pero pasado un tiempo prudencial, he de decir que no guardo un mal recuerdo, y que regresar un día, aunque sea para ver otras islas, es una opción posible.
Digamos que Grecia había que verla, fui y la vi. Y que si usted que lee no lo ha hecho, pues alguna vez tendrá que picar también.
F I N
Debo decir, anticipándome a la negatividad que impregna buena parte de mis observaciones -dios, ¿cómo puedo escribir de modo tan pedante?-, que mi interés a priori en Grecia era casi nulo, de modo que relativicen ustedes todo lo que diga. Pero es posible, a la vez, que mi opinión sea algo más objetiva por esa misma razón.
- Nuestra experiencia en Tesalónica, ciudad adorada por los griegos y cuya foto superior es de las pocas que aparecen en las postales (muestra de las pocas cosas para ver que hay en ella) demuestra que a veces hay que desconfiar de lo que los nativos opinan sobre su propio país. Que una ciudad tenga cierto ambientillo agradable por la noche para ir el fin de semana no quiere decir que a un turista eso le interese en especial, o que decida ir de propio a la ciudad para vivirlo si no hay mucho más que ver.
- Si por algo se caracteriza Grecia es porque, si uno desea ver algo más que Atenas -lo cual es muy recomendable porque la capital, como he dicho y diré, no es para tanto-, debe tomar trenes, buses, ferris y hasta aviones si lo desea. Pasar unos días en el país haciendo un pequeño tour hace aumentar en exceso el dinero que hay que gastar.
- Mención aparte merecen los ferris, quizá por no utilizarlos precisamente mucho nosotros en España. Son un medio de transporte de precio medio-alto, más bien incómodo y bastante aburrido. Permite ver las islas desde lejos y hacer algunas fotografías agradables, pero pasar seis, ocho y, como nosotros cuando fuimos desde Santorini hasta Tesalónica, hasta veinticuatro horas subido en uno de ellos puede hacerse más largo que el camino de Santiago a un cangrejo. Toca dormir en cualquier lado, como por ejemplo éste:

- Para terminar de convenceros sobre lo poco que merece la pena Tesalónica, aunque lamentablemente se aplica a todo el país en general, allí la manera de conducir es alocada. La velocidad límite en la ciudad, si la hay, es altísima, continuamente se escuchan los frenos chirriar y destaca ante todo el funcionamiento de los semáforos: como peatón, al empezar a cruzar en verde, uno descubre que en unos segundos ha pasado a estar en rojo. No hay policía apenas por las calles, de modo que todo parece una especie de anarquía guays a la que hay que adaptarse.
- Como ya he dicho en las actualizaciones anteriores, la pega mayor del país consiste en que, aunque por una parte tiene construcciones y localizaciones antiguas e interesantes, por otra las ciudades en general carecen de un encanto especial. De este modo, un museo concreto, unas ruinas concretas, pueden merecer la pena, pero mientras uno se pasea por el lugar para ir visitándolas, no encuentra un ambiente especialmente llamativo ni unas casas especialmente atractivas que le den al conjunto del viaje ese toque especial que es lo que, al final, uno suele recordar. Huelga mencionar que si uno siente debilidad por lo antiguo,
entonces ya está tardando en ir allí. Pero hablo del turista medio, de ignorancia media. ;)
Respecto al lado cultural de los viajes, creo que próximamente dedicaré una actualización al tema...
- Grecia, en general, es un país algo caro en comparación con España. Eso también ha hecho que el tour griego haya vaciado mi cuenta bancaria más de lo previsto. Sigue sin ser como París o Londres, pero medio riñoncico uno se lo deja. Al menos, la comida está buena, es razonablemente variada y
lo suficientemente distinta y parecida como para que a un español medio de ignorancia media le pueda gustar.
- La costumbre griega más estupenda está relacionada con la restauración. Antes de atacar cualquier plato griego, en la mayoría de los bares y restaurantes a uno se le sirve agua gratuitamente, a veces del grifo y a veces de botella. Esa costumbre sorprende a quienes venimos de otros lugares en los que más bien lo que se ofrece sin pagar son las sonrisas y a lo sumo frutos secos bien salados que provoquen sed. El turista agradece poder saciar su sed antes de la comida o de una simple bebida y poder así disfrutar de su refresco sin consumirlo vorazmente.
- En cuanto al uso del inglés, sucede lo habitual: se habla ante todo en los hoteles y otros lugares comerciales y turísticos, más la gente joven que la mayor y mucho mejor en las ciudades grandes que en las pequeñas. En Larissa, intentar comunicarse en inglés era otra manera más de hacer la rissa.
- Leszek observó algo asombroso: las chicas griegas son más feas que los chicos griegos. Curioso porque suele ser al revés. Sin embargo, hay una pega: los chicos griegos, en torno a los treinta años, sufren un cambio rápido (aspecto de la piel, arrugas, etc.) que les envejece y de aparentar ser chavales apetecibles pasan a comenzar a tener el aspecto de cuarentones / cincuentones barrigudos. El cambio es rapidísimo, como demuestra que no viésemos a casi nadie que aparentase entre treinta y treinta y cinco años.
- Los nombres de las calles se encuentran escritos en griego y en inglés. Al cabo de unos diez días, uno empieza a dominar el cincuenta por ciento de las letras griegas que resultaban en un principio extrañas. Sin embargo, ese relativo dominio a veces resulta inútil en Atenas de cara a orientarse, donde se repiten algunos nombres de las calles, fomentado en el turista el complejo de lemming estúpido.
¿Qué puedo decir para terminar?
Que decidan ustedes. Están equivocados si piensan que no lo pasé bien; puede que me limite a mencionar más lo negativo, por la razón que sea. Sin duda no ha sido el viaje de mi vida, y Lisboa o Polonia me gustaron más. Pero pasado un tiempo prudencial, he de decir que no guardo un mal recuerdo, y que regresar un día, aunque sea para ver otras islas, es una opción posible.
Digamos que Grecia había que verla, fui y la vi. Y que si usted que lee no lo ha hecho, pues alguna vez tendrá que picar también.
F I N
2 comentarios:
Jo. Todavia nos amenazas con una parte VII, es que no tienes piedad!?
Yo también fui, la vi y volví. A mí sí me gustó Atenas porque la Acrópolis era la primera ruina de libro que veía en persona... porque las calles adyacentes sí me parecío que tenían encanto... porque estuvimos el tiempo justo como para no ver casi nada... porque tenía 21 años...
La isla en la que estuve -Mikonos- también me gustó: increíblemente limpia y con una gente absolutamente agradable -era temporada baja-. Coincido en lo de la comida y la buena costumbre de dar agua y en que los tíos pasan de interesantes a espantosos. Y tengo el recuerdo de que intentaron timarnos en todo momento, of course.
Ya me enseñarás las fotos.
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