jueves, 13 de julio de 2006

Doña Perfecta.


Esta novela de Benito Pérez Galdós trata de Pepe Rey, cuyo padre concierta, con su voluntad, un matrimonio con Rosarito, la prima del muchacho. Rey acude a Orbajosa, donde conoce a la chica, a su madre (Doña Perfecta) y a varios personajes de la localidad, cuyas actitudes de pueblo chocarán con las suyas, más propias de alguien instruido y con carrera. ¿Se enamorarán? ¿Qué opinarán todos del matrimonio propuesto?
He leído la novela en la edición de Cátedra, que aparece en la foto. A la mayoría os resultará familiar la portada negra con una ilustración en la parte superior. En cada edición un filólogo llena de anotaciones la lectura de la novela para indicar incorrecciones del escritor o contextualizar determinados comentarios cuyo sentido, de otro modo, se le podría escapar al lector.
Hasta aquí todo es correcto. Lo que no soporto es que uno, obligado a enfrentarse con esos numeritos pequeños a lo largo de la lectura (pues estas novelas de renombre raramente se editan no comentadas), se encuentre con que determinadas de esas llamadas sean de tal calibre que... que... ¡que le chafen a uno la novela! ¿Pues no iba yo leyendo las treinta primeras páginas cuando me sale el filólogo de los cojones con una de sus innumerables llamaditas y me suelta que "Este comentario insinúa que, como veremos en el capítulo XXXV, Rosarito decidirá finalmente que blablablabla y bloblobloblo", y hale, la trama medio a la mierda?
¿Pero qué jodida necesidad hay de amargarle la vida a uno de ese modo? Cuando me matriculé en Literatura española, asignatura optativa de Magisterio, lo mismo: la profesora nos chafó decenas de novelas. Casualmente, una de ellas también era de Galdós, y no diré cuál por no imitarla, pero es un tocho enorme y al final una protagonista, dijo ella citando el nombre propio, se muere. ¡Bieeeeen, gracias, qué ganas tengo de leerla ahoraaaaa!
Que no me vengan los sabihondos literatos diciendo que estas novelas de renombre tienen mucha mayor riqueza que la de desconocer cómo se resolverá la trama; porque aunque así sea, que lo es, maldita sea la necesidad que hay de anticipar lo que va a suceder, copón.
Filólogo de los huevos, deje las llamaditas para las páginas finales de la obra, que usted gozará de la misma fama y reconocimiento y los demás disfrutaremos mucho más.
(Y pongan el acento en la a de Cátedra, leches, que luego me ando amargando la vida yo en clase con las esdrújulas y ya veo pa qué).

10 comentarios:

Anónimo dijo...

¿así que la Regenta se muere? pos vaya, yo me la compré para Historia de la Literatura II y al final no entraba... De la colección de Cátedra mis favoritas son El árbol de la Ciencia de Pío Baroja (ahora en los buses de TUZSA para endulzar los viajes sin refrigeración) y Niebla de Miguel de Unamuno. A ver cuando puedo y me las releo ambas dos, así como Cien Años de Soledad...buff tantos libros y tan poco tiempo

Anónimo dijo...

Una puntualización: ya le hubiera gustado a Galdós haber escrito La Regenta.
En cuanto a Doña Perfecta, yo también me la leí en la edición de Cátedra, y no sólo comparto tu indignación, Diabetes, sino que me indigno el doble: para empezar, no se deben mezclar las notas críticas (las que dan cuenta de otras versiones del texto, erratas, etc.) con aquellas que pretenden aclarar algún aspecto del texto; en segundo lugar, las notas a pie de página no deben contener obviedades.
Si me permites un consejo de "filólogo de los huevos", no te molestes en bajar la vista más que cuando, en el curso de la lectura, te encuentres con una dificultad; con el resto de las notas te puedes limpiar el etc., etc. Ah, por cierto, Tormento, Fortunata y Jacinta (ésta sí de Galdós), Miau o Misericordia son mejores novelas que Doña Perfecta.

Anónimo dijo...

Me habéis pillado, a veces meto la pata, no soy Doña Perfecta ;)

Anónimo dijo...

se muere la Regenta o no?

Anónimo dijo...

Yo odio también las llamaditas esas que encima están escritas con una letra ínfima. Además más de la mitad no me aportan nunca nada y no hacen más que interrumpirme el ritmo de lectura. Así que leo algunas de vez en cuando de un modo totalmente aleatorio y siempre y cuando sean de un tamaño no superior a la mitad de la página (que las hay!).
Igual hemos malentendido todos el nombre Catedra y resulta que es llana.

Anónimo dijo...

Léetela, rakeltxu, y lo sabrás.;))

Diabetes dijo...

Yo me tragué la Regenta y me gustó, aunque desde luego hay que cogerla con ganas, porque es muy descriptiva y larga. Al final de la novela, Rakeltxu, lo que pasa es que se acaba el libro. ;)
Gracias por tus consejos, sotto_voce, lo que ocurre es que cuando decido que un escritor me gusta (como es el caso de Galdós) me empiezo a leer sus novelas cronológicamente. Es lo que estoy haciendo, dejando aparte los episodios nacionales, claro.

Anónimo dijo...

Sí claro, no me la he leído cuando tenía que hacerlo y voy a hacerlo ahora por amor al arte literario... ;/) se la regalo al que la quiera

Anónimo dijo...

Mecagüen todas vuestras vidas. Me parece de coña que en un post de queja contra comentarios destripapollas me desvelen otra. Menos mal que a mí la literatura de verdad ni fú ni fá, que a mí lo que me gustan son los libros-mierda.

En general, tiendo a no leerme las notas de los filólogos ni sus comentarios hasta haberme acabado el libro. Más que nada porque pierdo el hilo y lo bonito de leer una historia es sumergirte en ella y que te envuelva la atmósfera que el autor ha creado. Las notas que no son de los traductores o del mismo autor, son como los calcetines en una película porno: el anti-clímax. Así que ni puto caso. Además, no suelo estar de acuerdo ni con la mitad de las interpretaciones que hacen los expertos de las obras de arte que estudian. Que todo es subjetivo, coño, y que cada cual se monte su propia película. En cualquier caso, como datos curiosos te los puedes leer después.

Hala, pollas.

Anónimo dijo...

Buenas tardes, con este fondo no se lee bien, se puede poner una letra algo más oscura se agradeceria