Llevábamos ya una semana de viaje y, aunque lo estaba pasando razonablemente bien, nos quedaba la mejor parte. Fuimos a Kalambaka en tren, donde hay una zona de escarpadas montañas en cuyas cimas se han construido algunos monasterios. Desde este sitio os envié las postales, porque me pareció muy bonito.
Nada más llegar a la estación, nos encontramos con un chico francés, que se llamaba, si lo escribo bien, Charles - Enric. Viajaba solo y planeaba encontrarse más tarde con sus compañeros de estudio en Atenas. A mí el chico me pareció mono -luego descubrí que a Leszek también-, así que me pareció estupendo que se uniera a nosotros para visitar el lugar. Y además estaba la oportunidad de farfullar alguna cosa en francés, que me sedujo de inmediato, aunque por mis limitaciones, porque él podía hablar inglés y porque Leszek no sabe francés, eso sucedió poco rato. El chico francés y el hombre polaco descansan:
Cuando estábamos los tres dispuestos a buscar información sobre el lugar, apareció una mujer americana que nos informó sobre lo que había hecho ella para visitar el lugar a lo largo de la mañana. Lo que dijo no nos sirvió de nada al final, pero tengo que mencionarla porque hablaba un inglés maravilloso, éste por el que pagarías para que todos los ingleses y americanos imitaran.
Mis disculpas por no poder, primero, daros los nombres de ningún monasterio; no lo hago, primero, porque se me olvidan los nombres con una facilidad pasmosa, y segundo porque aunque creo que guardo algún folleto del sitio y podría buscarlo, me parece de interés relativo. Cuando vayáis, ya pasaréis por la oficina de turismo, que para eso está. Y segundo, por no poder mostraros apenas nada de los monasterios por dentro. No dejan hacer fotos, aunque Leszek hizo alguna que otra. En todo caso, sólo entramos en uno porque había que pagar, y las vistas exteriores merecen más la pena sin duda.
Mi recomendación es que toméis un taxi, que por unos siete euros os lleva hasta el monasterio más alto; y desde allí os preparéis para ir bajando a patita durante hora y pico hasta que llegáis de nuevo a Kalambaka. Si llegáis al mediodía o así, podéis marcharos por la tarde en tren o bus sin necesidad de hacer noche en el lugar, porque no hay más que ver. Eso sí, entenderse con el taquillero es una odisea, madre mía qué ladrillo de hombre. Con deciros que al final la información sobre los trenes de la tarde la consiguió Leszek hablando en alemán con una mujer... Kalambaka fue, sin duda, un lugar de encuentros interculturales.
Y sin dejar el tema de los idiomas, error estúpido que me costó el pasar un rato extrañado. El taquillero dijo que había un strike de tres días en los trenes. Yo anduve convencido de que eso quería decir error mecánico, reparaciones o algo así. Y claro, flipaba sobre por qué se iban a detener los trenes durante tres días para hacer reparaciones, me parecía desmesurado. Hasta que les pregunté a mis dos compañeros que por qué había ese strike; y Leszek me respondió que para conseguir mejores salarios, como siempre. Fue entonces cuando se me encendió la bombilla y me di cuenta de que strike era huelga, y en fin, me sirvió para reflexionar sobre la paranoia que puede hacerte sufrir el equivocarte sobre o desconocer una palabra concreta.
Charles-Enric se marchó a Atenas y nos dejó su email y número de móvil para que en esa ciudad nos viésemos con su grupo de amigos. Leszek y yo nos marchamos a Larissa. Era una ciudad que prometía poco, pero nos daba tiempo a pasar por allí antes de llegar a Delfos.
(Continuará)
Nada más llegar a la estación, nos encontramos con un chico francés, que se llamaba, si lo escribo bien, Charles - Enric. Viajaba solo y planeaba encontrarse más tarde con sus compañeros de estudio en Atenas. A mí el chico me pareció mono -luego descubrí que a Leszek también-, así que me pareció estupendo que se uniera a nosotros para visitar el lugar. Y además estaba la oportunidad de farfullar alguna cosa en francés, que me sedujo de inmediato, aunque por mis limitaciones, porque él podía hablar inglés y porque Leszek no sabe francés, eso sucedió poco rato. El chico francés y el hombre polaco descansan:
Cuando estábamos los tres dispuestos a buscar información sobre el lugar, apareció una mujer americana que nos informó sobre lo que había hecho ella para visitar el lugar a lo largo de la mañana. Lo que dijo no nos sirvió de nada al final, pero tengo que mencionarla porque hablaba un inglés maravilloso, éste por el que pagarías para que todos los ingleses y americanos imitaran.
Mis disculpas por no poder, primero, daros los nombres de ningún monasterio; no lo hago, primero, porque se me olvidan los nombres con una facilidad pasmosa, y segundo porque aunque creo que guardo algún folleto del sitio y podría buscarlo, me parece de interés relativo. Cuando vayáis, ya pasaréis por la oficina de turismo, que para eso está. Y segundo, por no poder mostraros apenas nada de los monasterios por dentro. No dejan hacer fotos, aunque Leszek hizo alguna que otra. En todo caso, sólo entramos en uno porque había que pagar, y las vistas exteriores merecen más la pena sin duda.
Mi recomendación es que toméis un taxi, que por unos siete euros os lleva hasta el monasterio más alto; y desde allí os preparéis para ir bajando a patita durante hora y pico hasta que llegáis de nuevo a Kalambaka. Si llegáis al mediodía o así, podéis marcharos por la tarde en tren o bus sin necesidad de hacer noche en el lugar, porque no hay más que ver. Eso sí, entenderse con el taquillero es una odisea, madre mía qué ladrillo de hombre. Con deciros que al final la información sobre los trenes de la tarde la consiguió Leszek hablando en alemán con una mujer... Kalambaka fue, sin duda, un lugar de encuentros interculturales.
Y sin dejar el tema de los idiomas, error estúpido que me costó el pasar un rato extrañado. El taquillero dijo que había un strike de tres días en los trenes. Yo anduve convencido de que eso quería decir error mecánico, reparaciones o algo así. Y claro, flipaba sobre por qué se iban a detener los trenes durante tres días para hacer reparaciones, me parecía desmesurado. Hasta que les pregunté a mis dos compañeros que por qué había ese strike; y Leszek me respondió que para conseguir mejores salarios, como siempre. Fue entonces cuando se me encendió la bombilla y me di cuenta de que strike era huelga, y en fin, me sirvió para reflexionar sobre la paranoia que puede hacerte sufrir el equivocarte sobre o desconocer una palabra concreta.
Charles-Enric se marchó a Atenas y nos dejó su email y número de móvil para que en esa ciudad nos viésemos con su grupo de amigos. Leszek y yo nos marchamos a Larissa. Era una ciudad que prometía poco, pero nos daba tiempo a pasar por allí antes de llegar a Delfos.
(Continuará)
1 comentario:
Se me hace raro que no conocieras la palabra "strike".
COMENTARIO PARA TU FOTOLOG del 5 de agosto, que por no ser loguera no puedo hacer: como vuelvas a volatilizar mis deseos te vas a enterar, ¡capullo!
Eso sí, lo digo con mucho cariño...
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