miércoles, 5 de julio de 2006

Ricardo Magdalena.

Animado por el aprobado obtenido en Estadística aplicada a las ciencias sociales, del cual tuve noticia el pasado día 30 (veintiún días tardaron en corregirlo), ayer día 4 de Julio me puse ya a estudiar la asignatura que tengo para septiembre. La tengo para septiembre porque en febrero ni siquiera me molesté en abrir la primera página. Es Etnología regional. Para otros aspirantes a antropólogos debo decir que en las primeras páginas uno se encuentra, por fin, con un intento de descripción de y diferenciación entre los conceptos de Antropología, Etnología y Etnografía, cosa de agradecer tras tanto tiempo de confusión que, por otra parte, no es que se aclare del todo –gajes de habernos decantado por disciplinas con objetos de estudio tan amplios y variopintos-.

Para estudiar, no me quedo en mi habitación de estudio y de interneteo, porque el gran problema de mi piso es que el calor se acumula y ya me expongo al ventilador suficientes horas a lo largo del día cuando leo y veo la tele. Así que voy a estudiar a la biblioteca Ricardo Magdalena, la del antiguo matadero. ¿Que no sabemos qué hacer con el local donde nos cargábamos a los animales? Pues ya está, de cajón: hagamos una biblioteca y oficinas de acción social.
En ella la temperatura es buena, casi hasta se está fresquito, así que uno se predispone con gana a darle duro.
Pero yo soy un poco tiquismiquis y no he podido evitar observar ciertos aspectos mejorables. Por un lado, las sillas son un poco duras y algo incómodas. Además, el fluorescente que cada persona tiene delante cae tan lejos de lo que se está leyendo que apenas lo ilumina. La luz natural, por otra parte, les cae a quienes están estudiando por la espalda, de modo que son los propios estudiantes quienes hacen sombra a los folios que tratan de leer. Otro defecto es que hay algo, quizá el aire acondicionado, que emite un ruido similar al de un boli dando golpecitos en una mesa y el periodo de toctoctocs se repite cada cinco minutos y dura unos veinte segundos. En penúltimo lugar, en la mayoría de los sitios se corre el peligro o bien de que te toque al lado la típica parejita o trío de amigos que encuentran algo muy interesante que cuchichearse cada cinco minutos –o bien se lo cuchichea por sms con sonido un amigo del mundo exterior- o bien de que algún usuario se ponga a rebuscar libros en las estanterías que están justo más cerca de donde se está estudiando.
Dejo para el final la molestia más curiosa de todas, y es que la persona que más escándalo monta, que más en voz alta habla y que más parlotea por teléfono es una señora creo que morena y no muy alta, que no es otra que la bibliotecaria.

Lo que hemos de aguantar la sufrida población estudiantil.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Recuerdo una campaña que hicieron los de la biblioteca de Doctor Cerrada para convencer a la gente de que la biblioteca no es un sitio para estudiar. Supongo que si sólo vas a consultar o a buscar algún libro, la mayor parte de las molestias que comentas dejan de ser importantes. Aunque lo cierto es que hay mucha gente que molesta, ya estén en bibliotecas, salas de estudio, cines o teatros. ¿Un problema de educación?

bl4ze dijo...

Durante mucho tiempo estuve estudiando en esa biblio, y a mi lo que más me molestaba era la inclinación de las mesas. Mis bolis acababan siempre en el suelo. Yo fui en invierno y hacía un frio!
Besos

Anónimo dijo...

Y dicen ke por la noche es peor, aun se escucha el afilar de los cuchillos..............