lunes, 30 de marzo de 2009

OBSERVADOR DE CAMBIOS.

Si en san Valentín de hace ya no sé si hace uno o dos años se murió un amigo de mi padre de un tumor cerebral fulminante, este san Valentín pasado falleció una tía abuela que ya estaba muy mayor . Mi hermano, que cumple años el catorce de febrero, se empieza a preguntar si él tendrá algo que ver con tales casualidades, así como si su cumpleaños próximo vendrá adornado también de alguna corona de flores.

Por otra parte, una amiga, la segunda ya, se casa. Este segundo caso para mí ha sido muy inesperado, aunque supongo que uno nunca se espera que le anuncien una decisión tan grande como ésa.

Y así, entre entierros y bodas, me quedo como observador. Sin duda el tiempo pasa, y con él la gente cambia, decide y se mueve.

Me queda la sensación de estar haciendo poco, o al menos de estar viviendo escasos cambios propios. Poco más he hecho últimamente que viajar –eso sí, muchísimo, envidiadme-, y por lo demás en nada ha cambiado mi vida…

¿Cuál es mi conclusión?

Pues sorprendentemente, que no me dejaré influir, igual que hago en navidad, época en la que se compran regalos absurdamente y yo ni los hago ni casi nunca los recibo. Digo, pues, que seguiré viendo las cosas pasar, porque si me pasan pocas cosas, quiere decir que todo va bien. No quiero tomar decisiones gordas en este momento: casarme no entre otras cosas porque no tengo con quién; hipotecarme tampoco aunque si los precios siguen bajando y se me queda a precio de alquiler habrá que planteárselo; tener hijos… bueno, disculpad pero me entra el ataque de risa. Qué bonito es criar a un niño pero qué cierto es que para cuando abandonan el nido uno tendrá medio siglo más y menos energías para retomar la vida llena de tiempo que uno había dejado antes de.

En resumen, me encuentro con casi treinta años, de alquiler, sin pareja, sin hijos, con trabajo fijo, y pienso: ¡joder, qué de puta madre! Esta libertad me permitirá, si así quiero y consigo, irme al extranjero un par de años a enseñar español.

Con todos los respetos, hipotecarme, tener un hijo o casarme a mi edad me suena demasiado a “y esto es lo que va a ser de mi vida”, y no podría. Ya me costó presentarme a las oposiciones que me van a dar el sustento hasta que me jubile, porque aprobarlas implicaba hacer lo mismo a los veinticinco que a los cincuenta. Así que no quiero más previsibilidad. Me gusta detenerme a pensar que conoceré otra cultura, nuevos amigos, mejoraré mi inglés o mi francés y, en definitiva, haré que mis circunstancias cambien y quiten la monotonía de un futuro demasiado predecible.


Whatever will be, will be…



6 comentarios:

JB dijo...

Todo es según el color del cristal, ¿no? Para mí lo de casarme y tener hijos es como un gran tobogán que no sé a dónde me llevará, y me parece de todo menos previsible. Yo creo que hagas lo que hagas, la vida es imprevisible. Eso sí, no todo nos divierte por igual a todos. ¡A disfrutar!

Diabetes dijo...

Sin duda, nada se puede prever; pero casarme y tener hijos, sobre todo tan pronto (aunque a cualquier edad también, y eso que en un futuro puedo llegar a hacerlo), da lugar a un estilo de vida con ventajas y restricciones de las que disfrutan y a las que se someten demasiadas personas. Y en mi balanza, pesarían más las desventajas, porque no vivo doscientos años como para darle veinticinco a otra persona -el hijo-. De hecho, ponerse a tener un hijo implica presuponer que uno va a vivir hasta los sesenta o setenta, cosa que está por ver.

Raquel dijo...

Al final cada uno hace con su vida lo que quiere, que para eso es su vida. Y cada uno considera el término previsible a su manera. Quizás para ti previsible es casarse, porque lo hace la gran mayoría, pero si a mi hace 10 años me dicen que iba a casarme, me rio yo tanto como tú al pensar en tener hijos. Además, para mi, lo previsible es que tú no te cases ni tengas hijos. Al final, disfrutar de la vida, sea con hijos, sin hipoteca, o sabiendo bailar sevillanas. Ah, y última reflexión tonta, si tus padres hubieran pensado como tú, no podrías estar disfrutando de todo lo que vives.

Diabetes dijo...

Sí, desde luego, Raquelquenoséquiéneresperograciasportucomentario, lo de previsible depende del punto de vista. Quizá me refería más al hecho de tener hijos que a casarse, pues un matrimonio maduro y bien llevado no debe implicar desaparecer del grupo de amigos ni enclaustrarse en casa.
Pero lo de tener hijos requiere un tiempo excesivo. Si mis padres, Raquel, hubiesen decidido no tenerme, me habría parecido una decisión estupenda, y evidentemente no estaría yo aquí para enfadarme por no haber nacido. A mí provocar el nacimiento de alguien me parece una osadía.

Raquel la de antes dijo...

Hola Jorge,
Soy Raquel la de la foto.Ya te vale haberme olvidado tan pronto.Es gracioso que llames previsible a tener hijos y no a casarse, cuando casarse es un formalismo típico tópico.Enclaustarse en casa suena a malo. Yo no lo hago, porque no tengo tiempo, pero a veces me apetecería muuuuucho. En cuanto a lo de los hijos, yo no los tengo, pero todo aquel con quien hablo comenta que aunque tu vida como tal desaparece, te compensa. Y es un 100% en los comentarios, así que algo habrá (también la encuesta está realizada en personas con niños menores de 13 años...).
Y lo de provocar el nacimiento de alguien te parece una osadía, me parece una Jorjada como otra cualquiera.

Diabetes dijo...

Ah, pues welcome to the world, Raquelquesequedóvomitandoel6deeneeroydelacualnosehasabidonadadesdeentonces.
Bueno, a ver, si yo estoy seguro de que tener un hijo es algo genial. Trabajo con niños y dan vida y momentos estupendos. Pero que toda tu vida gire entorno a ellos hasta que les sale pelo en los cojones e incluso más tiempo es algo excesivo para mí.
Y sí, me parece una osadía traer a alguien al mundo. No porque piense que la vida es una mierda, sino porque bueno, uno no puede decidir si quiere o no vivirla antes de nacer. Es un acto egoísta de los padres.