lunes, 16 de marzo de 2009

Le fabuleux destin de Jorge Poulain.

Cuando fui a París las pasadas navidades, descubrí que para comprar un abono de metro de una semana de duración necesitaba fotos de carnet.
¿A quién se le ocurre? Estoy de acuerdo en que no se puede organizar el mundo pensando en los turistas, pero siendo París la ciudad turística por astonomasia, o antonomasia, o señoratomasa (elijo la b), deberían haber pensado que un turista no suele viajar con fotos de carnet sueltas. Luego pensé que quizá las empresas de fotomatón habían pensado en los turistas, pero mirando hacia sus propios intereses.
Y tuve que morir al palo de hacerme fotitos, porque desconocía la frecuencia de aparición y el malhumor o no de los controleurs franceses y no deseaba practicar el idioma frente a uno de ellos en situación tensa.
Entré en la maquinita, toda digitalizada ella, puse cara de muchos amigos, me salió bien a la primera y no tuve que utilizar la opción -que está bien que exista- de elegir hacer otra foto antes que imprimir el horror que acabas de ver en la pantalla. Y cuando las fotos se imprimieron descubrí dos cosas: una, que siempre que me hago fotos de carnet me las arreglo para no ir con barba de dos días sino de cuatro (lo que me da un aire de terrorista internacional); y dos, que había pulsado una opción incorrecta y en lugar de tamaño carnet había imprimido tamaño bono de bus Tuzsa para agüelos.
Pero pensé que le iban a dar bola y que por mis santas narices que yo metía esa foto en el carnet, y lo hice, aunque medio tapando el apellido y la firma. Afortunadamente, ningún controleur me pidió el carnet-bono.
La gracia de haber tenido que hacer fotos es que volví con tres de ellas a España, y entonces pensé: ¿no es muy Amelie haber utilizado por primera vez un fotomatón y encima llevar tres fotos de recuerdo y la ausencia de la cuarta?


Juzguen ustedes.



1 comentario:

anagnosto dijo...

Cielos una banda terrorista! Seguro que el que falta es el jefe...