
Existen muchos tipos de profesores. Los alumnos los odian a menudo, posiblemente porque son quienes conviven con ellos día tras día en el aula y quienes toman las decisiones de aprobarlos o suspenderlos.
No sé si ustedes mostrarán su acuerdo con la siguiente clasificación; en cualquier caso tampoco me importa lo más mínimo.
1) Profesor falomáster.
Su virilidad física, cuya base consiste en la envergadura corporal de su cuerpo, los rasgos faciales agresivos de su cara y su tono vocal grave de su voz, consiguen imponer respeto tan pronto como pisa la primera baldosa del aula. Los niños obedecen sus mandatos sin rechistar y si se ríen de él no lo hacen a viva voz sino mediante papelitos, enuresis neurótica, espasmos vesiculares y elaboración de cortometrajes sarcásticos. Cuando se trata de alumnos mayores de edad, suele provocar risa y, a alumnos huérfanos de madre y biberón, admiración. El falomáster, descendiente directo del homo sapiens lodel ciclopens, descarga en el aula la energía negativa que le provoca su escasa capacidad para lograr una alteridad comunicativa con su esposa e hijos. Es por eso que la jubilación de esta especie tiende a ser una de las más celebradas.
2) Profesor entre la basca.
Cuando los alumnos descubren que la persona que va a darles clase no es un carcamal senil sino alguien relativamente joven, e incluso recién salido del horno de las oposiciones, lo reciben con alegría por dos motivos: el primero, que pertenece a los estudiosos, porque les inspira confianza para expresarse y cercanía para hacerse su amigo; y el segundo, abanderado por los vagos de la clase, porque ven en este energúmeno un toro sencillo de lidiar, sobre todo si es una fémina tímida de voz dulce. El profesor entre la basca desciende del homo aprobis justis, pero no se le debe considerar como una manera de ser sino como una mera etapa: normalmente, a los dos o tres años de experiencia, hace capullo y se regenera en cualquiera de los otros tipos existentes. Una de las razones que provocan esa transformación es el estrés proveniente de los alumnos, que por su frágil experiencia y/o timidez abusan de él y le provocan operaciones de cuerdas vocales en cuanto se despista.
3) Profesor dialectal.
Hasta el momento se le conoce como el único tipo de profesor cuya fama le precede; así, los alumnos saben de sobra qué se van a encontrar en sus clases mucho antes de que éstas sucedan. Incluso llegan a crear leyenda. Su característica fundamental, que queda medianamente dibujada en el adjetivo que le hemos asignado, es la de ser incomprensible: los chavales, niños, adolescentes o universitarios procuran por todos sus medios comprender lo que ese individuo parlotea desde detrás de su mesa, pero el idioma que utiliza es distinto y nadie lo logra. Sucede por fin que los dos o tres alumnos más constantes, una tarde de ésas, hallan en sus ratos libres las claves de su dialecto particular, lo cual se recibe con alegría en el aula y, con el tiempo justo, buena parte de los chicos terminan aprobando en junio o la repesca, aunque con notas bajísimas que en ningún caso motivarán al dialectal a modificar su manera de expresarse sino a reiterar su pésima opinión de las nuevas generaciones de estudiantes. Los profesores dialectales, que descienden del homo ojonis tesentiendi, llegan a sus tumbas en el mismo estado en que inauguran su carrera educativa pero algo desmejorados por la edad: cansancio, deformación de manías, crisis de los cuarenta, cincuenta y sesenta, culto al fútbol, grasa abdominal, pérdida de amistades y añoranza del priapismo.
4) Profesora de falda para agarrar.
Prototipo que está quedándose anticuado dado el gran número de mujeres que buscan la igualdad entre sexos llevando pantalón, se dedica casi siempre a la educación infantil, que actualmente abarca desde los cero a los seis años; desciende del homo queeris plumis. Lleva falda porque así los niños, a esas edades enormemente egoístas, pueden tirarle de ella cuando su compañero de mesa ha cogido su juguete favorito o le ha metido la tijera en el ojo. Lamentablemente no suele llevar falda para alumnos mayores de catorce años y si lo hace suele ser poco agraciada.
5) Profesor graduado.
Desciende del homo japis chupis. Cuenta a menudo con el beneplácito de su alumnado –si es que éste posee la edad suficiente para ello- en cuanto a su actitud habitual en clase, porque su actitud habitual en clase es que no tiene actitud habitual en clase. Tiene actitud habitual en el bar, donde se surte con vasitos de coñac y cerveza, y el aula se convierte en el lugar donde va a parar de vez en cuando, generalmente después de la hora del almuerzo. Aprobar su asignatura se convierte en tarea fácil para cualquier alumno excepto para los empollones, que se niegan a perder el tiempo en su clase, lo denuncian a dirección y, cuando se entera de quiénes le han delatado, se sirve de la libertad de cátedra para suspenderlos.
6) Profesor imán.
No importa las clases que imparte ni las notas que pone, sino su sonrisa, su cuerpo y su paquete. Descendiente del homo perfectis concanis, provoca miradas apasionadas de sus alumnas, que adorarán sus canas (,) de poseerlas (,) así como sacará del armario a algún heterosexual indefinido. Suele ser hombre y casi nunca gay, por lo que sus féminas se dejarán sobar tímidamente si tienen entre trece y dieciocho años.
7) Profesor breve.
No desciende de nada porque apenas tiene tiempo para hacerlo. Tampoco le da para dar clase, pues se dedica eternamente a cubrir puestos de otros profesores que están en sus casas fingiendo resfriados o revolcándose con la parienta. Los alumnos aprenden un setenta por ciento menos que con su profesor habitual, así que el centro escolar guarda un mal recuerdo de él y jamás se plantea volver a contratarlo. Suele suicidarse pronto, no como los demás.
8) Profesor pantalla.
De edad variable, siente una pasión clarísima por las nuevas tecnologías. Apenas utiliza la pizarra porque siempre que le es posible se sirve del vídeo, de internet y de las transparencias. Como buen profesor escoge de estas novedades la más aburrida, es decir, las transparencias, que los alumnos tienen que copiar a velocidad de galgo mientras él las lee en voz alta con, eso sí, un marcado acento de profesor por el que le pagan. Desciende del homo prosnobis gertrudis.
9) Profesor pasión.
La variabilidad de sus entonaciones es similar a la de las señales de los sismógrafos aéreos. Sus clases son tremendamente aburridas porque apenas le quedan ganas de emocionarse tras años y años de contar exactamente lo mismo. No siente interés por hacer cursillos de reciclaje, de manera que nunca descubre que existen maneras distintas de explicar las mismas cosas. Descendiente del homo tediosis terribilis, cuando llega a los cincuenta pasa a la universidad o, si ya estaba en ella, consigue un puesto de decano o vicerrector. En su mayoría los universitarios acuden a sus clases los tres primeros días, más tarde emplean ese tiempo en catar cafeína y después se presentan al examen, que aprobarán a la primera para envidia de quienes lo han soportado durante todo el curso.
10)Profesor útil.
Utiliza un lenguaje comprensible, sabe resumir aquello que quiere transmitir y comprende los problemas de los alumnos. Muestra verdadera pasión por la materia que imparte y la contagia a su alumnado, que a veces estudia carreras relacionadas con la materia que el profesor útil imparte. Desciende del homo profesoris verdaderis y, como se imaginan ustedes, resulta difícil encontrarlo en el aula. Tanto es así que apenas unos pocos estudiantes terminan conociendo más de cinco ejemplares en toda su vida como alumno.
No sé si ustedes mostrarán su acuerdo con la siguiente clasificación; en cualquier caso tampoco me importa lo más mínimo.
1) Profesor falomáster.
Su virilidad física, cuya base consiste en la envergadura corporal de su cuerpo, los rasgos faciales agresivos de su cara y su tono vocal grave de su voz, consiguen imponer respeto tan pronto como pisa la primera baldosa del aula. Los niños obedecen sus mandatos sin rechistar y si se ríen de él no lo hacen a viva voz sino mediante papelitos, enuresis neurótica, espasmos vesiculares y elaboración de cortometrajes sarcásticos. Cuando se trata de alumnos mayores de edad, suele provocar risa y, a alumnos huérfanos de madre y biberón, admiración. El falomáster, descendiente directo del homo sapiens lodel ciclopens, descarga en el aula la energía negativa que le provoca su escasa capacidad para lograr una alteridad comunicativa con su esposa e hijos. Es por eso que la jubilación de esta especie tiende a ser una de las más celebradas.
2) Profesor entre la basca.
Cuando los alumnos descubren que la persona que va a darles clase no es un carcamal senil sino alguien relativamente joven, e incluso recién salido del horno de las oposiciones, lo reciben con alegría por dos motivos: el primero, que pertenece a los estudiosos, porque les inspira confianza para expresarse y cercanía para hacerse su amigo; y el segundo, abanderado por los vagos de la clase, porque ven en este energúmeno un toro sencillo de lidiar, sobre todo si es una fémina tímida de voz dulce. El profesor entre la basca desciende del homo aprobis justis, pero no se le debe considerar como una manera de ser sino como una mera etapa: normalmente, a los dos o tres años de experiencia, hace capullo y se regenera en cualquiera de los otros tipos existentes. Una de las razones que provocan esa transformación es el estrés proveniente de los alumnos, que por su frágil experiencia y/o timidez abusan de él y le provocan operaciones de cuerdas vocales en cuanto se despista.
3) Profesor dialectal.
Hasta el momento se le conoce como el único tipo de profesor cuya fama le precede; así, los alumnos saben de sobra qué se van a encontrar en sus clases mucho antes de que éstas sucedan. Incluso llegan a crear leyenda. Su característica fundamental, que queda medianamente dibujada en el adjetivo que le hemos asignado, es la de ser incomprensible: los chavales, niños, adolescentes o universitarios procuran por todos sus medios comprender lo que ese individuo parlotea desde detrás de su mesa, pero el idioma que utiliza es distinto y nadie lo logra. Sucede por fin que los dos o tres alumnos más constantes, una tarde de ésas, hallan en sus ratos libres las claves de su dialecto particular, lo cual se recibe con alegría en el aula y, con el tiempo justo, buena parte de los chicos terminan aprobando en junio o la repesca, aunque con notas bajísimas que en ningún caso motivarán al dialectal a modificar su manera de expresarse sino a reiterar su pésima opinión de las nuevas generaciones de estudiantes. Los profesores dialectales, que descienden del homo ojonis tesentiendi, llegan a sus tumbas en el mismo estado en que inauguran su carrera educativa pero algo desmejorados por la edad: cansancio, deformación de manías, crisis de los cuarenta, cincuenta y sesenta, culto al fútbol, grasa abdominal, pérdida de amistades y añoranza del priapismo.
4) Profesora de falda para agarrar.
Prototipo que está quedándose anticuado dado el gran número de mujeres que buscan la igualdad entre sexos llevando pantalón, se dedica casi siempre a la educación infantil, que actualmente abarca desde los cero a los seis años; desciende del homo queeris plumis. Lleva falda porque así los niños, a esas edades enormemente egoístas, pueden tirarle de ella cuando su compañero de mesa ha cogido su juguete favorito o le ha metido la tijera en el ojo. Lamentablemente no suele llevar falda para alumnos mayores de catorce años y si lo hace suele ser poco agraciada.
5) Profesor graduado.
Desciende del homo japis chupis. Cuenta a menudo con el beneplácito de su alumnado –si es que éste posee la edad suficiente para ello- en cuanto a su actitud habitual en clase, porque su actitud habitual en clase es que no tiene actitud habitual en clase. Tiene actitud habitual en el bar, donde se surte con vasitos de coñac y cerveza, y el aula se convierte en el lugar donde va a parar de vez en cuando, generalmente después de la hora del almuerzo. Aprobar su asignatura se convierte en tarea fácil para cualquier alumno excepto para los empollones, que se niegan a perder el tiempo en su clase, lo denuncian a dirección y, cuando se entera de quiénes le han delatado, se sirve de la libertad de cátedra para suspenderlos.
6) Profesor imán.
No importa las clases que imparte ni las notas que pone, sino su sonrisa, su cuerpo y su paquete. Descendiente del homo perfectis concanis, provoca miradas apasionadas de sus alumnas, que adorarán sus canas (,) de poseerlas (,) así como sacará del armario a algún heterosexual indefinido. Suele ser hombre y casi nunca gay, por lo que sus féminas se dejarán sobar tímidamente si tienen entre trece y dieciocho años.
7) Profesor breve.
No desciende de nada porque apenas tiene tiempo para hacerlo. Tampoco le da para dar clase, pues se dedica eternamente a cubrir puestos de otros profesores que están en sus casas fingiendo resfriados o revolcándose con la parienta. Los alumnos aprenden un setenta por ciento menos que con su profesor habitual, así que el centro escolar guarda un mal recuerdo de él y jamás se plantea volver a contratarlo. Suele suicidarse pronto, no como los demás.
8) Profesor pantalla.
De edad variable, siente una pasión clarísima por las nuevas tecnologías. Apenas utiliza la pizarra porque siempre que le es posible se sirve del vídeo, de internet y de las transparencias. Como buen profesor escoge de estas novedades la más aburrida, es decir, las transparencias, que los alumnos tienen que copiar a velocidad de galgo mientras él las lee en voz alta con, eso sí, un marcado acento de profesor por el que le pagan. Desciende del homo prosnobis gertrudis.
9) Profesor pasión.
La variabilidad de sus entonaciones es similar a la de las señales de los sismógrafos aéreos. Sus clases son tremendamente aburridas porque apenas le quedan ganas de emocionarse tras años y años de contar exactamente lo mismo. No siente interés por hacer cursillos de reciclaje, de manera que nunca descubre que existen maneras distintas de explicar las mismas cosas. Descendiente del homo tediosis terribilis, cuando llega a los cincuenta pasa a la universidad o, si ya estaba en ella, consigue un puesto de decano o vicerrector. En su mayoría los universitarios acuden a sus clases los tres primeros días, más tarde emplean ese tiempo en catar cafeína y después se presentan al examen, que aprobarán a la primera para envidia de quienes lo han soportado durante todo el curso.
10)Profesor útil.
Utiliza un lenguaje comprensible, sabe resumir aquello que quiere transmitir y comprende los problemas de los alumnos. Muestra verdadera pasión por la materia que imparte y la contagia a su alumnado, que a veces estudia carreras relacionadas con la materia que el profesor útil imparte. Desciende del homo profesoris verdaderis y, como se imaginan ustedes, resulta difícil encontrarlo en el aula. Tanto es así que apenas unos pocos estudiantes terminan conociendo más de cinco ejemplares en toda su vida como alumno.