
El primer contacto con Valencia o, más concretamente, con Silla, el pueblo donde he pasado buena parte del tiempo, fue un tanto horrible.
Primero, por la elevada temperatura y la humedad pegajosa a la que aludí en mi post anterior. La primera vez que tuve que conciliar el sueño en la habitación de mi prima pensé que nunca lo conseguiría, ya que tenía la sensación de estar a treinta y cinco grados, y el sudor me caía a chorros por la frente. Imagino que haber conducido durante dos intervalos de dos horas y media me ayudó a dormir con cierta facilidad.
Segundo, por las revueltas de carretera para encontrar Silla. Uno tiene la idea de que un pueblo es un pueblo en todos los sitios a los que va; y no, porque en éste hay unos cuantos colegios y debe de tener como dos kilómetros o tres de largo por vaya usted a saber cuántos de ancho. Tiene, de hecho, dos entradas distintas desde la autovía.
La tercera razón por la que me costó sentirme bien en la comunidad valenciana fue por algo que trato de que no sea consustancial en mí: la pereza a viajar. No sé si llamarlo "parte yaya", pero a veces digo como mi abuela, que qué bien se está en casa y con la rutina de libro, gimnasio, estudio y cafecito con amigos. Salir a un sitio nuevo me da una pereza tremenda siempre: prepara la maleta, llévate ropas, desodorantes, cepillos, carnets, a ver qué haces con la comida a medio acabar de la nevera, dónde te vas a alojar, cómo vas a ir y si es en coche por qué carretera...
Me extenderé un poco en este tercer punto. Si yo fuese el libro de Tus Zonas Erróneas, best-seller de la sección de autoayuda, debería expresar el siguiente concepto así: poseo dos ideas incompatibles o al menos conflictivas entre sí, que son las de querer conocer sitios y gente nueva y la de encontrarme estupendamente en mi casa con mis cosicas. Como, siguiendo la hipótesis del libro, el pensamiento lleva al sentimiento, me da por el saco cada vez que veo que la gente viaja en cuanto llega el fin de semana, pues a la par que la envidio por la de sitios que conoce y aprecia, me encuentro la mar de bien sin moverme de la ciudad. Teniendo en cuenta que el año pasado, después de ir a Londres y a Jaca, me hubiese largado también a Amsterdam de haber tenido dinero, deduzco que, como muchas otras cosas, es cuestión de lanzarse a hacerlo y de coger cierto hábito y ánimo, pues ahora mismo, contando esto una vez ya he regresado a Zaragoza, admito que me plantearía irme fuera (unos pocos días o finde, eso sí) a otro sitio.
También hay una cosa curiosa, un sentimiento curioso e imagino que universal, pero que no sé si otras personas sienten con la misma intensidad que yo. Y es que, cuando salgo fuera (esta vez también me ha ocurrido, a pesar de no haberme desplazado a otro país o a un sitio lejano), veo otra gente, otra ciudad, incluso otro idioma –el valenciano en este caso-, otros chicos... y todo ello, toda esa novedad, me parece preciosa a la vez que me abruma. Pienso en la cantidad de sitios y personas que nunca conoceré, y siento cierta necesidad insólita de subirme a una gran plataforma y dirigirme a todo el planeta para que todos sepan que estoy aquí y que me apetece conocerlos. Insisto en que es un sentimiento algo extraño, una especie de deseo y a la vez impotencia de no poder abarcar cada sitio y cada persona, que realmente me desagrada, me conmueve y me vuelve cuando visito un sitio nuevo. A veces lo recuerdo también al pensar en lugares que he visitado, sobre todo Londres, quizá por haber sido en inglés y lejos; me acuerdo de las calles que recorrí, las personas que conocí y que volveré a ver cuando regrese... y entiendes que esos lugares y personas siguen existiendo aunque no formen parte de tu vida real diaria.
Son sensaciones habituales, ¿verdad? Cosas de ésas que algunos describen con la expresión de "viajando se aprende mucho".
¿Próximo destino?
2 comentarios:
Pero que filosófico te me has puesto!
La verdad es que viajar es uno de los mejores placeres del mundo. Y te sirve para salir del caparazón de tu vida y ver que hay mundo más allá. Disfruta del viaje hermoso. besos y achuchones.
Pues sí ami también me pasa. Estaría de viaje durante gran parte de mi existencia si fuera de gratis.Yo valoro además la preparación del viaje, el ser capaz de desenvolverme en lugares insólitos (como ya os he contado algunas veces)y el comprobar que hay miles de historias humanas y de modos de vida que desconocía.Te recomiendo un viaje más radical, vamos que cambies de continente (Asia o Africa preferiblemente)
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