jueves, 31 de enero de 2008

Invitación frustrada.


Afortunadamente, cada vez aprecio más compartir mi tiempo con los amigos y la familia.
Es por ello que en ocasiones me planteo invitar a mis padres a comer en casa. Hace poco mi hermano jugaba un partido en un lugar cercano y estuve a punto de ofrecerles venir a comer.
Pero inmediatamente se me encendió la bombilla roja: ¡huy, no, no, imposible!
¿Y cuál fue la razón?
El tabaco...
Mi padre se niega en rotundo a tener que irse al cuarto de baño o al balcón a fumar. Así de simple. Y yo podría ceder y dejarle fumar. Soy lo suficientemente tolerante como para soportar su humo durante unas horas.
Pero una vez, a un chaval que estuvo en mi casa una tarde, le dejé fumar por no parecer desagradable y el olor del humo se apoderó del piso, que mira que es grande, durante una semana. Sin acordarme de sus cigarrillos, entraba por la puerta del piso y me los recordaba un olor reconocible.

Así que seguiré viendo a mis padres exclusivamente en su casa y en algún restaurante.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tampoco puedo con el pestazo tabaquilo veas la ropa cómo huele los sabados in the morning after la Recogida

Anónimo dijo...

ejem, no veas...